Me enamoré de un extranjero, pero resultó ser un loco que me engañó

Creí ser el amor de su vida, descubrí que solo era una más en su lista de amantes. #MensajeDirecto. Me dijo que mi paso en su vida fue netamente sexual y además no un buen sexo. Es decir, que fue básicamente él quien me estaba haciendo un favor a mí por acostarse conmigo. Hace unos meses, al finalizar mi carrera, me aventuré a estudiar inglés y a trabajar en Londres. Para mí fue una muy buena idea arriesgarme y tratar de buscar un empleo de cara al público con el fin de practicar lo aprendido en clase. Tuve buena suerte al encontrar un trabajo en la cafetería de un museo, pero ¿quién era yo en ese momento? Una chica de 22 años que acababa de terminar una relación de un poco más de tres años, que vivía con su mamá, que le aterraba sentirse sola en un país desconocido y con muy pocos amigos en tierras británicas. Era un manojo de miedos. Al ‘colonizar’ el trabajo en la cafetería, mi nivel de confianza subió de manera abismal. Ya tenía un lugar donde podía poner en práctica un idioma nuevo, comencé a conocer personas, a hacer amigos, en fin todo volvía a la normalidad. Sin embargo, no todas las personas que conocí querían ser solamente ‘mis amigas’. Entre ellas había un chico, cuyo nombre vamos a omitir. Lo llamaremos solamente ‘chico’, y verán como más adelante este apodo cobra sentido. A ‘chico’ le gustaba crear encuentros casuales para saludarme, preguntarme cómo estaba y tocarme sutilmente la espalda. Era muy atractivo, dulce, coqueto, todo un encantador. Sin dar espera se acercó, me pidió el teléfono y concretamos una cita. Él decía que no podía creer que yo estuviera soltera y en disposición de salir con él. Me moría de la emoción y recordaba aquellas películas gringas donde todo es mágico, solamente me faltaba ganarme la lotería o descubrir que era hija de algún señor con mucho dinero. Londres era el escenario ideal para enamorarse y salir de la mano con un chico guapo. Nuestra primera cita fue perfecta: en un típico ‘pub’ inglés bebiendo cerveza, contándonos intimidades y riéndonos como un par de niños al encontrar cosas en común. Ahí empezó todo. Nuestro primer beso fue a media noche en High Park, bajo la luz de la luna, él todo un caballero y yo sin ninguna resistencia derritiéndome en sus brazos.

Así sin ataduras, sin tabúes, ni remordimientos y no esperando para vernos, empezó nuestra corta historia de amor. Resultaba mágico vernos todos los días en el trabajo, esperar a que saliera el otro e ir a nuestros rincones especiales a compartir lo trágico-pero bonito-de nuestro día. Besándonos sin control, acompañándonos a casa, enviándonos mensajes y una que otra llamada. Consolidamos nuestra relación con una regla clara: intentemos esto, pero vamos despacio. Es decir, seamos novios sin decirlo en voz alta y démonos el tiempo de conocernos. Este tiempo de luna de miel duró un mes. Y con eso claramente llegó el sexo, un acto que puede romantizarse o puede ser solamente eso, sexo. En su momento fue el acto de amor más maravilloso, romper la barrera de la desnudez, experimentando y buscando una tranquilidad en otro gran escenario londinense bajo la luz de la luna y con la posibilidad de quedarnos en cama, desayunar juntos y perdernos uno en el otro. Nuestro encuentro fue claramente una escena perfecta. Al día siguiente, él debía irse de viaje al sur de Francia con su familia por dos semanas. El tiempo de espera fue eterno, pero yo estaba tranquila. No veía la hora de verlo y reconectarnos. Llegó la hora de vernos, mi corazón no podía de la felicidad, sentía que me invadía, efectivamente volvía a verme, a buscarme, a extrañarme. Algo cambió, al parecer su línea de teléfono no funcionaba, había olvidado pagar la factura y estaba incomunicado. Sus redes sociales de repente desaparecieron.
En su momento me pareció una respuesta válida. Ahora mismo pienso lo idiota que fui. No obstante, entendí y le di su espacio, claramente sin teléfono nuestro canal de comunicación se rompió y nunca más volví a verlo fuera del trabajo. Nuestros rincones se habían perdido. Yo tenía un nuevo horario de clases, así que no sabía cuándo podía verlo. Él comenzó a darme evasivas y yo en un ataque de pánico, por entender que había sucedido, lo enfrenté. Iracunda le puse una cita para reconectarnos, se cumplió en nuestro lugar favorito, donde sucedió nuestro primer beso y en medio de la rabia y la confusión le pregunté:

– ¿Qué quieres conmigo? ¿Era solamente sexo?

A lo que él respondió que su evasiva venía de un problema familiar, muy complejo, el cual involucraba la pérdida de sus hermanas y el uso que ellas hacían de las drogas.

Claramente me sentí culpable por no entender y enojarme, volví de nuevo a darle su espacio ya que él contestó a mis preguntas textualmente: “¿cómo crees que yo iba a perder el tiempo por solo sexo?, yo trabajo, puedo pagarlo si quiero. Quiero estar contigo, solo cosas surgieron en mi familia y no estoy del todo listo para pasar tiempo con alguien más en este momento, compréndeme. Claro que quiero una relación contigo, pero tú acabas de salir de una relación, espero por ti”.
Ya tenía mi respuesta, me fui a mi casa feliz porque el chico con el que yo quería estar estaba esperando a que estuviera reconstruida para ser felices por siempre. La elegida a la coronación como su siguiente novia sería yo, ya que él estaba físicamente y emocionalmente conmigo hasta el infinito y más allá. Dos semanas después por fin él estaba volviendo a mí, volviendo a acercarse, habíamos encontrado un canal de comunicación a falta de su teléfono y redes sociales: vía email. Allí volvía a escribirme, a llenarme de su atención, a buscar encuentros, esta vez en su casa. No cabía de la dicha, ahora estábamos en una zona segura, su casa, dónde no llevaba a ninguna chica. Allí residían su gata, su mamá y sus hermanas. Claramente desbordábamos pasión y dulzura.
Pensé que por fin volveríamos a ser los mismos de antes. Todo estaba empezando a ser normal, pero algo nuevo pasó. Un nuevo drama. Uno de sus mejores amigos falleció y allí estaba yo de nuevo, comprendiendo, acompañando, dándole su espacio, haciéndole notar mi apoyo y mi amor. Hasta que un día la ansiedad se apoderó de mí y le confesé lo mal que me sentía con todo, lo mucho que lo extrañaba y lo importante que era para mí. Su respuesta me dio mucha calma, eran las palabras que necesitaba oír.
Extrañaba su cariño físico y las largas esperas eran insoportables, quería volver a nuestros lugares secretos. Hasta que llegó un fatídico día donde por accidente una de mis amigas me comentó que él había hecho una llamada telefónica, cuando en teoría no tenía línea. Además, en su anécdota él usaba su Instagram. Yo guardé silencio y esperé a verlo para poder aclarar esta situación, ya que no estaba para nada cómoda al respecto.
Una vez más lo enfrenté, con rabia y muchas preguntas. Su respuesta fue muy firme, “tengo una exnovia que está loca, me controla. Ella ‘hackeó’ todas mis redes sociales, sabe de ti y quiere agredirte físicamente. Tengo miedo de que pueda notar que estoy contigo y no quiero que te lastimen”. Desconcertada, solamente me fui en silencio y le pedí que me llamara para poder aclarar eso y poder hacer algo. Efectivamente me llamó, hablamos por media hora acerca de la solución: esperaríamos a que ella solamente se alejara. Yo solo debía esperar a que él volviera a acercarse a mí cuando se sintiera preparado. Por lo pronto, él no quería una novia. Pero me aseguró que la elegida a la coronación como su siguiente pareja sería yo, ya que él estaba físicamente y emocionalmente conmigo hasta el infinito y más allá. Yo con un sin sabor, acepté los términos con muchas dudas e inseguridades, pero con la esperanza de que todo a la semana siguiente sería como al comienzo de este cuento de hadas. Claramente eso nunca pasó, pero ‘el desenlace es maravilloso’. Mis grandes amigos, los cuales soportaron todo, me dijeron: “ese man tiene otra, la novia no está loca y usted tiene que abrirse de esa historia ya”. Su novia fue como la Virgen María, pero con mucha paciencia y exceso de confianza en una persona que no podía dejar de ser infiel.
Eso ya lo había aceptado, pero necesitaba que él me lo dijera, que fuera claro y honesto, ¡cuánta fe le tenía! Le escribí de nuevo, esta vez ya por WhatsApp. Él solamente se puso nervioso y muy enojado, a tal punto que en el trabajo me ignoraba y no podía soportar pasar tiempo conmigo. Yo solamente pensaba en que tenía razón, él lidiando con una ex loca y ahora otra loca que no lo comprendía. Así que le di espacio para que se calmara y poder reconciliarnos mágicamente en alguna callecita bonita de Londres, pero no, eso no pasó. Él, en el momento que yo había sido comprensiva y cariñosa, puso una foto con una chica, que claramente no era de su familia. No existía ningún parecido. Fue como si mano invisible me diera una bofetada -que me dejó sin aliento- acompañada de una voz que me gritó: «¡Qué más necesita! ¡Amiga, dese cuenta!». En mi desesperación saqué el lado detectivesco, del cual me siento muy orgullosa, y haciendo un gran uso de internet, solamente con una foto, encontré su nombre, su Facebook, su Instagram y claramente confirmé que tenía una relación amorosa con mi príncipe de blanca armadura. Devastada llamé a mi aquelarre, aquelarre porque entre brujas (mujeres llenas de magia) nos cuidamos. Todas mis amigas me dijeron “si usted fuera ella habría querido saberlo”. Con una anotación importante: «esto no es una venganza, es un aviso de solidaridad y una mano amiga para otra mujer».
Me embarqué en la aventura de mandarle diecisiete mensajes con fotos de nuestras conversaciones, también le expresé mi más sentido pésame ante su relación muerta y mis sinceras disculpas por creer en su novio. Le dije que esto jamás iba a ser una competencia, yo me retiraba.

Ella me contactó y hablamos por una hora, un tiempo que agradezco mucho. Me pareció una mujer maravillosa, me contó que era la tercera vez que esto ocurría, pero yo fui primera que le avisaba (unas fueron descubiertas por ella y él le confesó sobre otra). ¡El hombre era ‘todo un romántico’!, valga la ironía. Estalló una olla presión llena de mentiras. ¿Recuerdan cuando él me decía que se iba de “vacaciones familiares”? claro, porque ella le pagó el viaje, pues vive en el sur de Francia. La foto que vi fue por lo obligó a ponerla en un descuido. Como era de esperarse, al mencionarse mi nombre en su pelea de pareja, el energúmeno de “chico” llamó a insultarme y a dejarme muy claro que jamás fui su novia, que no tenía derecho a reclamar ya que él no me había concedido el honor divino de ser “la oficial”. Eso me daba la categoría de una destructora de hogares, por contarle a ella antes que a él de todo mi trabajo fructífero en internet descubriendo la verdad. Se salió de control. Al volver a mi casa, después de una llamada del que dos días atrás creía era el amor de mi vida diciéndome cosas terribles, asumí el control y solamente me hice a un lado de ese fuego cruzado entre dos personas que llevaban 2 años de relación. Supe que vivían juntos en Londres, ya iban tres infidelidades y ella seguía siendo su ‘salvadora’ ante un pasado oscuro lóbrego y lleno de drogas. Es decir, su novia fue como la ‘Virgen María’, pero con mucha paciencia y exceso de confianza en alguien que no podía dejar de ser infiel. Sabiendo el poco amor que quedaba en mi corazón, él me atacó con algo que hoy sigo pensado fue lo más bajo, pero lo más común en estos casos. Me dijo que mi paso en su vida fue netamente sexual, que le daba mal sexo. Es decir, me dio a entender que él me estaba haciendo un favor al acostarse conmigo, además de hacer alusiones a que mi vagina estaba sucia. Me decía que era una prostituta por haberme acostado con él. No feliz con esto, me amenazó con hacer público un video sexual, el cual yo desconocía, ante todos mis compañeros de trabajo como un escarmiento público. No pegue ojo en toda la noche. Su exnovia siempre me dijo: “él no te hará nada, yo tengo el poder de su Instagram y no voy a permitir que dañe a la única persona que fue honesta conmigo… estoy contigo y te respaldo”. Al día siguiente, llamé a la policía y les mostré la amenaza, obviamente por más feliz que estuviera de tener el apoyo de su ex, estaba ‘cagada del susto’. Nadie quiere ver cómo su cuerpo se mueve desnudo frente a una cámara. Todo se resolvió por vía legal, le hicieron llegar un aviso de que en caso de ser publicado el video, se pondría una multa y él sería arrestado por acoso sexual.
Estoy orgullosa de todo, yo creí en alguien y me quise dar la oportunidad, no funcionó, pero lo intenté y fui honesta, para mi basta.
Pero faltaba algo más…
Esto no acaba aquí. Mientras yo estaba en mi casa, aterrada hablando con los policías, la exnovia y mis amigos en Colombia acerca de cómo cabía la posibilidad de que mis ‘nalguitas’ estuvieran en internet, me escribió la mamá de ‘chico’ para ofrecerme disculpas, contarme que él iba a cambiarse de trabajo, que se iba a disculpar y no iba a hacer público ningún vídeo. Estaba avergonzada por su comportamiento reprochable. A mí claramente me dejó de piedra cuando la que pudo ser mi suegra me dice: “tranquila, tu video sexual no va a salir y llama a la policía, mi hijo tiene que aprender”. Esta historia me enseñó la importancia de darse un tiempo a solas y tomar acciones cuando no hay seguridad desde el principio. Sin embargo, estoy orgullosa de todo, yo creí en alguien y me quise dar la oportunidad, no funcionó, pero lo intenté y fui honesta, para mi basta. Si me preguntan, para mí ese ‘chico’ es un chico, no es un hombre de 22 años. Es un perturbado que cree que las mujeres son para usarlas en todos los sentidos. El problema jamás fue el sexo, el sexo es placer y el placer no debería de ser doloroso si la persona no lo permite Esto fue misógino, no solamente porque él hablara e insultara mi vagina, una vagina de la que disfrutó y buscó de una u otra forma, sino porque él transgredió el uso de cuerpos, usándome a mí para saciar el vacío de su novia residente en el sur de Francia. Además, su enojo no nace en su error, sino ‘en lo mala que fui yo por contarle a ella’. Es decir, él está enojado porque una persona que él consideraba menos inteligente y que usó momentáneamente, le ganó en su juego sucio. Yo me siento muy agradecida por las disculpas de su mamá, debe ser terrible saber cómo tu hijo dañó emocionalmente a dos personas y que una de ellas vivió en su casa y ayudó a su hijo a salir de su adicción a las drogas. También nos enteramos de que existían otras chicas en mi trabajo, es decir, somos tres mujeres, una en Francia, dos en Londres. A todas se nos cuestionó nuestra inteligencia y nuestro valor como personas, ya ni siquiera como una pareja, como seres humanos. El papel de la mujer se convirtió en una moneda de cambio, diseñada para busca la atención masculina y no, así no funciona. De toda esta experiencia me queda claro cómo la hermandad femenina es tangible, es latente y es hermosa. Somos un impetuoso aquelarre, fuerte.