En medio de crisis sin precedentes, Biden asumirá el poder en EE. UU.

Con fuertes medidas de seguridad, el demócrata recibirá el 20 de enero las llaves de la Casa Blanca. El 20 de enero del 2017, minutos después de prestar juramento para convertirse en el presidente número 45 de Estados Unidos, Donald Trump pronunció un discurso que dejó boquiabierto a más de uno. Según Trump, el país que acababa de recibir era uno fracturado hasta la médula y consumido por el caos y la violencia en sus ciudades. Una visión distópica que sorprendió, pues no se ajustaba a la realidad. Cuatro años después, esa parece ser la herencia que le dejará a Joe Biden, su sucesor. Este miércoles, el nuevo presidente demócrata asumirá las riendas de la Casa Blanca en medio de una crisis sin antecedentes en la historia de una nación que hace once días vio cómo una violenta turba de trumpistas se tomó el Capitolio y ahora amenaza con incendiar medio país para impedir su posesión. Todo, en medio de un enrarecido ambiente en el que se acusa a legisladores republicanos de ser parte de la “insurrección” y hasta se habla de ruido de sables. Tan delicada es la situación que las autoridades han decidido elevar el nivel de alarma ante la posibilidad de un atentado terrorista y se están tomando medidas extremas para garantizar la seguridad de Biden y los otros asistentes a la inauguración. Washington, de hecho, ya parece una ciudad militarizada. Más de 20.000 miembros de la Guardia Nacional han sido desplegados para custodiar el perímetro del Capitolio, y a ellos se sumaron cientos de agentes del FBI y de la policía local, encargados de proteger otros monumentos y edificios que podrían ser blanco de los extremistas. Y por los pasillos del Congreso deambulan ya decenas de soldados con instrucciones de no abandonar el recinto ni siquiera en horas de la noche. Los organizadores anunciaron este jueves que el mall, la explanada de una milla de longitud que por lo general alberga a miles que suelen congregarse para celebrar la llegada de su nuevo líder, estará cerrado al público.Tampoco habrá, como es habitual, la gran parada del nuevo presidente entre el Congreso y la Casa Blanca, y hasta se han tenido que cancelar los ensayos previos al cambio de mando. Y se le está pidiendo a la gente que por favor permanezca en sus casas. Aeropuertos, estaciones de trenes y del metro también permanecerán cerrados durante algunas horas, al igual que el comercio y restaurantes. Aunque Biden dará un discurso al pie del Capitolio, la gran mayoría de los eventos serán virtuales y ni siquiera habrá balls, las famosas fiestas que se realizan en horas de la noche en distintos puntos de la ciudad a donde acude al presidente para presentarse en sociedad. Trump, el presidente saliente, no piensa asistir, y Biden le ha dicho que tampoco quiere que vaya. Un cuadro irreconocible para una democracia que se supone es de las más sólidas del mundo.Pero no es para menos. A medida que han pasado los días luego de la toma del Capitolio, las autoridades han comenzado a comprender que no fue una turba que se salió de control, sino todo un movimiento muy organizado que incluso pudo contar con ayuda desde “adentro”. Esta semana, en una rueda de prensa, el fiscal general para el Distrito de Columbia, Michael Sherwin, anunció que al menos 170 personas están bajo investigación y que eso es solo la “punta del iceberg”. Dijo, además, que están contemplando cargos por “sedición” y “conspiración”, que prevén penas hasta de 20 años de cárcel. El FBI, de paso, circuló un memorando en el que advierte sobre amenazas de muerte creíbles contra Biden, la vicepresidenta Kamala Harris y la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi. Así mismo, la agencia puso en alerta a todos los estados del país, pues los extremistas al parecer también tienen planeadas protestas y tomas violentas en muchas ciudades a partir de este fin de semana. Y en varias capitales, de hecho, se han comenzado a fortificar los congresos estatales, sellando ventanas y puertas con láminas de madera y metal. “No sabemos bien a qué nos estamos enfrentando y si las amenazas son en serio. Pero tras los eventos del Capitolio tenemos claro que debemos estar preparados para lo peor”, decía esta semana Chris Loftis, el jefe de patrulleros en el estado de Washington, donde ya ha habido varias escaramuzas con grupos de extrema derecha y nacionalistas blancos. No sabemos bien a qué nos estamos enfrentando y si las amenazas son en serio. Pero tras los eventos del Capitolio tenemos claro que debemos estar preparados para lo peor Las autoridades, además, vienen monitoreando la actividad de estos grupos en redes sociales y han detectado planes concretos para este 20 de enero. Antes que recular tras la debacle del Capitolio, están envalentonados y hablan de una marcha de un millón de personas contra Washington y hasta de guerra civil. Y no es claro, tampoco, el efecto que tendrán en los ánimos la decisión de la Cámara de Representantes esta semana de elevar cargos con fines de destitución contra Trump por incitar a la insurrección y el juicio político que está por comenzar en el Senado. Si bien muchos legisladores republicanos se oponen a la medida, pues creen dividirá aún más al país, han comenzado a tomar distancia de los manifestantes. Incluso ya reconocen que Biden ganó las elecciones de manera transparente y que las acusaciones de fraude que elevó Trump terminaron siendo puras teorías de conspiración. Uno de los casos más dicientes fue el de Kevin McCarthy, líder de los republicanos en la Cámara. Tras pasarse semanas propagando estas mismas teorías y haciendo esfuerzos por impedir que el triunfo de Biden fuera certificado en el Congreso, reconoció el miércoles su victoria y hasta sugirió que el presidente debía ser censurado por incitar a los manifestantes. Y lo mismo hizo Lindsey Graham, uno de sus fuertes aliados en el Senado. Trump mismo, ya más consciente del riesgo para el país y su futuro político, pidió a sus simpatizantes abstenerse de cualquier acto de violencia y respetar las leyes.
Y Chris Wray, el director del FBI, les advirtió que les caerá todo el peso de la ley si cometen nuevos disturbios. “Ya sabemos quiénes son y los agentes del FBI van en camino. Si no quieren que les pase lo mismo, quédense en sus casas” amenazó el funcionario. Pero nadie sabe si el mensaje tendrá impacto alguno. “A estas personas se les vendió durante semanas la idea de que les habían robado las elecciones. Muchas hacen parte de grupos ya de por sí radicalizados que piensan que hay una mano oscura tratando de apropiarse del país. Y no van a desaparecer de la noche a la mañana, así Trump les pida que se comporten”, afirma Loftis. Así también lo cree Muriel Bowser, la alcaldesa de Washington. Según ella, las medidas de seguridad que se están tomando en la capital estadounidense probablemente se volverán el pan de todos los días, dada la polarización extrema que se respira en el país. “Hemos entrado en una fase muy peligrosa, y les corresponde a los líderes comenzar la larga tarea que se requiere para desactivarla”, sostuvo en tono premonitorio. Pero quizá lo más delicado de todo sea el ambiente que se respira en el seno de las Fuerzas Armadas. Esta semana, la Junta de Jefes del Estado Mayor, que integran las cabezas del Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y los Marines, publicó un extraño comunicado en el que les recordaron a las tropas que su lealtad está con la Constitución y que Biden se convertirá este próximo miércoles en su comandante en jefe, sí o sí. “Lo que vimos en el Capitolio no es coherente con la ley. El derecho a la libre expresión o a manifestarse no le da a nadie derecho a la violencia, la sedición o la insurrección. Como miembros de esta institución, debemos representar los valores e ideales de esta nación. Apoyamos y defendemos la Constitución, y cualquier acción para interferir el proceso constitucional no solo va en contra de nuestras tradiciones, sino que es ilegal”, aseguraron los jefes. Lo que vimos en el Capitolio no es coherente con la ley. El derecho a la libre expresión o a manifestarse no le da a nadie derecho a la violencia, la sedición o la insurrección Su mensaje llegó como un bálsamo de tranquilidad para un país que aún está traumatizado por los eventos de las últimas semanas e inquieto por la solidez de sus instituciones. Pero el trasfondo es más preocupante. De acuerdo con diversas fuentes, dentro de las Fuerzas Armadas han comenzado a echar raíz las mismas ideas defendidas por los extremistas que Trump se encargó de propagar a lo largo de sus cuatro años en la Casa Blanca. Y hay reportes de que incluso algunos uniformados ayudaron a los manifestantes o participaron directamente en la toma. Varios han sido separados de sus funciones mientras se adelanta una investigación. Igual de alarmantes fueron las declaraciones que dio la congresista demócrata Mikie Sherrill. Según ella, el día anterior a la marcha varios legisladores de la Cámara les dieron un “tour de reconocimiento” a los mismos simpatizantes que se tomaron el Capitolio pocas horas después. Y otros tres legisladores de este partido están en la picota luego de que Ali Alexander, uno de los organizadores de la revuelta, dijo que estos le habían ayudado a planificar la violenta jornada. Los involucrados lo niegan, pero las autoridades han prometido que llegarán al fondo del asunto. Lo más probable, al menos en lo relacionado con el acto de posesión, es que nada se materialice. O al menos eso es lo que espera la mayoría. Y si algo termina sucediendo, hay confianza en que las autoridades podrán apagar el fuego con rapidez, pues en esta ocasión sí están preparadas Sin embargo, eso no esconde el dramático momento que atraviesa Estados Unidos. Biden ha dicho que su mensaje para la nación será uno de unidad. Y que espera dar vuelta a la página para concentrarse en los grandes retos que tiene enfrente, entre ellos lidiar con la pandemia causada por el coronavirus y la crisis económica que la pandemia ha dejado. Pero quizá el más apremiante, porque amenaza con deshacer las fibras que han amarrado al país por más de 200 años, sea sanar la profunda herida que ha dejado su antecesor.