A buena digestión, buenas emociones

Es fundamental entender lo que nos sienta bien y mal para adaptar la dieta a nuestro bienestar.

El aparato digestivo “funciona de un modo independiente y autónomo cuando todo va bien. Pero, ¿qué ocurre cuando algo va mal? Entonces saltan las alarmas y la conexión entre cerebro y aparato digestivo se hace más evidente”.

Esta afirmación es del médico Fernando Azpiroz, de la Sociedad Española de Patología Digestiva (Sepd), quien explica que una extensa red de neuronas y distintos tipos de neurotransmisores conectan las paredes del estómago y el intestino con el córtex cerebral, y envían información de lo que pasa en el aparato digestivo y de cómo se desarrolla la digestión.

Para Juan Ramón Malagelada, médico y también miembro de la Sepd, “la normalidad digestiva favorece el equilibrio emocional”.

Este sistema actúa como una alarma. Los expertos de la Sepd señalan que, cuando algo no funciona bien, los nervios sensitivos localizados en las paredes inflamadas del tubo digestivo se hipersensibilizan y amplifican los estímulos locales que originan el malestar, la náusea y el dolor.

Equilibrio emocional

El cerebro registra estas señales procedentes del sistema digestivo y, a la vez, las modifica bajo el influjo de emociones como la angustia, la ansiedad o la depresión, que a menudo se asocian a padecimientos molestos de larga duración y que agravan y perpetúan el trastorno.

La relación entre cerebro y sistema digestivo es bidireccional. Malagelada asegura que diversas enfermedades digestivas que cursan con inflamación o irritación, como la colitis o la gastritis, se agravan cuando, por causas emocionales, aumenta el estrés o la ansiedad.

“La salud digestiva depende del equilibrio homeostático entre la función cerebral y la función digestiva (sensibilidad, motilidad, inflamación y microflora), y, a la vez, está influida por la dieta”, subraya.

“La recuperación de la normalidad digestiva mediante el tratamiento comporta desinflamar, regular la actividad sensitiva y motora, adoptar la dieta adecuada y restablecer el equilibrio emocional”, añade el especialista.

Así, la Sepd aconseja cuidar el intestino para favorecer el tránsito intestinal, saber relajar el abdomen, cuidar la microbiota y dedicar el tiempo que cada uno necesite para ir al baño.

Pero, ¿qué es la microbiota? La microbiota o flora intestinal es el conjunto de microorganismos que viven en nuestro tracto digestivo. Según datos del Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación, en el intestino humano hay aproximadamente 100 trillones de microorganismos que son principalmente bacterias y, aparte de tener un papel fundamental en la salud digestiva, influyen en el sistema inmunitario.

Además de cuidar la microbiota, recomiendan vigilar lo que comemos y entender lo que nos sienta bien y mal para adaptar la dieta a nuestro bienestar.

Por su parte, los especialistas del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido ofrecen varias recomendaciones en lo referente a la alimentación, para hacer bien la digestión.

Uno de sus consejos es incrementar el consumo de fibra. “Una dieta rica en fibra puede favorecer la digestión y prevenir el estreñimiento”, señalan.

Del mismo modo, indican que para tener un intestino saludable es necesario no solo ingerir fibra, sino que esta proceda de distintas fuentes; por ejemplo, pan integral, arroz integral, frutas, verduras y avena, entre otras.

A algunas personas, el consumo de cereales les produce gases e incluso puede llegar a desencadenar el síndrome del intestino irritable. En estos casos, los expertos del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido aconsejan que el consumo de esta fibra se haga a partir de vegetales y frutas, y hacen énfasis en la importancia de que cada uno evite las comidas y bebidas que le producen malestares digestivos.

Fibra, pero con agua

El consumo de fibra se debe hacer con mucho líquido, especialmente agua. “Esto facilita el tránsito de los desechos a través del sistema digestivo y ayuda a evacuarlos con más facilidad”, dice la Sepd.

La fibra absorbe agua como si fuera una esponja, y sin líquido no puede hacer su trabajo, lo que favorece el estreñimiento. “Una buena manera de estar seguro de que se está tomando suficiente líquido es beber un vaso de agua con cada comida”, apuntan.

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