Así va el duro pulso por la Casa Blanca
Los demócratas lograron la unidad, pero los republicanos ahondaron su fractura. Análisis. Con las convenciones ya en el espejo retrovisor, demócratas y republicanos alistaban su artillería para el último y más importante tramo del proceso electoral estadounidense: los tres meses de campaña general que van de aquí al 8 de noviembre, día en el que los votantes emitirán su veredicto final. Pero si algo quedó claro esta semana es que serán tres meses de una brutal puja entre dos partidos que ofrecen una visión radicalmente opuesta de un mismo país y que están dispuestos a todo con tal de defenderla. Para los republicanos que siguen a Donald Trump, los demócratas son responsables de haber convertido a EE. UU. en una nación de tercera categoría donde el crimen impera en las calles. Y Hillary Clinton, su candidata, una mujer que debería estar en la cárcel o hasta ser “ejecutada”, como lo sugirió un miembro de la campaña del magnate neoyorquino. Para los demócratas, el sueño americano está más vivo que nunca y si algo lo amenaza es el mismo Trump, un embaucador y demagogo de siete suelas animado por el odio, los prejuicios y el resentimiento que podría causar un daño irreparable en caso de llegar a la Casa Blanca. Tanto, que el diario The Washington Post tuvo que romper su neutralidad política antes de tiempo al advertir en su editorial que no podían “ni reconocer” al candidato republicano, a quien consideran un peligro no solo para EE. UU. sino para el mundo. Así de caldeadas están las cosas. Tras la Convención Republicana que se realizó en Cleveland hace 15 días, el turno de pasar al tablero fue para los demócratas, que se congregaron en Filadelfia para coronar a Clinton como la primera mujer en la historia del país en obtener la nominación presidencial de uno de los dos partidos tradicionales. Y aunque el hecho no pasó inadvertido, el eje central estuvo en reinventar a una candidata que ha sido fuertemente golpeada por los republicanos y cuyos años en la vida pública (más de tres décadas) le han salido caros en términos de popularidad. De hecho, posee la imagen negativa más alta (casi el 60 por ciento) registrada por un candidato a la presidencia de EE. UU. “No hay nadie, ni siquiera Bill (Clinton), más calificada para ser presidente de EE.UU. que Hillary Clinton”, fue la frase que usó el presidente Barack Obama para describir a su exsecretaria de Estado y rival en las elecciones del 2008. Una a una, todas las figuras del establecimiento demócrata subieron a la tarima para destacar sus virtudes y cuestionar la carencia de ellas en Trump. Esto se evidenció –un contraste gigante con la Convención Republicana– al aludirse a que si brilló fue por falta de pesos pesados: ningún expresidente del partido salió en su defensa como tampoco lo hicieron los dos últimos nominados del partido a las presidenciales (John McCain y Mitt Romney). La fiesta demócrata no fue del todo redonda. Especialmente tras hacerse públicos una serie de correos electrónicos en los que miembros del partido discuten cómo frenar al senador Bernie Sanders, principal rival de Hillary en las primarias. Revelaciones que agrietaron aún más la relación con los 13 millones de personas que respaldaron al senador de Vermont. Pero el incidente terminó salpicando a los republicanos luego de que las autoridades confirmaron que fueron agencias rusas las que filtraron los correos, muy probablemente para beneficiar a Trump, quien mantiene una relación más que cordial con el presidente Vladimir Putin. “En ambos partidos existen divisiones. Pero la de los republicanos es de otro calibre. Toda la maquinaria del partido demócrata está trabajando por Hillary. Incluso Sanders, pese a lo ocurrido esta semana. Trump tiene a muy pocos pesos pesados en su esquina. Los expresidentes Bush, así como Mitt Romney, Ted Cruz y Marco Rubio, todos con un importante caudal electoral, no piensan mover un dedo”, afirma Stuart Stevens, estratega en jefe de la campaña de Romney en el 2012. No solo por lo que rechazan el populismo de Trump y su divorcio con los ideales del partido, sino que están convencidos de que perderá en noviembre y de allí su apuesta a la neutralidad. Un dato que confirma un reciente estudio de la Universidad de Virginia según el cual, con base en encuestas y estudios de elecciones anteriores, Clinton obtendría 347 votos al colegio electoral (que elige al presidente), contra 191 de Trump. Toda una paliza. Así mismo, encuestas recientes en los llamados “estados indecisos” –que suelen definir las elecciones en EE. UU.– muestran a Clinton a la cabeza en casi todos. Pero como dice Sean Trende, analista electoral del portal Real Clear Politics, Trump continúa desafiando todos los pronósticos y ha demostrado que su discurso, aunque incendiario, tiene resonancia en un importante sector del electorado que responde a su estilo frentero, está harto de los burócratas en Washington y siente que no se ha beneficiado del progreso de los últimos años. “Momento tras momento se ha descartado a Trump. Y tras cada uno de estos ha demostrado que todos estaban equivocados. Nadie sabe dónde va esta carrera en una semana. Muchos menos de aquí a noviembre. Lo único cierto es que Trump tiene un chance, y muy real, de ganar. Y cualquiera que piense lo contrario está en negación”, afirma el analista. Y los sondeos lo demuestran. De acuerdo con una encuesta de CNN esta semana, el magnate estaría aventajando a Hillary 48 contra 45 en el plano nacional. Por supuesto, se trata de una muestra posconvención republicana, evento que históricamente ha servido de resorte y que suele inflar temporalmente las posibilidades de un candidato. De allí que habrá que esperar unos cuantos días para conocer el impacto que la convención demócrata tuvo en la popularidad de la ex primera dama antes de tomarle un pulso más preciso a esta campaña presidencial. Y después vendrá septiembre, cuando ambos candidatos se enfrentarán por primera vez en un debate televisivo que estará como para alquilar balcón. Las campañas apuntarán esfuerzos y dinero en conquistar a los estados denominados péndulo (aquellos que no son claramente ni demócratas ni republicanos), ya que es allí donde pueden definirse las elecciones. Y Clinton también parece llevar allí una ventaja sobre Trump. Según un compendio de encuestas históricas de la campaña realizado por el sitio Politico, de los 11 estados claves en la próxima elección general (Colorado, Florida, Iowa, Michigan, Nevada, New Hampshire, North Carolina, Ohio, Pennsylvania, Virginia y Wisconsin), la ex primera dama lleva la delantera en 8. En promedio, Clinton lidera en los estados péndulo por 5 puntos porcentuales; tiene un 44.8% de apoyo contra el 39.8% que mide su rival. Trump lidera en Iowa y en Colorado, mientras que Clinton lidera en todos los demás salvo en Nevada, donde no hay datos disponibles. Si bien es muy pronto para obtener números concluyentes, y la batalla entre el republicano y la demócrata recién está comenzando, estos primeros datos no parecen darle un abrazo al empresario.