Futuro incierto con la llegada de DACA a la Corte Suprema

Beneficiaria de DACA aceptada por Harvard enfrenta problemas por su situación migratoria Mónica Lázaro es una beneficiaria de DACA aceptada por la Universidad de Harvard para estudiar políticas de salud pública. Pero su situación migratoria le plantea problemas financieros que aún está tratando de sortear. A punto de terminar una licenciatura en biología en la Universidad Internacional de la Florida, Juliette Herrera enfrenta un futuro más incierto que la mayoría de los estudiantes de último año de la universidad. Durante los años que ha pasado estudiando, la nativa venezolana de 28 años ha visto el país en el que nació —pero que dejó cuando tenía cinco años— caer cada vez más en el colapso económico y político. Y el país al que llama hogar todavía está decidiendo si Herrera y otros jóvenes como ella pertenecen aquí en primer lugar. “Estoy más cerca de los 30 que de los 20 y estoy tratando de tomar decisiones para consolidar mi posición en este país, pero eso se vuelve cada vez más difícil cuando no sabes lo que va a pasar”, dijo. “Hay miedo en todos los círculos en los que estoy”. Herrera es beneficiaria del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), que brinda protección contra la deportación a los inmigrantes indocumentados que llegaron a los Estados Unidos cuando eran niños. Junto con otros ‘DREAMers’ —que suman 27,000 en Florida y casi 700,000 en todo el país— Herrera tiene una importante cita el 12 de noviembre. Ese día, la Corte Suprema de EEUU comenzará a escuchar argumentos en la batalla legal sobre DACA, iniciando deliberaciones sobre si se permitirá que el programa permanezca intacto o sea eliminado. La cuestión es si el entonces presidente Barack Obama tenía la autoridad legal en 2012 para lanzar DACA sin la aprobación del Congreso. “Honestamente, no tengo mucha esperanza. Todo lo que escucho en los círculos de apoyo en los que estoy, en los diferentes grupos de chat en los que participo, es que probable cancelen DACA”, dijo Herrera. “La verdad es que por ahora estoy tratando de ignorar todo ese tema, para poder hacer lo que tengo que hacer sin tener un ataque de nervios”. El camino de DACA hacia el Supremo comenzó en septiembre de 2017, cuando la administración Trump anunció por primera vez su intención de desmantelar gradualmente el programa. Como resultado, el Departamento de Seguridad Nacional dejó de aceptar nuevas solicitudes de personas que antes eran elegibles: inmigrantes que llegaron al país con menos de 16 años.
Pero juicios ante diversas cortes federales impidieron que DACA se terminara por completo, con tres órdenes judiciales emitidas en California, Nueva York y el Distrito de Columbia, permitiendo a los inmigrantes que ya tienen DACA renovar su estado cada dos años. El gobierno apeló esas decisiones y a fines del año pasado el Departamento de Justicia solicitó a la Corte Suprema que se ocupara del caso. Si la mayoría conservadora en la corte decide que la creación de DACA fue ilegal, impediría que un futuro presidente de inicio nuevamente el programa. “Es un ejemplo de una decisión política que a la vez es totalmente personal”, dijo Herrera.
LOS DREAMERS DE MIAMI DICEN QUE DACA LES CAMBIÓ LA VIDA
Para Analleli Gallegos, está la vida antes y después de DACA. Gallegos se mudó al sur de Florida desde México con su madre cuando tenía 10 años y ahora tiene 31. Dijo que no se había dado cuenta de cuánto sería impactada por su condición de indocumentada hasta 2007, cuando terminó la escuela secundaria. “Ese momento fue cuando realmente me golpeó la realidad”, dijo. En ese entonces, a los estudiantes indocumentados de Florida no se les permitía pagar la matrícula estatal en las universidades públicas (eso cambió en 2014) y oportunidades para obtener becas eran casi inexistentes. Proseguir estudios universitarios le hubiera salido muy caro. Mientras sus antiguos compañeros de clase iban a la universidad para convertirse en maestros y doctores, Gallegos tuvo que seguir a su madre a los campos en Homestead, donde trabajó en la cosecha de tomates. También pasó tiempo en restaurantes, siempre trabajando informalmente. “Pensaba, me esforcé tanto en el secundario y mirame ahora”, dijo. “Los años después de mi graduación fueron muy deprimentes. […] Pensé que el sueño que mi madre tenía para mí cuando nos trajo aquí no se estaba cumpliendo”. Es una experiencia que Herrera entiende bien. “Desde el momento que me gradué de la escuela secundaria, pasaron seis años antes de que obtuviera DACA y a esos seis años los llamo los años del limbo”, dijo. “Sentía como que flotaba, esperando que algo sucediera”. Herrera también se vio obligada a posponer sus estudios universitarios. Demasiado asustada para conducir sin licencia, lo que podría haber resultado en su arresto y deportación, dependía de sus amigos para que la llevaran de aquí para allá. “Siempre fue cuestión de ser hipervigilante”, dijo.
Cuando el presidente Obama anunció la creación de DACA en 2012, “fue el mejor momento de mi vida”, dijo Gallegos. El programa ofrecía protección contra la deportación, pero también una oportunidad de obtener autorizaciones de trabajo y licencias de conducir. Para ser elegibles, los jóvenes inmigrantes no documentados tenían que haber obtenido un diploma de escuela secundaria estadounidense o GED, o bien haber servido honorablemente en el ejército. “Cuando llegó DACA, fue increíble. Inmediatamente puse manos a la obra”, dijo Herrera. “Obtuve mi permiso de trabajo y una identificación estatal; ahí nomás empecé a buscar mi primer trabajo ‘legal’, entre comillas. Recibí DACA en enero y en marzo ya había conseguido trabajo”. Gracias a DACA, tanto Herrera como Gallegos ganaron becas para asistir a FIU. “No más trabajo manual”, dijo Gallegos. Aún así, resultó imposible no olvidarse de las dificultades de ser indocumentado, ya que la mayoría de sus familiares, incluidos los padres de ambas mujeres, carecían de documentación (el año pasado, uno de los hermanos de Gallegos fue deportado a México, dejando a una hija atrás). El sentimiento de incertidumbre se hizo aún más palpable en el transcurso de los últimos años, a medida que la creciente batalla legal sobre DACA acaparó los titulares. “Definitivamente se ha sentido como un regreso al limbo”, dijo Herrera. “Hay muchas decisiones de mediano o largo plazo que quiero tomar pero las tengo que poner siempre en espera”. Gallegos añadió que su “futuro está en manos de la gente [de la corte]. Ellos decidirán lo que me va a pasar. O me quedo o me voy”.
ACTIVISTAS INDOCUMENTADOS HACEN ESCUCHAR SUS VOCES
Romina Montenegro es una beneficiaria argentina de DACA de 20 años de edad. Vino a Miami con su familia cuando tenía solo dos años. El 12 de noviembre, cuando la Corte Suprema comenzará a escuchar argumentos sobre la legalidad de DACA, Montenegro estará en Washington D.C., manifestando junto con activistas de una amplia alianza de organizaciones que defienden los derechos de los inmigrantes. “Voy a participar en esa manifestación porque realmente quiero ayudar a que la gente entienda por qué [DACA] es tan importante”, dijo. Ese evento va a ser parte de una campaña nacional destinada a explicar los beneficios de DACA, llamada Home Is Here. Esta no será la primera vez que Montenegro va a DC. La estudiante de FIU ya ha pasado muchas horas dentro del Capitolio, donde habló con representantes Floridianos, un ejemplo del aumento del activismo que los jóvenes indocumentados han asumido desde que DACA entró en peligro en 2017. También participó en un documental de Nicky Jam y habló con Alejandro Sanz sobre las dificultades que enfrentan los estudiantes con DACA (en un concierto, este último le dedicó una interpretación de su canción “Looking for Paradise” a Montenegro y otros activistas). “En el Congreso, sólo estaba tratando de contarles a [los miembros de la Cámara] nuestras historias y hacerles entender que somos ciudadanos estadounidenses en todos los sentidos excepto en papel”, dijo.
NO HAY ACCESO A LA CIUDADANÍA
La vida bajo DACA tiene un aspecto cíclico.
Cada dos años, los DREAMers deben completar un proceso de renovación para mantener su estatus. Eso incluye presentar formularios de solicitud de renovación ante el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de EEUU (USCIS), someterse a una verificación de antecedentes y pagar una tarifa de $495. Para muchos ese es un gasto significante y algunos solicitantes tienen que pedir asistencia financiera a organizaciones sin fines de lucro o incluso crear campañas de GoFundMe. No existe un procedimiento para pasar de DACA a la ciudadanía. “Aunque realmente me encantaría que no me quitaran DACA, estoy realmente lista para tener un camino hacia la ciudadanía, [incluso] si eso significa eliminar DACA y darle prioridad a la ciudadanía”, dijo Herrera. “O sea, todavía estoy muy agradecida por [DACA], pero estoy harta del sistema”. Montenegro se hizo eco de ese sentimiento: “No hay razón para que no haya un camino hacia la ciudadanía para las personas que han estado aquí desde que eran niños”, dijo. “Eso es más o menos lo que estamos tratando de transmitir”. Para Gallegos, el camino a seguir es claro. “Sería mejor que el Congreso avanzará con la solución que ya está bajo sus propias narices”, dijo, haciendo referencia al DREAM Act, la legislación estancada que otorgaría un estatus legal permanente a los DREAMers, junto con un camino hacia la ciudadanía. En junio, la Cámara de Representantes aprobó el DREAM Act, gracias en parte a organizaciones como United We Dream que es una coalición de jóvenes inmigrantes. Pero no hay planes en el Senado, controlado por los republicanos, para tratar el proyecto de ley a pesar de que otorgar estatus legal a los DREAMers es algo que un número abrumador de estadounidenses aprueba.
UN FUTURO INCIERTO
Hable con los titulares de DACA y se dará cuenta que están llenos de planes de contingencia, un producto de la sensación de desplazamiento con el que muchos crecieron. Sigue siendo difícil para las personas como Herrera pensar en la posibilidad de perder su estatus de protección, lo que podría suceder cuando llegue la decisión de la Corte Suprema en 2020. “Me graduo en la primavera y si DACA deja de existir no sé lo que me iría a pasar”, dijo. “No sé si eso significa que mi permiso de trabajo será automáticamente inválido o si se eliminará gradualmente. No sé cuánto tiempo nos darían. No se como funcionaría la logística de volver a un estado de indocumentación total”. Después de su graduación, Herrera sabe lo que le gustaría hacer. “Me gustaría ingresar a un programa de maestría para asistentes médicos y, con suerte, llegar a trabajar en un hospital”, dijo. “Pero, pero… ”. Gallegos dijo que está tratando de mantenerse positiva. “Cuando pienso en mi futuro, imagino ser ciudadana”, dijo. “Me encantaría viajar de regreso a mi país de origen y visitar a mi abuelo y a las personas que dejé atrás. Pero me veo viviendo aquí con mi familia, comprando una casa y creando mi propio negocio. Aquí es donde pertenezco.” Además de estudiar para sus cursos universitarios, Montenegro actualmente está haciendo una pasantía con la representante Donna Shalala. Ella dice que su sueño es algún día poder seguir los pasos de su jefe. “Definitivamente quiero ir al Congreso un día y arreglar las cosas que creo que están rotas ”, dijo. “Como el sistema de inmigración”.