Por qué el Estado Islámico odia a Occidente

No es un problema del Islam, sino un problema árabe, puesto que en países como Indonesia e India el fundamentalismo no ha conseguido proliferar del todo. Una vez las dictaduras cayeron y el caos reinó en Oriente Medio, la gente no recurrió a sus identidades nacionales (iraquí, siria o egipcia) sino a otras mucho mayores (chiíta, sunita, kurdo y árabe).  El Estado Islámico tiene a Occidente en su punto de mira. La barbarie del grupo yihadista produce ira, mucha, y, por lo general, poco análisis. El odio yihadista tiene un proceso, un porqué, que se ha dado a lo largo de la última década en varios países árabes. Según Fareed Zakaria, que escribe una columna en el Washington Post, no es un problema del Islam, sino un problema árabe. El periodista pone el ejemplo de Indonesia, el mayor país musulmán del mundo y que, por el momento, la yihad y el fundamentalismo islámico no han conseguido proliferar entre sus fronteras.  En India, país cercano a la sede de Ayman al Zawahiri en Pakistán, muy pocos de sus 165 millones de musulmanes son miembros de Al Qaeda o partidarios del Estado Islámico. Y no es porque Zawahiri y el resto de líderes yihadistas no hayan intentado reclutar musulmanes indios, simplemente sus ideas no se expanden tanto como en los países árabes. La política árabe se encuentra en decadencia desde hace ya varios años. A principios de siglo, casi todas las partes del mundo, incluso África, presagiaban un progreso político significativo. Pero el mundo árabe continúa siendo un desierto. Por ejemplo, en 2001, la mayoría de los árabes tenía menos libertades que en 1951. Las dictaduras seculares del mundo árabe fracasaron -política, econconómica y socialmente- y los fundamentalistas alzaron al Islam como la solución.
El mundo árabe se vio entonces arrinconado entre los regímenes de dictadores (Mubarak o Al Assad) o la más violenta de las oposiciones (Al Qaeda o Estado Islámico). A pesar de las invasiones de potencias occidentales y a pesar de la Primavera Árabe, esta dinámica entre dictadores y yihadistas no se ha roto. La fragilidad de estos países es latente. Una vez las dictaduras cayeron y el caos reinó en todo Oriente Medio, la gente no recurrió a sus identidades nacionales (iraquí, siria o egipcia) sino a otras mucho mayores (chiíta, sunita, kurdo y árabe). El fundamentalismo como solución les mueve a matar e incluso a morir por la causa. No importa tanto el tipo de gobierno como el poder de ese gobierno. La ausencia de todo poder es lo que se está sufriendo en países como Libia, Irak y Siria. El periodista alemán Jürgen Todenhöfer consideró que “con los atentados de París, el Estado Islámico no sólo quiere sembrar pánico en Occidente, también quiere clavar una cuña en nuestras sociedades para instigar odio contra nuestros conciudadanos musulmanes”. El también escritor y doctor en Leyes publicó en su página en Internet que el Estado Islámico (EI) busca además “provocar la expansión de la guerra contra el terrorismo”. “No debemos caer en esa trampa“, advirtió al referirse al rechazo y al miedo que EI trata de provocar entre occidentales y musulmanes en las sociedades de Occidente. Señaló que lo anterior le fue dicho claramente durante los encuentros que sostuvo con el EI en Medio Oriente. No puede entenderse el surgimiento del Estado Islámico, ni lo que ocurre actualmente en Medio Oriente, sin volver sobre las consecuencias profundas y a largo plazo de las guerras de Irak y Afganistán. La invasión y guerra de Irak, entre 2003 y 2011, fue liderada por Estados Unidos en alianza con Reino Unido, el Estado español y otros países. El principal argumento para justificar la guerra era que Saddam Hussein estaba construyendo armas de destrucción masiva, por lo que constituía un peligro para los aliados de Estados Unidos en la región y su propia seguridad. Diferentes investigaciones demostraron que esto era una completa mentira, y que los gobiernos de Estados unidos y Reino Unido ocultaron información para para poder justificar la guerra. La invasión a Irak formaba parte de la estrategia de “guerra contra el terrorismo” que desplegó George Bush de la mano de los neocon norteamericanos con el objetivo de intentar revertir la decadencia hegemónica de Estados Unidos, construyendo un nuevo “enemigo”, el “eje del mal”. Se nutrían de la ideología del “choque de civilizaciones” desarrollada por el conservador Samuel Huntington. Estados unidos buscaba “rediseñar el mapa del Medio Oriente” y “modernizar Irak” según el “modelo norteamericano”, lo que implicaba la promesa de privatizaciones y jugosos negocios para las multinacionales con el petróleo. Sin embargo, la guerra dejó un país completamente devastado, destruyendo por completo las infraestructuras básicas y los cimientos del poder de Saddam Hussein, sin lograr consolidar un nuevo poder estable. Se calcula que murieron como consecuencia de la guerra al menos 150.000 personas (algunas fuentes triplican esos números), con millones de desplazados y refugiados. Al fin de la guerra hubo una intensificación de la lucha entre facciones rivales religiosas, incentivada por Estados unidos que apoyó a la mayoría chiíta, oprimida por el régimen de Saddam, contra la minoría sunita que había controlado hasta entonces el Estado. La caída del régimen de Hussein había dejado a 400.000 miembros de su derrotado ejército y funcionarios del partido Bath sin trabajo de un día para otro y muchos de ellos terminaron en cárceles como la de Abu Ghraib donde se llevaban a cabo todo tipo de vejámenes y torturas. Una vez retiradas las tropas norteamericanas, el gobierno chií reprimió brutalmente a los suníes y otros sectores de la oposición. En este caldo de cultivo, de odios y resentimiento, creció una fuerza completamente reaccionaria que terminó constituyendo Al Qaeda de Irak y posteriormente el Estado Islámico, reclutando a ex miembros del ejército de Saddam Hussein junto a islamistas suníes radicalizados. Como dice la periodista Olga Rodríguez, las cárceles iraquíes durante la invasión norteamericana, con sus torturas y vejaciones inimaginables, fueron “escuela” para muchos milicianos del Estado Islámico, que reclutaron milicianos movidos por el odio contra occidente. El Estado Islámico de Irak y el Levante (el territorio que ocupan Siria y Líbano), después conocido como Estado Islámico, se consolidó desde el 2013, conquistando gran parte del territorio de Irak y Siria. En 2014, anunciaron la constitución de un “Califato islámico”. La ideología del Estado islámico es teocrática y completamente reaccionaria, y no acepta ninguna desviación respecto a lo que consideran el cumplimiento estricto del Islam. El método de las decapitaciones y lapidaciones lo comparten con los castigos aplicados en Arabia Saudita, donde se castiga con la cárcel o decapitaciones a quienes cuestionen los valores tradicionales, beban alcohol o se atrevan a conducir un automóvil, en el caso e las mujeres. El Estado Islámico también ha realizado lapidaciones a mujeres acusadas de adulterio. ISIS proclama una “guerra contra occidente” y una “guerra contra los infieles”, que son aquellos musulmanes que según ellos se “desvían” de las leyes del Islam. El reciente atentado en un suburbio popular en Beirut, reivindicado por el Estado Islámico, muestra que sus atentados y métodos reaccionarios son utilizados (en la mayoría de los casos) contra la población árabe y musulmana, como también contra los kurdos y otros sectores de la población en Siria e Irak. El Estado Islámico es una fuerza contrarrevolucionaria y burguesa, con una ideología integrista y métodos aberrantes contra las poblaciones que controla. No es una organización, como Hamas en Palestina y otras, que a pesar de tener una ideología teocrática, expresan a su manera movimientos de liberación nacional. Su fuente de financiación se encuentra entre algunos potentados de las burguesías petroleras de Arabia Saudita y Qatar, algo que esos gobiernos dejan hacer. También se basa en el control del territorio, secuestros, robos y especialmente en el usufructo de las refinerías de petróleo, que capitalizan en el mercado negro. Según algunos analistas, cuentan con más de 20.000 combatientes extranjeros en el EI, de los cuales unos 3.500 provienen de países occidentales, 1.200 franceses, 600 británicos, belgas y de otros lugares. La situación de precariedad, islamofobia y represión que viven gran parte de los musulmanes en los países Europeos, siembra odios de los que se nutre esta organización, a lo que se suman las intervenciones y bombardeos de países como Francia y Estados Unidos. La guerra en Siria, que en cuatro años ha provocado más de 250.000 muertos, es el otro escenario donde se ha desplegado el Estado Islámico. Los intereses locales, regionales y de las potencias imperialistas que se cruzan en el conflicto, abonaron el terreno para el avance del Estado Islámico. Arabia Saudita, Catar y Turquía apoyaron directamente, o dejaron actuar, a las milicias yihadistas que combaten contra Al Assad, como Al Nusra en Siria y el Estado Islámico. El enfrentamiento de Arabia Saudita con Irán es una coordenada clave del conflicto, que favoreció a la expansión del Estado Islámico, una fuerza que enfrenta a los chiíes iraníes. En el caso de Turquía, la ofensiva del Estado Islámico hacia los kurdos, también cumple un papel crucial. Un documento de inteligencia militar norteamericano que se filtró mostraba que Estados Unidos estaba en conocimiento de que se iba a proclamar un “califato” suni en Siria, pero consideraba que podía servir para evitar un fortalecimiento de Assad (sostenido por Rusia e Irán). Por otro lado, los bombardeos de la coalición encabezada por Estados Unidos y los países árabes no sirven para derrotar al Estado Islámico, pero nadie está dispuesto por el momento a embarcarse en una operación masiva terrestre. Algo que después del desastre de Irak es muy costoso repetir. El fracaso de las “primaveras árabes” es otra clave que explica el curso contrarrevolucionario que tomó la situación en Medio Oriente, con el fortalecimiento de fuerzas reaccionarias como el Estado Islámico, la guerra en Siria, la nueva ofensiva del Estado de Israel contra el pueblo palestino y el curso represivo y bonapartista de Erdogan en Turquía contra los kurdos y la izquierda. El actual curso guerrerista de Hollande en Francia, la intensificación de los bombardeos en Siria y el aumento de las tendencias xenófobas e islamófobas en Europa, no hacen más que fortalecer ese curso reaccionario.Una nueva realidad atraviesa Medio Oriente a partir de la avanzada del Estado Islámico en Siria e Irak. Las tensiones sectarias y los desafíos de Occidente, en un informe especial de la revista DEF  La inestabilidad política en Siria y en Irak ha sido uno de los factores que explican la expansión del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) y cómo ésta ha desembocado en profundos cambios geopolíticos en Medio Oriente. Así lo asegura un artículo de la revista especializada DEF, en el que se analizan, además, las pujas dentro del islam y los desafíos abiertos para Occidente. «Se trata de un movimiento que ha surgido en pleno conflicto sectario, que vive del sunismo despreciado y castigado en el nuevo Irak y en rebelión en Siria, frente a los chiítas», opina el investigador Andrés Ortega. De acuerdo con el mismo artículo, uno de los factores que definen a ISIS está vinculado con su horizonte expansivo. Los yihadistas ya no limitan sus aspiraciones a un territorio de la antigua Mesopotamia, sino que buscan que el califato esté presente, en tanto Estado, en la mayor cantidad de territorios posibles. «A los cristianos se les ofrece elegir entre el pago de un impuesto, la conversión al islam o la expulsión» DEF replica a su vez la opinión del especialista Ignacio Álvarez Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante, sobre las alternativas que ofrece ISIS a quienes profesan otras religiones en sus territorios: «A los cristianos se les ofrece elegir entre el pago de un impuesto, la conversión al islam o la expulsión. Otras religiones minoritarias, como el yazidismo, han corrido todavía peor suerte al no ser consideradas religiones monoteístas, (…) por lo que debem ser, lisa y llanamente, erradicadas de la faz de la Tierra». Desde el 29 de junio de 2014, día en que su máximo líder -Abu Bakr al Baghdadi- fue proclamado «emir y califa de todos los musulmanes», fueron ejecutadas al menos unas 2.000 personas, de acuerdo con los datos de el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). Amnistía Internacional (AI), por su parte, ha denunciado que existe una campaña sistemática de limpieza étnica en el norte de Irak. Las máximas víctimas de las atrocidades de ISIS han sido las mujeres y las niñas, sometidas a abusos y violaciones, matrimonios forzados o incluso vendidas como esclavas sexuales, informa DEF. No es una novedad que el Estado Islámico ya se ha convertido en un polo de atracción para el extremismo islámico en todo el mundo. Unos 3.000 ciudadanos de países occidentales, entre ellos el Reino Unido, Bélgica, los Países Bajos, Alemania y Francia, viajan cada mes para entrenarse y unirse a sus filas. Un informe elaborado sobre la situación Siria, puntualmente, da cuenta de la presencia en el territorio de combatientes extranjeros provenientes de al menos 81 países. Aunque la mayoría pertenece al mundo árabe, también los hay de EEUU, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, además de Europa. El atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo y su secuela en dos tomas de rehenes en los días subsiguientes dan cuenta de las primeras repercusiones de esa expansión del yihadismo, afirma DEF. El analista Anthony H. Cordesman responsabiliza por igual al gobierno del ex premier iraquí Nouri al Maliki y al del presidente sirio, Bashar al Assad, por la expansión de ISIS. Con relación a la situación en Irak, Cordesman afirma que el reforzamiento de los chiítas en el Gobierno y sus vínculos con Irán «provocaron la desafección de los sunitas y la exacerbación de las tensiones». Sobre Siria, el especialista opinó que «la guerra civil iniciada en 2011 ya había dividido efectivamente al país entre una facción liderada por Al Assad y una mezcla de más de 70 facciones dominantemente sunitas». Esta división interna, sumada a la intervención de Hezbollah y al involucramiento de Rusia en el conflicto, es la que ha dado a ISIS una base estratégica en su avance hacia Irak, explica el artículo de DEF. Los refugiados y desplazados también aportan un elemento de desestabilización y tensiones al ya delicado tablero regional, al aumentar la presión económica y de seguridad en países como Líbano, Turquía, Jordania y los Estados árabes del Golfo. Además de la amenaza que representan Siria e Irak para Estados Unidos, Anthony Cordesman recomienda considerarlo como un conjunto de oportunidades. El investigador aconseja que el país continúe trabajando con sus aliados árabes, apostando a la llamada «guerra de desgaste» contra Siria e Irán, y que logre demostrar que existe una clara alternativa al extremismo islámico. «Estados Unidos deberá prepararse para lidiar con múltiples crisis en Medio Oriente, por lo menos, durante la próxima década» y el resultado final requerirá «paciencia y realismo estratégicos».

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