Como sigue Afganistán 25 años después

En 1992, los muyahidín, apoyados por Estados Unidos, se hicieron con el poder tras 14 años de una guerra civil, clave para entender la Guerra Fría y lo que ocurre en Medio Oriente. Hace 25 años se dio un hecho clave para entender lo que ocurre hoy en Medio Oriente y el resurgimiento de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Federación Rusa. El 16 de abril de ese año, el presidente de Afganistán, Najibullah Ahmadzai, renunció a su cargo y  los muyahidín, un grupo de extremistas apoyados por los Estados Unidos, se hicieron con el control de ese país, tras 14 años de guerra civil. Fue el fin de varios gobiernos comunistas, apoyados por la Unión Soviética que, al verse derrotada, tuvo que retirar sus tropas en 1989. Y fue el ascenso del islamismo radical. Primero fueron los muyahidín. En 1992, ya en el poder, crearon el Estado Islámico de Afganistán, regido por la ley musulmana, la sharia. Pero estos fueron incapaces de hacerse con el control de todo el territorio y, en 1996, una facción disidente, los talibán, se tomó Kabul, asesinaron al expresidente Ahmadzai, que se encontraba refugiado allí, y expulsaron a los muyahidín. Los talibán, que contaron con el apoyo de Pakistán, Arabia Saudita y un tal Osama Bin Laden, crearon el Emirato Islámico de Afganistán, que se caracterizó por su extremismo a la hora de imponer la sharia.   Y entonces vino el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos, humillado por el ataque a las Torres Gemelas, en Nueva York, se puso a buscar culpables. Surgió entonces el nombre de Osama Bin Laden y del grupo que este millonario saudita había fundado en los 80: Al Qaeda. Estados Unidos tenía información de que Bin Laden se encontraba en Afganistán y, el 7 de octubre de 2001, decidió bombardear ese país. Los talibán fueron derrocados pero no aniquilados. En su lugar, Estados Unidos puso a un antiguo aliado, Hamid Karzai, quien estuvo 13 años de presidente.  En 15 años de guerra ha habido 250 mil muertos y la institucionalidad afgana sigue siendo precaria. Los talibán, aunque diezmados, siguen controlando una buena parte del país. Y a este conflicto se le ha unido un actor de reparto inesperado: el Estado Islámico. Este grupo yihadista hizo su ingreso a Afganistán en 2014, ubicándose en la región de Nangarhar, en la frontera con Pakistán. Y muy pronto entró en confrontación con las fuerzas afganas y con los mismos talibán.  Esto ha supuesto el recrudecimiento de este conflicto. Muestra de ello: el lanzamiento, por parte de Estados Unidos, de la «madre de todas las bombas» en Nangarhar y el ataque, por parte de los talibán, a la base de Mazar-e-Sharif, en la región de Balj. En el primero murieron 90 integrantes del EI, según el gobierno afgano; y en el segundo, unos 50 soldados afganos y 10 talibán. El conflicto afgano parece lejos de acabarse. En 25 años e, incluso, desde antes, ese país no vive en paz, azotado por el extremismo islámico y por el imperialismo tanto estadounidense como soviético.

 

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