Los nuevos escenarios para Cataluña

¿Entrará Cataluña, una región española donde los independentistas impulsan una secesión, en una espiral peligrosa de agitación y represión? ¿O se abocará a la organización de elecciones regionales con la esperanza de volver al punto de partida? Cataluña está profundamente dividida con respecto a la independencia, pero los separatistas en el poder buscan declarar la secesión sobre la base del referéndum de autodeterminación inconstitucional del 1 de octubre. Dicen estar legitimados por sus resultados, que no pueden ser verificados: 90,18% por el sí, con una participación del 43%. El gobierno conservador de Mariano Rajoy anunció de su lado que buscará volver a tomar el control de la situación con la intervención de la autonomía de la región, una decisión sin precedentes desde el fin de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975). Estas medidas podrían empezar a materializarse a fines de octubre, tras la luz verde del Senado. El gobierno ya puso bajo su tutela las finanzas de Cataluña, que podría quedarse sin fondos propios en algunas semanas. También podría tomar el control de su policía y reemplazar de facto a los dirigentes separatistas. Buscará presentar las medidas como necesarias para restaurar «democracia», prometiendo elecciones regionales. De su lado, el gobierno catalán respondería con una declaración unilateral de independencia. Pero, ¿quién la reconocerá? De momento, no cuenta con apoyos internacionales con peso. Sus dirigentes podrían ser encarcelados, con riesgo de volverse mártires a ojos de sus simpatizantes. El miércoles, fuentes gubernamentales en Madrid explicaron que una convocatoria a elecciones regionales por parte de Carles Puigdemont llevaría al gobierno a renunciar a una suspensión de la autonomía. Puigdemont se encuentra entre dos fuegos: dentro de la coalición heterogénea que lo llevó al poder (conservadores, izquierda republicana e izquierda radical), algunos se muestran cautos y otros le animan a seguir adelante con la independencia. Unas elecciones podrían permitirle dar marcha atrás sin ser «humillado». Los catalanes podrían entonces votar para dar su opinión. Y Madrid podría también aprovechar para hacer campaña. Pero «pero si las ganamos con un voto por encima del 50%, nos vamos», declaró un responsable independentista bajo anonimato a AFP el miércoles. Por el momento, esa opción ha sido descartada, pero todavía pasarán largos días antes de que el Senado vote sobre el artículo 155 de la Constitución, por lo que la situación puede cambiar. Según los sondeos, los independentistas serían entre un 40% a 50% de los habitantes de la región. Y muchos no separatistas se sienten desde hace años «humillados» por la política de los conservadores, que obtuvieron en 2010 la anulación parcial de un estatuto que confería amplias competencias a la región. España ya vivió en el País Vasco, con 2,2 millones de habitantes, 40 años de agitación social en medio del combate por la independencia de la organización armada ETA.  ¿Puede ocurrir algo parecido en Cataluña, con 7,5 millones de habitantes? Hasta ahora las manifestaciones se han mantenido pacíficas. En el gobierno español, cuentan con que el cansancio se apodere de los catalanes de producirse una crisis económica inducida por la inestabilidad económica. Los más afectados darían la espalda a los «radicales». Pero el gobierno catalán podría disponer de una gran base de apoyos. Para el referéndum del 1 de octubre, miles de personas burlaron la vigilancia de las autoridades del estado y escondieron las urnas o resistieron pacíficamente en los colegios de votación. Muchos se manifestaron contra «las fuerzas de ocupación». Estos militantes se mantienen movilizados. Vienen de estratos diferentes y son estudiantes, agricultores, funcionarios, alcaldes, bomberos, sindicalistas… Los más determinados podrían hacer manifestaciones pacíficas tendientes a «paralizar Cataluña». La eventual reacción de las fuerzas del orden enviadas de refuerzo desde Madrid, unos 10.000 agentes, será determinante. También lo será la actitud que adopten los policías de Cataluña, muchos de ellos fieles a sus dirigentes regionales. Ni Mariano Rajoy ni Carles Puigdemont pueden ignorar las presiones del exterior: responsables europeos preocupados, inversores extranjeros, bancos y agencias de calificación. También la batalla se libra en el terreno de la imagen, ya que los separatistas juegan la carta de la «democracia contra la represión de Madrid», mientras el gobierno central se esfuerza por explicar que los derechos de los catalanes no independentistas también han sido violados al haber sido privados de un debate profundo sobre la independencia mbos tienen mucho que perder si el bloqueo se enquista.

¿Quiénes son los dos protagonistas del conflicto catalán?

El gobierno español cumple su amenaza, al anunciar que avanza en los trámites hacia una intervención de la autonomía de Cataluña, aplicando el temido artículo 155 de la Constitución, después de que su Carles Puigdemont, advirtiera que el parlamento regional puede votar la independencia unilateral si su solicitud de diálogo no es escuchada.

Mariano Rajoy 

El líder del conservador Partido Popular (PP), de 62 años, es el presidente del gobierno español desde diciembre de 2011. Tras las legislativas de 2016, gobierna en minoría con el apoyo del partido liberal Ciudadanos, nacido en Cataluña para luchar contra el secesionismo. El PP es apenas la quinta fuerza política en Cataluña, donde recabó el 13% de votos en las últimas elecciones regionales, en 2015, y tiene sólo un ayuntamiento. Rajoy ya tenía experiencia en este asunto: en el 2006, que le daba más competencias a la región y la elevaba al rango de «nación». A raíz de un recurso de su partido, el Tribunal Constitucional lo anuló parcialmente en 2010, lo que desató la ira de muchos catalanes. Sus detractores lo acusan de haber dejado enquistarse la cuestión catalana, y haber hecho prosperar así la causa secesionista. Rajoy insiste en que no puede negociar la celebración de un referendo con todas las garantías en la región porque es incompatible con la Constitución. Este jueves, su gobierno anunció que un consejo de ministros el sábado enviará para aprobación del Senado las medidas que prevé tomar bajo el artículo 155 de la Constitución, que permite intervenir en la administración catalana.

Carles Puigdemont 

Ex periodista de 54 años, el presidente regional catalán milita por la independencia desde su juventud. También tenía experiencia.  Fue propulsado a la presidencia a comienzos de 2016, cuando la CUP, partido de extrema izquierda cuyo apoyo necesita en la cámara regional, exigió la partida de su predecesor Artur Mas, al que culpaba de las políticas de austeridad aplicadas durante la crisis. Pese a las presiones de grandes empresas catalanas y del Estado español, Puigdemont ha defendido de manera pugnaz su proyecto, y no dudó en criticar el discurso pronunciado por el rey Felipe VI el 3 de octubre. «Así no», le espetó al monarca, que había acusado de «deslealtad» a los dirigentes catalanes. En una confusa sesión del parlamento catalán el 10 de octubre, dijo asumir «el mandato de que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de República» pero pidió suspender «los efectos de la declaración de independencia». Este jueves, en una carta a Rajoy, indicó que el parlamento catalán no votó la declaración de independencia, pero advirtió que lo hará si el gobierno central desoye su pedido de diálogo y no cesa «la represión». El dirigente es objeto de una investigación por «desobediencia», «prevaricación» y «malversación de caudales públicos» por la organización del referéndum prohibido del 1 de octubre. Fue propulsado a la presidencia a comienzos de 2016, cuando la CUP, partido de extrema izquierda cuyo apoyo necesita en la cámara regional, exigió la partida de su predecesor Artur Mas, al que culpaba de las políticas de austeridad aplicadas durante la crisis. Pese a las presiones de grandes empresas catalanas y del Estado español, Puigdemont ha defendido de manera pugnaz su proyecto, y no dudó en criticar el discurso pronunciado por el rey Felipe VI el 3 de octubre. «Así no», le espetó al monarca, que había acusado de «deslealtad» a los dirigentes catalanes. En una confusa sesión del parlamento catalán el 10 de octubre, dijo asumir «el mandato de que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de República» pero pidió suspender «los efectos de la declaración de independencia». Este jueves, en una carta a Rajoy, indicó que el parlamento catalán no votó la declaración de independencia, pero advirtió que lo hará si el gobierno central desoye su pedido de diálogo y no cesa «la represión». El dirigente es objeto de una investigación por «desobediencia», «prevaricación» y «malversación de caudales públicos» por la organización del referéndum prohibido del 1 de octubre.

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