Así ha logrado este republicano de un ‘estado demócrata’ ser el gobernador más popular de EEUU

El gobernador de Massachusetts, Charlie Baker, maneja un territorio considerado progresista con una mezcla de pragmatismo y distancia hacia el presidente Trump que le ha ganado el favor de muchos demócratas. Algo que le garantiza la reelección.

Cuando Barack Obama anunció su plan para acoger 10.000 refugiados sirios en septiembre de 2015, el republicano Charlie Baker se mostró abierto a acoger a una parte en Massachusetts, el estado en el que unos meses antes había tomado posesión como gobernador. Dos meses después, una serie de ataques terroristas en París que dejaron 130 muertos empujaron a Baker a restringir la entrada de cualquier refugiado sirio. Ese cambio de opinión suscitó las críticas de sus adversarios. Pero Baker optó por no firmar la carta en la que 27 gobernadores republicanos pedían la suspensión indefinida del plan y dos años después fue uno de los pocos republicanos que se opuso públicamente al veto migratorio aprobado por Donald Trump. Así les estamos contando la recta final de la campaña para las elecciones de mitad de periodo El episodio ilustra la cintura política de Baker, que ha logrado cerrar su primer mandato con un índice de aprobación más alto que el de cualquier otro gobernador de Estados Unidos pese a su condición de republicano en un estado demócrata y pese a pertenecer al partido de un presidente muy impopular. Según las cifras de la firma Morning Consult, un 70% de los ciudadanos del estado aprueban a Baker y sólo un 17% se pronuncian en contra de su gestión. En cambio sólo un 35% de los habitantes de Massachusetts aprueban la gestión de Trump. Ese porcentaje sólo es menor en Hawaii, Vermont y Washington DC. Y sin embargo la impopularidad del presidente no ha salpicado al gobernador republicano.

De talante progresista

Massachusetts es considerado un estado progresista, pero a sus ciudadanos les gusta elegir gobernadores republicanos: a ese partido pertenecían cinco de los últimos seis desde 1992. “La legislatura estatal es un lugar dominado por los demócratas y conocido por su corrupción”, explica James Pindell, corresponsal político del Boston Globe. “No es sorprendente que los ciudadanos elijan un republicano progresista y orientado hacia los negocios. Eso ejerce un cierto control sobre el sistema. Hasta ahora ese control ha funcionado bien”. Baker tiene características similares a algunos de sus predecesores. Construyó su carrera en el sector privado, es ideológicamente centrista y está dispuesto a llegar a acuerdos con los representantes del partido rival. Durante su mandato, ha firmado una ley para reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres, se ha opuesto a suprimir DACA y se ha comprometido a proteger la reforma sanitaria de Obama de los recortes que plantean los republicanos del Capitolio. Baker también ha criticado a Trump por sus palabras después del ataque racista de Charlottesville, se ha negado a apoyar la candidatura de Brett Kavanaugh como juez de la Corte Suprema y ha afirmado que cree a Christine Blasey Ford, la mujer que en septiembre testificó ante el Senado sobre el intento de violación que asegura que intentó en su contra el hoy magistrado cuando eran adolescentes. “Es probable que la actitud de Baker hacia Trump sea la razón principal por la que es el gobernador más popular de Estados Unidos”, dice Pindell. “Massachusetts es un estado dominado por votantes demócratas e independientes. Los sondeos indican que esos votantes piensan que el gobernador es un político anti-Trump. Baker anunció hace dos años que no votaría por Trump y le ha criticado a menudo. El debate aquí no es si Baker está contra Trump sino si le critica lo suficiente”. Baker es además un político pragmático. Un ejemplo es su gestión de la legalización de la marihuana en Massachusetts. Al principio hizo campaña en contra de regularizar su venta en el referéndum que se celebró hace dos años. Al constatar el triunfo de sus partidarios, hizo lo posible por gestionar con tiento los cambios legislativos que requería la medida: retrasó la entrada en vigor de la legalización de la marihuana hasta julio de este año, le aplicó una fiscalidad alta y permitió a las autoridades locales restringir o prohibir su uso según los resultados en cada circunscripción. El mandato de Baker ha estado salpicado de desacuerdos con el ala derecha de su propio partido. Pero el gobernador no ha expresado esos desacuerdos en la calle sino mediante comunicados públicos o declaraciones a la prensa y en la medida de lo posible se ha ceñido a hablar de lo que afectaba a su estado sin intervenir en la política nacional. “Se ha convertido en el gobernador más popular por su compromiso por gestionar un gobierno de consenso centrado en los asuntos que importan a los votantes. En lugar de enzarzarse en la retórica super-partidista tan habitual hoy, el gobierno de Baker se ha centrado en hacer el trabajo para el que fue elegido”, decía en marzo a Politico su asesor Jim Conroy.

Entre el sector público y privado

Hijo de un republicano conservador y de una demócrata progresista, Baker se crio en varios pueblos de Massachusetts y vivió unos años en Washington, donde su padre aceptó un cargo menor en el gobierno de Richard Nixon. El joven Baker se graduó en Harvard y completó luego un MBA en la Kellogg School of Management. A principios de los 80, trabajó en un instituto libertario donde llamó la atención del republicano Bill Weld, que lo reclutó para su equipo en 1991, cuando fue elegido gobernador. Encargado en distintas etapas de los presupuestos, la protección al consumidor y la Sanidad, Baker ganó fama como gestor aunque fue criticado por el plan que diseñó para financiar el túnel que atraviesa la ciudad de Boston, que sus habitantes conocen como “el Big Dig”. En 1998 Baker dejó el sector público para liderar la aseguradora Harvard Pilgrim Health Care. Baker redujo la plantilla, subió los precios de las primas, rediseñó los contratos con los médicos y devolvió la salud financiera a la empresa, que tenía 58 millones de dólares anuales de pérdidas cuando asumió su gestión. En 2005 y con Mitt Romney a punto de anunciar su retirada para lanzar su candidatura a la Casa Blanca, muchos creyeron que Baker lanzaría su candidatura a sucederle como gobernador. Al final decidió no presentarse y dejar paso a la segunda de Romney, Kerry Healey, que perdió contra el demócrata Deval Patrick en noviembre de 2006. Algunos observadores han comparado a Baker con Romney, que ejerció como gobernador entre 2003 y 2007. “Hay algunas similitudes entre ambos, pero tienen una personalidad diferente y ven el cargo de una forma distinta”, dice Pindell. “Baker ha formado parte durante décadas de la elite política del estado. Romney era un outsider y ni siquiera estaba claro que pudiera presentarse porque venía de Utah de gestionar los Juegos Olímpicos. Ambos han ejercido el cargo de forma muy diferente. Romney se lanzó a la carrera a la presidencia el mismo día en que juró el cargo y eso propició un giro a la derecha. Hasta ahora Baker no ha mostrado interés por competir por la Casa Blanca y se ha centrado en gobernar”. En 2010 Baker lanzó su candidatura contra Patrick. Se presentó como un aspirante preocupado por reducir el déficit y a favor del aborto y del matrimonio entre personas del mismo sexo. 2010 fue el año de la rebelión conservadora del Tea Party y Baker intentó subirse a esa cólera con un eslogan agresivo: “¿Tuviste suficiente?”. Ese estilo funcionó en estados como Wisconsin, Michigan o Florida pero no entre los ciudadanos progresistas de Massachusetts, que reeligieron a Patrick por seis puntos en noviembre de 2010. Baker aprendió de la derrota y en 2014 se presentó como un empresario de éxito y como un político flexible, en las antípodas de la cruzada ideológica que había barrido el país en 2010. Ayudado por el adiós de Patrick, derrotó a su rival demócrata Martha Coakley por apenas 40.000 votos y tomó posesión como gobernador. Al llegar al poder, gestionó bien las tormentas de nieve del invierno de 2015, financió mejoras en el transporte público y afrontó la crisis de los opiáceos consensuando con la legislatura demócrata una ley que todavía hoy es una de las más completas del país. Los demócratas han reprochado al gobernador su gestión de varios escándalos en la policía del estado, pero han mantenido con él una relación cordial y muy productiva. Contra el criterio de algunos de sus votantes, Baker ha firmado leyes para proteger a las personas transgénero, reformar el sistema penal y endurecer el control de armas La legislatura de Massachusetts habría aprobado esas leyes aun sin el consentimiento de Baker. Ahora mismo los demócratas controlan 31 de los 40 escaños del Senado y 117 de los 160 de la Cámara de Representantes y por lo tanto tienen poder para invalidar cualquier el veto del gobernador, que ha presentado su liderazgo durante la campaña como “bipartidista, orientado a los resultados y de sentido común”. Baker ha incumplido algunos de los compromisos que anunció antes de llegar al cargo. Al contrario de lo que prometió en 2014, ha subido algunos impuestos como explicó recientemente el Boston Globe, pero ha cumplido su promesa de doblar la deducción fiscal para las familias pobres del estado y ha mejorado la educación y la atención a las personas sin hogar. Este editorial del Boston Globe enumera algunos de los desafíos que esperan a Baker si es reelegido para un segundo mandato en ámbitos como la educación o el transporte público. El diario es crítico con el gobernador en algunos asuntos, pero como ya hiciera hace cuatro años pide el voto para él. Esta vez el adversario de Baker es el demócrata Jay González, un político que ocupó varios cargos en el gobierno de Patrick y cuyo programa incluye muchos guiños progresistas: un salario mínimo más alto, un transporte público más eficiente y una Sanidad universal. Hijo de una mujer de Cleveland y de un español que durante años trabajó como albañil, González ganó unas primarias de las que se inhibieron los dirigentes demócratas más conocidos, temerosos de perder después contra el gobernador. Hasta ahora el candidato ha intentado presentar a Baker como un aliado de Trump y de otros republicanos más radicales. En el primer debate televisivo hizo titubear al gobernador al preguntarle si votaría por el rival de la senadora demócrata Elizabeth Warren, el republicano radical Geoff Diehl. Esa estrategia ha propiciado algunos titulares pero no ha ayudado a González a remontar en los sondeos, que le sitúan 35 puntos por detrás del gobernador. Algunos analistas han sugerido que Baker debería lanzar su candidatura a la Casa Blanca pero hasta ahora el gobernador ha dicho que no tiene interés en competir en una carrera presidencial. “Es interesante pensar en esa candidatura”, dice Pindell. “Pero incluso Baker sabe que no sería capaz de ganar unas primarias republicanas en todo el país. Habría que ver primero si John Kasich o Jeff Flake lo intentan primero en 2020. En cualquier caso, si Baker se lanzara, no lo haría antes de 2024”.

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