El deliberado intento de Trump de poner en jaque democracia de EE. UU.
Derrotado en las cortes, está recurriendo a presiones políticas para desconocer victoria de Biden. A lo largo de las últimas semanas, los jueces de EE. UU. han tumbado por falta de méritos más de 30 demandas elevadas por la campaña de Donald Trump para tratar de poner en entredicho la victoria del demócrata Joe Biden en las pasadas elecciones presidenciales en el país. Ahora, acorralado por esas derrotas, el mandatario ha comenzado a utilizar toda la influencia de la Casa Blanca, incluida la abierta presión política contra miembros de su propio partido, para revertir el resultado.
Y son muchos los que están con los pelos de punta, pues las movidas se parecen más a las de un autócrata en una ‘república bananera’ que ha decidido aferrarse al poder a toda costa. Y hasta lo están diciendo los mismos republicanos. “Si yo viera que esto está sucediendo en otra parte del mundo, le diría al presidente que se están robando las elecciones. Llevábamos varios años preparándonos para la posible intervención extranjera en nuestro proceso electoral. Lo que nunca imaginamos es que esa manipulación fuera a suceder desde adentro y orquestada por el propio presidente”, decía esta semana Sue Gordon, que hasta hace poco trabajó en esta administración republicana como número dos en la Oficina de Inteligencia Nacional, el órgano que agrupa a todas las agencias de inteligencia del país. Si yo viera que esto está sucediendo en otra parte del mundo, le diría al presidente que se están robando las elecciones.
El senador Mitt Romney, candidato de los republicanos en las elecciones del 2012, fue igual de claro en su valoración. “Luego de fracasar en su intento ante las cortes, el presidente ahora ha recurrido a la presión descarada contra funcionarios locales y estatales para quebrantar la voluntad popular y alterar las elecciones. Es difícil imaginar un acto peor, más antidemocrático, viniendo de un presidente en ejercicio”, sostuvo el senador. Entre los demócratas, el consenso general es que lo que está haciendo Trump no solo es peligroso e ilegal, sino que raya con la traición. El esfuerzo del presidente es en varios estados, pero con énfasis en Míchigan, Georgia, Pensilvania, Wisconsin y Arizona, todos estados que perdió en las elecciones, pero donde los congresos estatales y los cargos electorales de relevancia son controlados por republicanos.
La estrategia es pedirles que no certifiquen la victoria de Biden, como les corresponde, y le nieguen los votos que necesita al Colegio Electoral para que su victoria sea oficial. Esa intención se vio claramente reflejada esta semana en Míchigan y Georgia, dos casos donde el presidente intentó meter la mano para cambiar el resultado.
En Míchigan, Trump perdió por casi 150.000 votos. Pero antes de que el resultado pueda considerarse definitivo, este tiene que ser certificado primero por unas juntas locales compuestas por cuatro miembros, dos por cada partido. Por lo general, se trata de un trámite en el que se revisa que no se hayan cometido irregularidades. En esta ocasión, sin embargo, se tornó en todo un espectáculo político cuando los republicanos se negaron a validar los resultados en Wayne County, donde queda la ciudad de Detroit.
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Según estos, el récord entre los votos registrados y los votos actuales no cuadraba en un 100 por ciento. Si bien era por un puñado de votos (y esto es algo que suele suceder en todas las elecciones), su decisión en la práctica anulaba los sufragios de casi un millón de personas que en su mayoría habían votado por Biden y muchos de ellos eran afroestadounidenses. Eso pese a que irregularidades semejantes se presentaron en un condado vecino que ganó Trump y donde no hubo objeción alguna. De inmediato, la campaña de Trump pidió a los legisladores republicanos del estado utilizar la decisión para negarle a Biden los 16 votos al Colegio Electoral que le corresponden. Algo que en teoría pueden hacer, pues son ellos los que mandan la lista de nombres al Colegio Electoral, que es donde finalmente se escoge al presidente. Tras dos horas de tire y afloje, los republicanos optaron por certificar la votación siempre y cuando se realice una auditoría. Varias horas después, tras recibir una llamada de Trump (confirmada por ellos mismos), pidieron cambiar su voto nuevamente y ahora se oponen a la certificación. A estas alturas nadie sabe qué pasará en Michigan, ya que este lunes esos mismos resultados deben ser certificados por otra junta con esta misma composición. Y ya uno de los republicanos, trumpista declarado, ha dicho que piensa votar en contra.
Trump, además, invitó este viernes a la Casa Blanca a los líderes republicanos del congreso de Míchigan para pedirles que le den los votos al Colegio Electoral o se los nieguen a Biden. En el caso de Georgia está sucediendo algo parecido. Este viernes, las autoridades electorales, que son republicanos, culminaron su auditoría y ratificaron el triunfo de Biden por unos 12.000 votos. Pero Trump, abiertamente, le ha venido pidiendo al gobernador y a los legisladores (también republicanos) que desconozcan el resultado y le den esos votos. Y lo mismo está haciendo en Pensilvania y Arizona, que deben oficializar sus resultados la semana entrante. El esfuerzo lo que pretende es impedir que Biden sume los 270 votos que requiere en el Colegio Electoral para ser presidente. Si eso sucede, la decisión final quedaría en manos del Congreso nacional, donde los republicanos son mayoría y le otorgarían la Casa Blanca a Trump. Lo dramático en este desarrollo es que la estrategia no está amparada en decisiones judiciales (donde no han podido demostrar que hubo asomo de fraude), sino políticas y partidistas.La nueva ofensiva de Trump está cimentada, además, en una teoría de conspiración que fue catalogada esta semana (nuevamente por los mismos republicanos) como la cosa más disparatada y loca que se ha visto en casi 250 años de democracia. De acuerdo con Rudy Giuliani, el exalcalde de Nueva York que Trump ha puesto a la cabeza de sus maquinaciones, en las elecciones se presentó un complot, dirigido por el propio Biden y el liderazgo del Partido Demócrata. Ese complot se ejecutó, según el abogado, utilizando un software desarrollado por una empresa venezolana asociada con el expresidente de Venezuela Hugo Chávez que le robó a Trump 3 millones de votos. Aparte de que no presentó prueba alguna al respecto, la teoría del exalcalde tiene varios problemas.La primera es que la compañía es estadounidense, no venezolana, y su sistema se usó en 28 estados del país. Y en muchos de ellos, como Florida, ganó Trump. No solo en el 2020 sino en el 2016.
La segunda es que en Georgia, donde se utilizó a esta empresa, ya se realizó un recuento manual de los votos (uno por uno) que confirmó la victoria de Biden. Además, las mismas autoridades de su administración ya habían calificado esta idea como absurda. “Esa rueda de prensa –donde Giuliani presentó su tesis– ha sido la hora y 45 minutos más peligrosa de toda la historia. Y la más loca”, dijo Christopher Krebs, el jefe de la Agencia para la Seguridad en Infraestructura y Ciberseguridad de la administración, un republicano nombrado por Trump a quien el presientes destituyó este martes por decir que las elecciones habían sido totalmente transparentes. Algo que también ha prendido las alarmas, pues Trump, desde que perdió las elecciones, ha venido haciendo una purga en la cúpula de las principales agencias del país y nombrando a simpatizantes en su lugar., Esa rueda de prensa –donde Giuliani presentó su tesis– ha sido la hora y 45 minutos más peligrosa de toda la historia. Y la más loca. “Nunca habíamos visto algo semejante como lo que está pasando. Trump está utilizando todos los poderes de la presidencia para permanecer en el poder a pesar de lo obvia que fue su derrota (perdió por seis millones de votos en el voto popular y por casi 80 ante el Colegio Electoral). No quiero ser alarmista, pero los ciudadanos tenemos que estar listos para reaccionar frente al escenario que más aterrorizaba a los padres fundadores: que un presidente rechazado por los electores use su poder para permanecer en la Casa Blanca”, decía el historiador Michael Beschloss en una entrevista con The Washington Post. Si bien el presidente electo Joe Biden tildó al presidente de “irresponsable”, le restó importancia a su nuevo “pataleo” y dijo que no prosperará. Pero otros en su mismo entorno han comenzado a pedir que se tomen muy seriamente estas amenazas. “A mí me dicen que parezco loca. Que esto jamás sucederá en Estados Unidos. Pero está sucediendo y a plena luz del día. El daño que ya le ha hecho Donald Trump al proceso electoral tardará décadas en ser reparado. Pero si prospera en sus intenciones actuales y logra quedarse en el poder a la fuerza, estamos hablando de un daño irreparable”, anotaba esta semana Debbie Dingell, representante a la Cámara por el estado de Míchigan.