El sueño americano cada vez se ve más lejano.
De acuerdo a un estudio, quienes nacieron en los 80 sólo tienen un 50% de probabilidades de tener mejores condiciones económicas que sus padres. Sin embargo, en algunas ciudades la movilidad social permite mejorar esa tendencia.Es un componente esencial del concepto de sueño americano: la idea de que si uno se esfuerza, si uno pone todo su empeño, Estados Unidos te permitirá a cambio disponer de cuotas de libertad y de oportunidad que, en tu país de origen, jamás habrías alcanzado. Así, al menos, era como solía ocurrir. De los niños que nacieron en los cuarentas, a un 90% les fue mejor que a sus padres. Pero en las décadas recientes, este ha sido cada vez menos el escenario real. La ‘movilidad de ingresos absoluta’, como la llaman los economistas, se redujo hasta un 50% para los niños nacidos en los ochentas. Esto, sin atender al lugar específico que ocupaban sus padres en la escala de ingresos. En otras palabras, las probabilidades de que el millennial promedio ascienda, en materia de ingresos, a un peldaño superior al de sus padres son de un 50-50. Ese es precisamente el llamativo hallazgo de una nueva investigación realizada por un equipo de economistas liderado por Raj Chetty , de la Universidad de Stanford, y Nathaniel Hendren, de Harvard. Los investigadores compararon los ingresos brutos de los niños nacidos entre 1940 y 1984, a la edad de 30 años, con los de sus padres, efectuando el ajuste por inflación. La gráfica que sigue, disponible en el sitio web de su proyecto de investigación The Equality of Opportunity Project, visualiza el resultado de los ingresos brutos. Hay dos posibles explicaciones para este preocupante fenómeno. La primera, y acaso la más familiar, es que el lógico auge identificado con la postguerra, que había alimentado enormemente al sueño americano, al menos en su sentido clásico, se agotó. Desde entonces, el crecimiento económico, visto como un todo, se está dando a una tasa menor, por lo que podríamos decir que cada vez el pastel es más pequeño. Ahora bien, la otra explicación pasa por sostener que este mismo pastel está siendo picado más desigualmente que antes. Los investigadores sometieron a examen ambas explicaciones. Si los niños de los ochentas hubieran experimentado un incremento del PIB (Producto Interno Bruto) similar al de los cuarentas, pero sin cambios en los niveles de desigualdad, entonces la movilidad absoluta habría crecido hasta cerca de un 62%, un incremento, a todas luces, modesto. Y, por otra parte, si el PIB hubiera registrado valores parecidos a los de los años cuarenta, pero el pastel hubiera sido divido del mismo modo en que entonces, la movilidad absoluta, ahora sí, habría dado un salto hasta el 80%. Eso quiere decir que, de haber creado una economía más equitativa, se pudiera haber cerrado en un 71% la brecha entre los dos puntos, cronológicamente hablando. “El aumento de la desigualdad y la caída de la movilidad absoluta de ingresos están estrechamente vinculados. El crecimiento es un factor clave para la movilidad absoluta; pero altos niveles de esta requieren, sobre todo, crecimientos importantes en la distribución de los ingresos”, escribieron los autores. “Una consecuencia es que ahora, con la actual distribución de ingresos, mayores tasas de crecimiento del PIB no son suficientes para devolver la movilidad absoluta a los niveles experimentados por los nacidos en los cuarentas y los cincuentas. Si uno quiere reanimar el ‘sueño americano’, que es consustancial con altos índices de movilidad absoluta, entonces uno debe tener un interés en que el crecimiento se dé, de forma más abarcadora, en la distribución de los ingresos”. Pero existe, a su vez, una discrepancia geográfica. Aunque fue de alcance nacional el declive en la cuota de niños que fueron capaces de superar, en materia de ingresos, a sus padres, las mayores caídas ocurrieron cerca de los centros industriales del Medio Oeste, en estados como Illinois y Michigan (45 y 48 puntos porcentuales, respectivamente). Por su parte, las más pequeñas sucedieron en Massachusetts, Nueva York, y Montana (alrededor de 35 puntos porcentuales). Si bien, en su conjunto, el escenario económico parece nefasto, los cimientos del sueño americano, a lo largo del país, se mantienen en pie. El mapa a continuación muestra dónde es que los nacidos en los ochentas, de padres más pobres (últimos cinco peldaños en la escala de ingresos), son más propensos a quebrar las probabilidades y prosperar (hacia los primeros cinco peldaños). Mientras más claro el color, mayor la movilidad ascendente: Los investigadores explican en el sitio web de The Equality of Opportunity Project por qué algunas áreas muestran mejores resultados que otras: “El deterioro del sueño americano no es inmutable. Hay ciudades dentro del país –como Salt Lake City y Minneapolis– donde las oportunidades que tienen los niños de salirse con creces de la pobreza siguen siendo altas. Urbes con altos niveles de movilidad ascendente tienden a tener cinco características: bajos niveles de discriminación, una amplia clase media, familias más fuertes, mejor capital social y mayor cantidad de buenas escuelas públicas”. Ahora bien, los niños nacidos de padres ricos tienen muchas más ventajas, lo que a su vez predispone la curva a su favor desde el principio. Una de ellas es pertenecer a buenos barrios, lo cual como ha mostrado el estudio previo de Chetty, determina en gran medida los resultados económicos. De modo que, para reducir la desigualdad en general, hay que prestar atención a las ciudades donde incluso los niños pobres tienen acceso a esos mejores barrios, con opciones educativas decentes, ambientes seguros, saludables y diversos. En última instancia, eso es lo que va a contribuir a acabar con este sistema económico de castas, y permitir a todos los norteamericanos –ricos y pobres– realizar todo su potencial.