Procedimientos médicos aterradores que se hicieron por mucho tiempo

Por fortuna la ciencia avanzó y dejaron de usarse porque, a decir verdad, eran inverosímiles. Robots que hacen cirugías a distancia, sensores que identifican alteraciones orgánicas y que alertan sobre riesgos específicos, electrodos incrustados en el cerebro con los cuales se movilizan exoesqueletos, aparatos de lectura y hasta medicamentos que actúan gracias a la nanotecnología y que llegan directamente a las células afectadas marcan la esencia de la biomedicina actual. Pero no siempre fue así. El camino para llegar a estos avances ha estado marcado por algunos procedimientos que en su momento fueron útiles, pero que vistos en retrospectiva pueden parecer, además de exóticos, irracionales y hasta inverosímiles.
A continuación, una lista de algunos de ellos.
Enemas o lavados con humo de tabaco

Los enemas son procedimientos que se usan para aplicar sustancias a través del recto y ayudar a la evacuación intestinal o en ocasiones para introducir mezclas con fines diagnósticos o terapéuticos. Sin embargo, en los siglos XVII y XVIII por esta vía se aplicaba humo de tabaco para tratar enfermedades respiratorias, el cólera, algunas fiebres y hasta dolores de cabeza. La premisa se centraba en que al hacer esto el cuerpo se calentaba, se equilibraba su función y promovía procesos respiratorios más sanos. Además de que la nicotina podría estimular de manera general algunas funciones del organismo. A mediados del siglo XIX algunas investigaciones llegaron a la conclusión de que las bases que sustentaban este tipo de intervenciones no eran sólidas y generaba riesgo, por lo cual estas prácticas dejaron de usarse.

Polvo de la simpatía

Un preparado fabricado con gusanos de tierra, cerebro de cerdo, pequeñas muestras de cadáveres momificados, sulfato de cobre y óxido era utilizado en el siglo XVII a manera de ungüento para aplicar sobre los filos de las espadas, principalmente en aquellas que ya habían causado lesiones, en razón, supuestamente, a que podía sanar las heridas través de un mecanismo llamado “magnetismo simpático”.

Era una especie de magia empática por la cual se aplicaba el supuesto remedio al arma que había causado una herida con la idea de curar el daño que había producido. Esta costumbre, sin embargo, cayó en desuso no solo por la inefectividad sino por la dificultad para conseguir los ingredientes.

Hierro caliente para las hemorroides

En la edad media las personas agobiadas por el dolor de las almorranas (hemorroides) recurrían a monjes que, de manera caritativa, les introducían un hierro caliente en el recto con el objeto de cauterizar y eliminar “la molestia”. Aunque el principio hoy en día puede tener algún sustento, las quemaduras y daños irreparables que este procedimiento causaba llevaron a que dejara de usarse gradualmente.

Sangrías

El exceso de sangre y de glóbulos rojos ha sido por mucho tiempo considerado como un factor de desequilibrio en el organismo, de ahí que bien entrado el siglo XIX -hay reportes en el antiguo Egipto y Grecia- se implantó un tratamiento médico que consistía en la extracción de sangre del paciente. Esto era hecho de diferentes maneras, como cortes o incisiones en las extremidades para provocar sangrado e incluso se llegó al uso de sanguijuelas, una práctica que sigue vigente en algunas regiones. La esencia era disminuir la cantidad de glóbulos rojos para bajar la densidad de la sangre y con ello facilitar su curso dentro del cuerpo. Hoy se preserva este tipo de procedimientos para algunos casos especiales a través de punciones venosas y equipos estériles.

Trepanación de cráneo
Se creía que la migraña, la epilepsia y otros trastornos psiquiátricos y emocionales se favorecían con la apertura de un hueco en el cráneo de los afectados. Así como lo lee. A este tratamiento se le conocía como trepanación y se considera una de las intervenciones quirúrgicas más antiguas de la humanidad, dado que se han encontrado restos de la época neolítica con estas características, aunque su difusión fue mayor en el Renacimiento y en algunas culturas americanas. La premisa, según se pensaba, era descongestionar el cerebro literalmente abriendo un orificio con algún instrumento de corte. Se sabe, por ejemplo, que para realizarlo se sedaba al paciente con hierbas, alcohol y otros brebajes.