Quiénes son los Boogaloo Boys, el grupo de extrema derecha que usa camisas hawaianas y quiere una segunda guerra civil en Estados Unidos
Crecieron en los últimos meses y ganaron mucha visibilidad en las protestas contra las cuarentenas decretadas en muchos estados del país. También participaron de las protestas por la muerte de George Floyd, tanto para apoyarlas como para causar violencia. Su peculiar origen, sus tácticas y sus alarmantes objetivos
Su estética está pensada para confundir. Es cierto que suelen estar fuertemente armados, pero las coloridas camisas hawaianas que visten y la simbología que usan, sin referencias explícitas a nada violento, contribuyen a que parezcan personajes divertidos. Pero son todo lo contrario. No solo porque su visión del mundo está impregnada de un odio muy profundo, sino porque sus objetivos los vuelven realmente peligrosos. El nombre con el que se identifican ha ido mutando con el tiempo. Algunas veces se presentan como los “Boogaloo Boys”, otras como el “Movimiento Boogaloo”, entre diferentes con variaciones de esas mismas expresiones. Pero la palabra clave es Boogaloo. Su origen es una película clase b de 1984, Breakin’ 2: Electric Boogaloo, protagonizada por un grupo de bailarines de break dance que se enfrenta a un proyecto inmobiliario que quiere tirar abajo su centro de recreación barrial.
El filme dio lugar a todo tipo de parodias en su momento, pero se fue perdiendo en el olvido. Hasta que reapareció recientemente en el universo de las redes sociales, en forma de meme, y utilizada por usuarios de extrema derecha para referirse a una hipotética “segunda guerra civil estadounidense”. Algunos de estos individuos formaron algo similar a una cofradía online que derivó en este movimiento, que tuvo un notable crecimiento en los últimos meses. Está lejos de ser un grupo orgánico y centralizado. Es algo mucho más difuso, sin estructura ni líderes, y con diferencias ideológicas importantes. Algunos se identifican con las ideas libertarias y creen que la guerra civil enfrentará al “pueblo” contra el Estado, que presuntamente querría arrebatarles sus derechos individuales. Pero otros son supremacistas blancos que creen que la guerra, además de ser contra el gobierno federal, debe tener un componente racial. La pandemia de coronavirus y el homicidio de George Floyd crearon las condiciones para la proliferación de los chicos Boogaloo en sus distintas vertientes. Algunos ganaron visibilidad en las protestas armadas en contra de las cuarentenas establecidas en la mayoría de los estados. Otros, en las masivas manifestaciones contra la violencia policial y el racismo, en las que se repartieron entre los que marchaban contra el abuso de la fuerza estatal y los que trataban de instigar incidentes para causar caos. Por ahora, su actividad está concentrada primordialmente en internet, donde comparten mensajes racistas y planes demenciales. La mayoría de sus acciones en el mundo real son amenazantes, pero no llegan a concretarse en actos violentos. Sin embargo, sería un error pensar que son solo una banda de agitadores digitales inconsecuentes. “Los Boogaloo Boys son parte de un movimiento más amplio, vagamente organizado, de extrema derecha en los Estados Unidos. Sus creencias no parecen ser diferentes de las de muchos otros supremacistas blancos y de actores antigubernamentales que han formado parte de movimientos extremistas durante décadas. Estos grupos han anticipado desde hace mucho tiempo una guerra civil apocalíptica, librada según criterios raciales, y algunos de sus adherentes han cometido graves actos de violencia simbólica para incitar a otros a tomar las armas. Muchos extremistas utilizan sitios web marginales para organizar concentraciones y propagar teorías conspirativas. Sin embargo, los Boogaloo Boys son únicos en su capacidad de difundir masivamente mensajes racistas y antigubernamentales a través del uso creativo de las redes sociales, incluido el uso paródico de los memes”, explicó Jeff Gruenewald, director del Centro de Investigación del Terrorismo de la Universidad de Arkansas, consultado por Infobae.
y de dónde salieron
Breakin’ 2: Electric Boogaloo fue la segunda parte de Breakin’, estrenada siete meses antes. Por eso, muchas personas empezaron a utilizar la expresión “2: Electric Boogaloo” para referirse de manera paródica a la secuela de un episodio determinado. Fue así como en círculos radicalizados de derecha se impuso la fórmula “Guerra Civil 2: Electric Boogaloo”, para nombrar a la segunda guerra civil que tanto anhelan. Luego pasaría a ser Boogaloo a secas. Este proceso tiene menos de diez años. Comenzó con la publicación de memes en la plataforma 4chan, usado por distintas subculturas digitales como foro para discutir a partir de imágenes. Casi siempre, aparecía asociado a discursos racistas, que reivindican el supremacismo blanco y consideraban al gobierno federal como un Leviatán al que hay que destruir. A medida que el movimiento fue creciendo, empezaron a utilizar redes sociales más masivas para interactuar y el año pasado llamaron la atención de los especialistas en radicalización por su presencia cada vez más visible. Una investigación del Instituto de Investigación sobre el Contagio en la Red (NCRI en inglés) detectó que en los últimos meses de 2019 creció 50% el uso del término Boogaloo en Reddit y en Twitter. También en Facebook y en Instagram encontraron un aumento significativo. “Hasta ahora no hay indicios de un liderazgo centralizado ni de un aparato organizativo formal. Algunos de los principales activistas son antiguos o actuales miembros de milicias. Suelen comunicarse a través de redes sociales básicas como Facebook, Reddit y YouTube. No están utilizando plataformas más seguras y avanzadas como Telegrama, Gab, etc. La mayoría de los grupos Boogaloo en la red fueron creados justo en los últimos cuatro o cinco meses, cuando estalló la crisis de la Covid-19. Facebook eliminó a muchos en estos días, así que hay que ver si migran a otras plataformas como lo hicieron otros grupos cuando se les bloqueó el acceso a las principales”, dijo a Infobae Arie Perliger, profesor de la Escuela de Criminología y Estudios de Justicia de la Universidad de Massachusetts en Lowell. Ante el cierre masivo de cuentas y perfiles en redes sociales, los chicos empezaron a utilizar derivaciones de la palabra Boogaloo para sortear la censura. Un ejemplo es big igloo, que suena casi igual. Su traducción literal sería “iglú grande”. Es la razón por la que en las manifestaciones de las últimas semanas se vio a algunos de estos hombres usando parches con el dibujo de un iglú. Otra mutación de la palabra, exclusivamente por su parecido fonético, es big luau. Una luau es una fiesta tradicional hawaiana. De ahí proviene la decisión de vestirse con las camisas floreadas con las que se asocia al archipiélago del Pacífico, 50º estado del país. Son todas formas de facilitar que unos se identifiquen a otros cuando acuden a eventos masivos, y también de forjar una identidad común. Pero esto cumple una función adicional, que es crear la sensación de que todo es parte de un juego. Para que, más allá de los rifles de asalto y del discurso racista y violento, las autoridades no los tomen en serio. Para muchos de los que participan puede ser un poco así. Pero hay otros que no están jugando y que aprovechan la confusión para captar seguidores y hacer crecer al movimiento. “Los Boogaloo son un agrupamiento muy difuso, con una serie de tendencias diferentes. Sus orígenes se encuentran en el supremacismo blanco, pero a medida que este discurso empieza a viajar a través de la extrema derecha, cada adherente asume que la causa está alineada a sus agendas específicas. En particular, fue adoptado por activistas libertarios y defensores del derecho a las armas para señalar un conflicto entre el gobierno y los ciudadanos por el control armamentista”, dijo a Infobae Stanislav Vysotsky, profesor de sociología y criminología de la Universidad de Wisconsin. Las contradicciones internas se vieron con mucha claridad en las protestas por la muerte de George Floyd. Está probado que muchos simpatizantes usaron las redes para instigar actos vandálicos, con la intención de demonizar a los manifestantes, especialmente a los afroamericanos, y de exacerbar las tensiones raciales. Pero otros asistieron con carteles que decían que los Boogaloo apoyaban la causa Black Lives Matter (BLM). Esta ambigüedad es también resultado de lo heterogéneo que es este movimiento, que incluye tanto a racistas y neonazis, como a libertarios que simpatizan genuinamente con BLM porque ambos tienen como enemigo común a la policía. De todos modos, el denominador común es siempre el rechazo al Estado, y la justificación de la violencia para defenderse de sus abusos, reales o imaginarios. “Aunque son predominantemente de extrema derecha, el Movimiento Boogaloo carece de una ideología cohesiva. Parecen estar de acuerdo con el derecho a las armas y coinciden en su odio a las fuerzas de seguridad, pero algunos se identifican como supremacistas blancos y otros se identifican como libertarios y apoyan el BLM. De hecho, algunos Boogaloo se ven a sí mismos como aliados de ese movimiento, como se evidenció durante las recientes protestas. Sin embargo, es importante tener en cuenta que los investigadores han establecido que los símbolos Boogaloo están enraizados en el racismo y en la retórica violenta. La intención de algunos miembros de presentarse como aliados del BLM puede ser solo un intento de reformular la marca para hacerla más mainstream”, sostuvo Sheehan Kane, investigadora del Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo de la Universidad de Maryland, en diálogo con Infobae.
En busca de “la segunda guerra civil”
Hay dos formas de interpretar la Guerra Civil estadounidense (1861 – 1865), no necesariamente incompatibles. La más difundida es que fue un conflicto por la esclavitud, en el que los estados de la Unión —de los cuales la mayoría ya la había abolido— querían erradicarla en todo el territorio del país, y los Confederados se oponían por razones económicas y políticas. Otra forma de verlo es que, más allá de la esclavitud, la discusión era por el alcance que debía tener el gobierno federal sobre los estados. Si bien suele tener un claro componente racista, la defensa de la Confederación en la actualidad es en gran medida una reivindicación de la idea de que Washington no tiene derecho a decirle a los habitantes de Alabama o de Louisiana qué tienen permitido y qué no. Cuando los Boogaloo Boys dicen que quieren una segunda guerra civil, algunos la piensan como un conflicto racial para asegurar el supremacismo blanco, pero el objetivo de la mayoría es alguna forma de secesión. Sueñan con que el estado federal deje de existir. Los más fantasiosos aspiran incluso a una sociedad sin ningún tipo de autoridad estatal. “Los Boogaloo promueven diversas teorías conspirativas que se centran en el plan del gobierno federal para socavar las libertades civiles, los derechos constitucionales y diversas libertades. Muchos de ellos también parecen creer que pueden explotar la actual crisis social y económica, resultante de las manifestaciones contra la brutalidad policial y el Covid-19, para iniciar una segunda guerra civil. Creen que les permitirá promover políticas de supremacía blanca y contrarrestar los poderes del gobierno central. A corto plazo, su principal objetivo es impedir lo que consideran la aplicación de nuevas políticas federales intrusivas, como normas ambientales y de seguridad pública, y políticas que promueven una mayor diversidad racial”, dijo Perliger. Los chicos apuestan a crear episodios de desestabilización, que potencien la violencia y creen las condiciones para el ansiado estallido. Para eso, las redes sociales son un escenario de batalla muy importante, porque permiten captar seguidores a la causa y exaltar los ánimos. La difusión de teorías conspirativas sobre presuntos planes gubernamentales macabros es una pieza fundamental de esta estrategia. “En este momento, es un fenómeno relativamente marginal que se organiza online con un puñado de adherentes que hacen apariciones públicas, inicialmente en concentraciones por el derecho a la armas, y más recientemente en protestas contra la violencia policial —dijo Vysotsky—. No hay manera de calibrar la magnitud del movimiento porque es muy difuso y está organizado en torno a una idea y no a una organización con una ideología coherente. En el pasado ha habido milicias y supremacistas que han participado en actos terroristas, pero no hay manera de predecir si los Boogaloo se comportarán de manera similar. Dicho esto, un movimiento que cree en un conflicto violento inevitable probablemente tendrá adeptos que participarán en actos de violencia, ya sea para manifestar sus ideales o para servir de inspiración a otros”. Si representan una potencial amenaza a la seguridad nacional estadounidense es porque en las últimas semanas se vieron muestras claras de que muchos de los boys están dispuestos salir a la calle a acelerar el conflicto. Uno de los primeros casos que recibió difusión masiva fue el de Duncan Lemp. Tenía 21 años y era referente de un grupo de promotores del Boogaloo. Lo mató la policía el 12 de marzo pasado, luego de que se resistiera a un allanamiento en su casa de Potomac, Maryland, por posesión ilegal de armas de fuego. Para muchos compañeros, es un mártir que inspiró a otros a actuar. “Algunos integrantes intentan iniciar una guerra civil con el gobierno —dijo Kane—. Los supremacistas blancos dentro de estas filas ven esta guerra civil como una ‘guerra de razas’ genocida que enfrentaría a los blancos contra la gente de color. Esto es coherente con la idea del aceleracionismo, por la que los extremistas tratan de exacerbar las divisiones sociales, incluso mediante actos de violencia, con el objetivo de desestabilizar y, en última instancia, incitar a un conflicto civil. Los Boogaloo han visto la pandemia y las protestas de BLM como una vía hacia la desestabilización de la sociedad, con algunas facciones que animan a sus miembros a utilizar esos eventos como oportunidades para incitar y llevar a cabo la violencia. Varias personas afiliadas al movimiento han sido arrestadas recientemente por portación de armas, por atacar a las fuerzas del orden y por planear ataques en las manifestaciones”. A finales de mayo, tres hombres fueron detenidos en Las Vegas por “conspirar para causar destrucción” durante las protestas por la muerte de Floyd. Tenían planeado arrojar cócteles mólotov contra la Policía en la Strip, la principal avenida de la ciudad. Quien sí pudo concretar sus planes fue Steven Carrillo, un sargento de la Fuerza Área que militaba activamente en el movimiento. El 29 de mayo, disparó contra un juzgado federal en Oakland, California, y mató a un empleado de seguridad. Una semana después, el 6 de junio, disparó contra dos policías del condado de Santa Cruz, en el mismo estado, y mató a uno de ellos. Días más tarde, cuando lo arrestaron, llevaba puesto un chaleco que tenía un parche con el iglú característico de los Boogaloo Boys.
“El alcance de este movimiento, como el de otros de extrema derecha, sigue siendo esquivo, ya que la mayoría de los grupos adheridos operan principalmente en internet, y a menudo se jactan de tener un número exagerado de miembros. Pero la violencia de extrema derecha sigue siendo una grave amenaza para la seguridad nacional en los Estados Unidos. Si bien la gran mayoría de los extremistas, incluidos los Boogaloo Boys, nunca llegarán a cometer actos de terrorismo interno, la historia nos dice que este tipo de ideología radical desempeñará inevitablemente un papel en algunos individuos más militantes, que recurrirán a la violencia terrorista, ya sea contra la policía, contra grupos sociales minoritarios o contra el público en general”, advirtió Gruenewald.