Cuándo pasar de la cuna a la cama

Parece un cambio sencillo y poco traumático, pero vale la pena pensar bien cuándo hacerlo, para que no vaya a tener efectos negativos en el sueño de los niños.

La cuna de mi hijo es pequeña. No me di cuenta de eso hasta que Lucas se acercaba al año y vi que, en las noches, se convertía en acróbata. Daba vueltas de 360 grados, se giraba, se sentaba, se arrodillaba… Y hacía todo eso dormido. Empecé a temer por los chichones con los que iba a amanecer al llegar la mañana, así que empecé a preguntarme si sería hora de pasarlo a cama, para que tuviera un espacio más amplio para hacer sus piruetas. Al fin y al cabo, hoy las camas también se pueden comprar con barandas.

Estuve a punto de salir a buscar almacenes de muebles para niños, pero Lucas, de un momento para otro, dejó de hace acrobacias. Ahora se queda quietico mientras duerme y ya no me da miedo que se pegue con cada borde y cada baranda. Por eso sigue en su cuna. Pero sé de amigos que han empezado a sufrir porque tienen herederos escaladores, así que sufren por pensar en que sus hijos decidan encaramarse y saltar al vacío en las noches.

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Como todo con los niños, cada decisión es un dilema y no hay reglas que les funcionen a todos, pero hay algunos parámetros que dan los expertos para intentar tomar las mejores decisiones.

Los pediatras, por lo general, sugieren pasar a un niño de la cuna a la cama cuando la altura de sus tetillas es mayor a la altura de los barrotes, ya que la prioridad es evitar accidentes: cuando los chiquitos alcanzan esa estatura es más probable que se tiren de cabeza o que pierdan el equilibrio y terminen en el piso.

Lucila Pistiner, consultora especializada en sueño infantil, recomienda esperar hasta que el niño ha llegado a los dos años y medio, o incluso hasta los tres. Todo depende de la cuna, pero a partir de esa edad ellos empiezan a comprender el concepto de no salirse de la cama. Si tu hijo es menor pero  tienes miedo de que se caiga de la cuna, Pistiner sugiere que revises si el colchón está en la altura mínima y que quites los cojines que cubren las barandas, ya que pueden servirle como escalón para trepar.

Consejos a la hora de hacer el cambio

Pasar a un niño (que siempre se ha sentido protegido por las barandas de su cuna) a una cama mucho más grande (que es muy posible que no tenga protección contra posibles caídas) no siempre es fácil. En ocasiones, incluso, llega a afectar el sueño de los pequeños, que se sienten inseguros en las noches. Por eso, para Pistiner es clave involucrarlos en todo el proceso: “Hay que anticiparles que pasarán a dormir en cama de niño, y podemos pedirles que nos ayuden a elegirla, así como su acolchado y sus sábanas”.

Por otra parte, si es tu hijo quien pide hacer la cuna a un lado, es muy probable que esté listo para hacer el cambio sin contratiempos.

Una vez llegue la cama, es importante tener un cuarto 100% seguro. Si el niño se baja de la cama en la noche, no debe haber ningún riesgo para él: ni juguetes con los que se pueda tropezar, ni tomas de luz con las que pueda jugar. Si, además, la puerta de su cuarto no se cierra por completo, hay que pensar en que toda la vivienda sea segura, ya que fácilmente terminará en la cocina.

Al principio, lo ideal es tener una cama con baranda que tenga un espacio libre para que los niños se puedan bajar solitos. Esto permitirá que, mientras los niños se adaptan, no corran riesgos.

La consultora de sueño, además, recomienda a las madres que eviten pasar a sus hijos a la cama en dos circunstancias: cuando va a llegar un hermanito o en momentos de cambios importantes. En el primer caso, si el chiquito no está preparado, el paso puede interferir con el sueño y con la aceptación del nuevo miembro de la familia.  En el segundo caso, una mudanza o la entrada al jardín son de por sí transformaciones que afectarán su rutina, así que es mejor dar un paso a la vez.