EEUU se plantea hacer permanentes los recortes en la Embajada en Cuba
Seis meses después de que el Departmento de Estado retirase a la mayoría de sus diplomáticos de La Habana a causa de los incidentes misteriosos que lesionaron a 24 estadounidenses, la administracion Trump está dispuesta a prolongar las reducciones. La administración Trump está dispuesta a prolongar permanentemente los drásticos recortes que le hizo al personal diplomático estadounidense en Cuba el otoño pasado luego de los misteriosos incidentes en los que 24 estadounidenses resultaron heridos lesionados en la isla, dijeron funcionarios del Departamento de Estado. Las reducciones de personal tendrían un gran impacto en la diplomacia estadounidense hacia Cuba, dijeron los funcionarios, oscureciendo la visión de Washington sobre una histórica transición política en la isla y limitando los contactos de diplomáticos estadounidenses con funcionarios cubanos, disidentes políticos y otras personas. Los funcionarios también dijeron que el Departamento de Estado ya ha informado al gobierno de Castro que probablemente no va a cumplir su compromiso anual de admitir al menos 20,000 cubanos bajo un acuerdo de migración de 1994. El objetivo del acuerdo era desalentar a los cubanos de intentar llegar a Estados Unidos a bordo de balsas y botes de fabricación casera.Los funcionarios dijeron que un memorándum de decisión que se le envió al Secretario de Estado Rex Tillerson la semana pasada incluyó una propuesta para mantener solo el personal de emergencia de 18 diplomáticos asignados a La Habana desde la reasignación temporal de otros 25 en septiembre del pasado año. Según las regulaciones del departamento, tiene hasta el 4 de marzo para enviar a algunos diplomáticos de regreso a sus puestos o reducir el personal indefinidamente. La portavoz principal del departamento, Heather Nauert, dijo el martes que el departamento estaba todavía considerando qué medida tomar con el personal de la embajada en La Habana. “No hemos tomado una decisión,” dijo. La mayoría de los diplomáticos que recibieron órdenes de salir de La Habana no querían irse. En una carta privada obtenida por ProPublica, 35 diplomáticos y sus cónyuges que trabajaban en la embajada apelaron a altos funcionarios del Departamento de Estado justo antes de ser retirados para que se les permitiera permanecer en Cuba si así lo deseaban. «Somos conscientes de los riesgos de permanecer en el puesto», escribió el grupo el 21 de septiembre. «Y sabemos que puede haber riesgos desconocidos. Pedimos que el Departamento nos dé la oportunidad de decidir por nosotros mismos si nos quedamos o nos vamos». Una portavoz del Departamento de Estado se negó a comentar directamente sobre la carta. Pero, en respuesta a informes anteriores de que algunos diplomáticos en La Habana no querían dejar sus puestos, Nauert dijo en octubre que entendía que ellos «creen firmemente en nuestra misión» y querían quedarse. «Sin embargo», añadió, «cuando nuestro Secretario analiza la situación y dice: ‘No podemos protegerlos porque no sabemos qué está causando esto y no sabemos quién es el responsable’, tiene que tomar esa decisión para traer a nuestros funcionarios de regreso a casa». Varios diplomáticos informaron por primera vez haber escuchado sonidos extraños y agudos en sus hogares a finales de 2016, justo después de que la elección del presidente Trump marcara el fin del acercamiento ocurrido entre los dos países bajo la administración Obama.
El Departamento de Estado ordenó a 17 de los 26 diplomáticos cubanos en Washington que abandonaran el país con sus familias. Las primeras cuatro personas que se presentaron a la Embajada como víctimas del fenómeno, informó ProPublica recientemente, eran funcionarios de inteligencia que trabajaban bajo cobertura diplomática. Perturbados por los ruidos, que describieron casi rayos de sonido, ellos y otros en la embajada asumieron que era alguna especie de hostigamiento de alta tecnología por parte de las fuerzas de seguridad cubanas.El gobierno cubano — que se ha mostrado fuertemente comprometido con la mejoría de las relaciones con Estados Unidos (y el aumento del turismo y la inversión que la ha acompañado) — ha negado vehementemente cualquier participación en los incidentes. Durante el año a la fecha, funcionarios cubanos han dicho que harían lo que se les pidiera para acabar con el problema, y funcionarios estadounidenses de seguridad nacional dicen que las autoridades cubanas han cooperado estrechamente con los agentes del FBI que visitaron la isla para investigar. Su investigación no arrojó ninguna evidencia que implique al gobierno cubano, según funcionarios que fueron informados al respecto.No obstante, los funcionarios de la administración Trump han culpado a Cuba de no proteger a los diplomáticos, argumentando que el gobierno del presidente de Raúl Castro tiene tal control sobre la vida en la isla que sería imposible que ocurrieran ataques sin su conocimiento. El Departamento de Estado emitió una advertencia formal de que los estadounidenses podrían estar en riesgo si viajaban a la isla. También ordenó a 17 de los 26 diplomáticos cubanos en Washington que abandonaran el país con sus familias. Entre los expulsados estaban miembros de la sección comercial, que trabajaban con empresas estadounidenses que tratan de invertir en Cuba, y todos excepto uno de los cuatro funcionarios consulares de la embajada. El flujo de turistas estadounidenses ha disminuido sustancialmente desde el verano pasado, un cambio que han sentido especialmente los cubanos que alquilan habitaciones a los viajeros, los que operan pequeños restaurantes llamados paladares o los que manejan otras pequeñas empresas que dependen de esos visitantes. «La advertencia de viaje ha sido devastadora para los empresarios cubanos que se han beneficiado de la política de viajes y de la apertura», dijo el senador Jeff Flake, republicano de Arizona, quien visitó la isla en enero. «Es a ellos a quienes decimos que queremos ayudar, y es a ellos a quienes hemos dejado a su suerte». El senador Flake, defensor durante largo tiempo de un mayor acercamiento a Cuba, había viajado a La Habana en agosto de 2015 para asistir a las ceremonias para la reapertura de la embajada de Estados Unidos, 54 años después de que el presidente Eisenhower rompiera relaciones. Poco más de dos años después del alzamiento de la bandera, dijo Flake, descubrió que la cancillería modernista de vidrio y hormigón estaba tristemente vacía. «Fue devastador ver que básicamente solo quedaba el personal básico», dijo. Funcionarios del Departamento de Estado dijeron que, aunque el personal de emergencia tiene un límite de 18, la embajada ha sido operada recientemente por tan solo 11 ó 12 diplomáticos — aproximadamente el número que Fidel Castro intentó imponer en 1961, cuando se quejó de que la embajada se había convertido en «un nido de espías» que intentaba subvertir la revolución. (Eisenhower dijo entonces que un personal tan pequeño «haría imposible llevar a cabo relaciones diplomáticas normales»). En un momento potencialmente crítico de transición política en Cuba — Raúl Castro ha dicho que renunciará a la presidencia en abril — diplomáticos actuales y exdiplomáticos estadounidenses expresaron su preocupación de que Washington perderá su percepción y su creciente influencia. «Es verdaderamente esencial ver qué está sucediendo en La Habana y en todo el país para entender hacia dónde se dirige Cuba», dijo Vicki Huddleston, quien encabezó la misión estadounidense en La Habana de 1999 a 2002. «Básicamente, hemos pasado de una mayor presencia diplomática en Cuba a una muy pequeña y aislada». Brian Latell, un analista retirado de la CIA sobre el tema de Cuba quien ahora da clases en la Universidad Internacional de la Florida, advirtió que los dos países todavía podrían gestionar la diplomacia, y que es difícil predecir cuánto la drástica reducción de personal afectaría el entendimiento de Washington sobre Cuba. Pero sugirió que el panorama general ya estaba claro: «La relación bilateral vuelve a estar al nivel de algunos de los días más oscuros de la guerra fría». Una conocida disidente cubana, Marta Beatriz Roque, dijo que la retirada de Estados Unidos ya había tenido un impacto «dramático» en los defensores de los derechos humanos en la isla, eliminando su acceso a los diplomáticos estadounidenses y dificultando mucho más los viajes de los disidentes a Estados Unidos. «Básicamente, diría que la interacción con la embajada estadounidense en este momento para nosotros está en un nivel cero», dijo en una entrevista telefónica desde La Habana. «La embajada no está recibiendo la información que necesita sobre la situación de los derechos humanos en Cuba. Antes, nuestro contacto era frecuente. Ahora no hay contacto». Roque dijo que, durante un reciente viaje a Estados Unidos, ella describió estas circunstancias a los representantes cubanoamericanos en el Congreso, incluyendo los senadores Marco Rubio de Florida y Bob Menéndez de Nueva Jersey, quienes han apoyado el recorte. «Todos sabían del problema, pero nadie me dio una solución», dijo. Cuando se le preguntó acerca de esas preocupaciones, el representante Mario Díaz-Balart, republicano de Florida, dijo que la embajada de Estados Unidos en La Habana «ha sido durante mucho tiempo un salvavidas y un símbolo importante para la oposición democrática». En una declaración, añadió, «es indispensable que Estados Unidos continúe su solidaridad con el pueblo cubano en sus aspiraciones democráticas». La actividad consular en la embajada se ha detenido casi por completo, dijeron funcionarios del Departamento de Estado. Con solo uno o dos funcionarios consulares que cubren emergencias para los estadounidenses que visitan la isla, miles de cubanos que buscan visitar o emigrar a Estados Unidos se han visto obligados a viajar a terceros países para presentar sus solicitudes. Los funcionarios estadounidenses dijeron que el Departamento de Estado ya informó al gobierno de Raúl Castro que probablemente no cumplirá su compromiso anual de admitir al menos a 20,000 cubanos bajo un acuerdo migratorio de 1994. Este acuerdo ayudó a poner fin a una crisis en la que el gobierno permitió que más de 40,000 cubanos desesperados huyeran de la isla a bordo de destartaladas embarcaciones y balsas de fabricación casera, un éxodo en el que murieron miles de personas más. Después de meses en los que la embajada de Estados Unidos en La Habana emitió más de 800 visas de inmigrante cada mes, el número se redujo a 168 en septiembre y solo a 16 en octubre, según estadísticas del Departamento de Estado. En noviembre, subió a 196 y en diciembre fue de 22. Con solo uno o dos funcionarios consulares, miles de cubanos que buscan visitar o emigrar a Estados Unidos se han visto obligados a viajar a terceros países para presentar sus solicitudes. Los cubanos que quieren solicitar un visado de inmigrante deben hacerlo ahora en el consulado de Estados Unidos en Bogotá, Colombia, un paso nuevo en el proceso que, según dice gente en Cuba, puede costarles cientos o miles de dólares adicionales en gastos de viaje. Ese cambio ha provocado un sinfín de quejas de personas en Cuba, donde el salario mensual promedio oficial es de aproximadamente 25 dólares, complementado con alimentos subsidiados y atención médica y educación gratuitas. Sin embargo, en enero el número de visas emitidas aumentó nuevamente a 883 después de que se implementó plenamente el proceso de trámite en Bogotá. El plan también ha provocado la ira de los funcionarios colombianos, quienes se quejaron ante el secretario Tillerson en una reciente visita a Bogotá de que su embajada en La Habana había sido abrumada por solicitantes de visas debido al plan estadounidense, dijeron las autoridades. Aunque algunos funcionarios del Departamento de Estado dijeron que las demoras en el procesamiento de visas podrían remediarse sustancialmente, incluso con un reducido personal consular en La Habana, agregaron que el Departamento de Estado y las autoridades de inmigración aún no han presentado ningún plan para hacerlo. Si la advertencia de viaje del departamento se extiende junto con la llamada obligatoria del personal de la embajada que no es de emergencia, los funcionarios educativos dijeron que probablemente obligaría a cancelar aproximadamente la mitad de los programas de estudios en el extranjero de universidades y colegios de Estados Unidos que se han establecido en Cuba, debido a que no podrían obtener seguros. El jueves, una alianza de 28 empresas de giras turísticas y grupos de viajes educacionales pidieron al departamento que bajara su advertencia de viaje para Cuba del actual Nivel Tres (“reconsiderar viajar”) al Nivel Dos (“aumentar cautela”), aseverando que no hay casos confirmados de ciudadanos privados americanos siendo afectados en Cuba como los diplomáticos. El Departamento de Estado ha dicho que ha sido contactado desde septiembre por 19 turistas americanos que dicen haber sentido síntomas parecidos después de viajar a Cuba, pero no ha investigado o verificado ninguno de los casos. La alianza de operadores de viajes también notó que Cuba fue votado “el país más seguro del mundo” para visitar en la reciente Feria Internacional de Turismo en Madrid.
publicidad Aunque los derechos humanos y la migración han sido temas de alta prioridad para los cubanoamericanos en el sur de la Florida y otras partes de Estados Unidos, el impacto de los recortes del personal de la embajada ha provocado relativamente pocas protestas políticas hasta el momento. Los analistas políticos dijeron que la escasa respuesta puede reflejar en parte el hecho de que los obstáculos de viaje afectan desproporcionadamente a una generación más reciente (y menos establecida políticamente) de inmigrantes cubanos. William LeoGrande, especialista en política exterior de Estados Unidos hacia América Latina en la American University en Washington DC, señaló que los cubanoamericanos y otros pueden haber evitado criticar el recorte debido a las circunstancias que lo precipitaron. «Cuando la gente en las calles de Miami se dé cuenta de que sus parientes no pueden venir a visitarlos porque no pueden emigrar porque no hay una sección consular en la embajada de Estados Unidos, eso tiene que provocar un impacto político», dijo. «Pero se pensó que el personal estadounidense había sido atacado, y todavía no sabemos quién lo hizo. Entonces, creo que la gente no quiere dar el paso al frente cuando piensa que tal vez hayan sido los cubanos». En un artículo del 15 de febrero en el Journal of the American Medical Association (JAMA), especialistas de la Perelman School of Medicine de la Universidad de Pensilvania revelaron que 21 de los estadounidenses lesionados habían sufrido un tipo «novedoso» de lesión cerebral leve provocado por una fuerza dirigida desconocida, en lugar de traumatismo craneal. Los autores también descartaron la tesis, propuesta por funcionarios cubanos y otros, de que la aflicción podría haber sido resultado de una enfermedad psicógena masiva.
publicidad Pero el informe de JAMA no resolvió el misterio. Un editorial adjunto señaló las limitaciones del estudio, como el hecho de que transcurrieron en promedio 203 días antes de que los expertos evaluaran a los pacientes, lo que plantea interrogantes sobre si los pacientes que se presentaron más adelante tenían conocimiento de los síntomas informados por los anteriores. La falta de datos de referencia e información biográfica también dificultó la exclusión de otras posibles causas de algunas dolencias, según mostró el estudio. «Sigue siendo difícil alcanzar una explicación unificadora para los síntomas experimentados por los funcionarios del gobierno estadounidense», decía el editorial.