Jill Biden, una doctora en la Casa Blanca
Un articulista del diario ‘The Wall Street Journal’ le recomienda que deje de usar el título de “doctora” ya que no es médico y desata una ola de críticas en su contra
Misógino, sexista, propio de otra época, condescendiente… estos son algunos de los despectivos adjetivos —los hay más groseros y meridianos— con los que ha sido calificado un artículo de opinión del articulista Joseph Epstein del diario The Wall Street Journal publicado el pasado fin de semana sobre el título académico que ostenta la que en breve será la primera dama de Estados Unidos, la doctora Jill Biden. La pieza ya incitaba a la polémica desde el título: “¿Hay un doctor en la Casa Blanca?”, se preguntaba el autor. “No si lo que se necesita es un doctor en Medicina (MD, siglas en inglés)”, se respondía Epstein.
Como tantos otros muchos académicos que poseen un doctorado, y según la definición que hace el diccionario Merriam-Webster del término anglosajón, doctor procede del latín y es la palabra que se utiliza para professor (profesor en español). Jill Biden añadió ese título a su nombre tras lograr —ya bien entrada en la cincuentena— un doctorado en Educación por la Universidad de Delaware en 2007. Desde entonces, ese título precede a su nombre y, excepto por una baja de empleo y sueldo debido a la campaña electoral de su esposo, la doctora Biden ha estado ejerciendo la enseñanza, y pretende seguir haciéndolo cuando Joe Biden se instale en la Casa Blanca el 20 de enero.
Jill Biden, de 69 años, será la primera mujer de un presidente de Estados Unidos que continuará con su carrera profesional tras convertirse en primera dama, algo que también hizo cuando su marido era vicepresidente. La señora Biden entrará a formar parte de un pequeño club de mujeres que han vivido en la Casa Blanca y que han poseído ese título, entre las que se encuentra Eleanor Roosevelt y Nancy Reagan.
Las palabras que Epstein, escritor y antiguo director de la revista The American Scholar, le dedica a la mujer del presidente electo han sido criticadas por despectivas y humillantes, y a juzgar por las decenas de artículos y miles de reacciones que ha provocado, tienen un terrible olor a misoginia y machismo, tanto por la forma como por el tono y el fondo.
“Señora primera dama —señora Biden— Jill, nena”, comienza fuerte la pieza de opinión. “¿Alguna posibilidad de que abandone el ‘doctora’ que precede a su nombre? Doctora Jill Biden suena y parece fraudulento, por no decir que tiene un toque cómico”, escribe inclemente Epstein. En su opinión, lo que la futura primera dama posee es un doctorado en Educación que se ganó con una tesis “poco prometedora” sobre los beneficios de lo que en EE UU se conoce como community college —estudios de dos años que no dan un título técnico, pero que luego se pueden convalidar en una universidad—.
Las palabras de Epstein, profesor emérito de Inglés en la Universidad Northwestern (Illinois), provocaron inmediatamente una tormenta mediática plagada de reprobación hacia su autor, tanto que la propia Northwestern se distanció de la opinión de su antiguo docente.
Seguidores de Biden, académicos y activistas lanzaron dardos furiosos hacia la sección de opinión del diario neoyorquino. Una de sus reporteras calificó el artículo de “asqueroso”. Sin embargo, Paul Gigot, responsable de opinión y vicepresidente de The Wall Street Journal, echaba sal a la herida al defenderlo y calificar los ataques como un ejemplo de la mala fe que ha provocado lo que se conoce en Estados Unidos como “cultura cancelada”, una moderna forma de ostracismo que aísla a quienes no coinciden con el pensamiento dominante, los que no son políticamente correctos.
El equipo de comunicación de Biden consideró el artículo “un ataque asqueroso y sexista” en un tuit dirigido directamente a los responsables del diario The Wall Street Journal. “Si ustedes tuvieran un mínimo de respeto por las mujeres quitarían ese repugnante alarde de machismo de su periódico y se disculparían con ella [Jill Biden]”, exigía Michael LaRosa.
Epstein recordaba en su pieza que “como dijo una vez un hombre sabio, nadie debería de llamarse a sí mismo doctor excepto que haya traído una criatura al mundo”. Si nos ponemos estrictos, Jill Biden ha dado a luz una vez. “Piense en ello, Dr. Jill, e inmediatamente deshágase del ‘doc”. El profesor emérito, que lleva tiempo alejado de la enseñanza, también recomendaba a la doctora Biden en las últimas líneas de su artículo que abandone los delirios de grandeza y “se deje llevar por la excitación de vivir los próximos cuatro años en la mejor vivienda pública existente en el mundo como Primera Dama Jill Biden”.
Twitter se llenó de mujeres que añadían el título “Dr” a sus nombres en solidaridad con Jill Biden. Incluso hubo quien recordó varios nombres de hombres que han ostentado el título de doctor sin tener una licenciatura en Medicina, entre ellos Henry Kissinger y Martin Luther King.
Sarah Parcak, doctora en arqueología muy activa en Twitter, respondía a Epstein con la crudeza que suele manejar en sus opiniones: “Querido Joseph Epstein, autor de esta basura de artículo sexista, béseme el culo y que le jodan. Firmado: Todas y cada una de las mujeres de EE UU que poseen un doctorado”.