Demócratas logran unirse para pelear contra Trump

Obama: «Nunca ha habido un hombre o mujer –ni yo, ni Bill, ni nadie– más preparado que Hillary Clinton para ser presidente»  El presidente realizó un poderoso discurso en Filadelfia contra Donald Trump y sobre la esencia de Estados Unidos como un país de inmigrantes abierto, diverso y optimista.  Exactamente 12 años después de su primer discurso ante una convención demócrata, el que le llevó a la Casa Blanca, Barack Obama lo volvió a hacer. Este miércoles por la noche, el presidente volvió a provocar aplausos y lágrimas con un mensaje optimista. Incluso repitió entre gritos su “audacia de la esperanza”.  El primer afroamericano en llegar a presidente del país dio además un respaldo absoluto a la que puede ser la primer mujer en seguir sus pasos. «Nunca ha habido un hombre o mujer –ni yo, ni Bill, ni nadie– más preparado que Hillary Clinton para ser presidente de Estados Unidos», dijo colocando a la actual candidata incluso por encima de él. Un generoso gesto al que Hillary Clinton respondió saliendo al escenario al final del discurso para abrazarle en una de las escenas que quedará para la historia de la política estadounidense. El presidente hizo una apasionada exposición contra Donald Trump sobre la esencia de Estados Unidos como un país de inmigrantes abierto, diverso y optimista. Como en 2004, habló de su familia, de cómo sus abuelos de Kansas le enseñaron que los “valores” de su país “no estaban limitados a Kansas ni a las ciudades pequeñas”.   “Estos valores no eran propiedad de una sola raza. Podían pasarse a su nieto medio keniano o su nieta medio asiática”. “De hecho, fueron los mismos valores que los padres de Michelle, los descendientes de esclavos, enseñaron a sus hijos en un bungalow en la zona sur de Chicago. Sabían que eran los mismos valores que trajeron a inmigrantes aquí y creían que los hijos de esos inmigrantes eran tan estadounidenses como los suyos, llevaran un gorro de cowboy o una kipá, una gorra de béisbol o un hijab”, dijo entre aplausos. “Eso es Estados Unidos. Esos lazos de afecto, ese credo común. No tenemos miedo del futuro. Le damos forma, lo abrazamos, como un solo pueblo”, agregó. Para el presidente el discurso en Filadelfia era el final de un camino. Recordó esa primera parada en Boston, en la convención donde le tocó dar el discurso estrella.  “Estaba nervioso dirigiéndome a esa multitud, pero lleno de fe en Estados Unidos… Ha pasado mucho en estos años. Pero soy más optimista que nunca sobre el futuro”, dijo. Era uno de sus últimos grandes discursos y el presidente fue recibido con aplausos y lágrimas. A ratos la multitud cantaba “cuatro años más”. Pero en varias ocasiones, también fue interrumpido por algún grito de protesta. Con sus palabras, el presidente intentaba cumplir dos objetivos esenciales para ayudar a la campaña de Hillary Clinton: movilizar a la base que le llevó dos veces a la Casa Blanca, en particular negros y jóvenes, que este año no están entregados a la candidata; y unir el partido después de una campaña agria y unos días agitados por las protestas de los seguidores de Bernie Sanders.  Esas seguirán siendo misiones electorales para Obama de aquí al 8 de noviembre. A diferencia de lo que les sucedió a Bill Clinton o a George W. Bush al final de sus mandatos, la candidata quiere que el presidente haga campaña por ella.  Obama es un activo: su popularidad supera el 50%, un nivel similar al del final de su primer año en el cargo, según Gallup. Frente al retrato oscuro que pintó Trump la semana pasada en su convención, Obama ocupó el hueco más tradicional de la defensa positiva de su país. “Estados Unidos ya es grande. Estados Unidos ya es fuerte. Y les prometo que nuestra fuerza, nuestra grandeza, no depende de Donald Trump. De hecho, no depende de una sola persona”, dijo Obama.  “No somos gente frágil ni asustadiza. Nuestro poder no viene de ningún auto-proclamado salvador que prometa por sí solo restaurar el orden. No buscamos ser gobernados. Nuestro poder viene de aquellas declaraciones inmortales escritas aquí en Filadelfia”. El presidente, como en 2004, recitó el “We, the People”.  “El Estados Unidos que conozco está lleno de valor, de optimismo y de ingenuidad. El Estados Unidos que conozco es decente y generoso”, dijo el presidente, que respetó la estructura clásica de un discurso político, que consiste en admitir los errores y los problemas y en lanzar un mensaje de esperanza y optimismo por lo que funciona bien y puede hacerlo mejor. Se trataba de inspirar una vez más a sus votantes. “Por supuesto que tenemos angustias reales sobre cómo pagar las cuentas, proteger a nuestros hijos y cuidar de un pariente enfermo. Nos frustra el bloqueo político, nos preocupan las divisiones raciales, estamos bajo shock y entristecidos por la locura de Orlando o Niza. Hay zonas de América que nunca se recuperarán de los cierres de fábricas, hombres que estaban orgullosos de trabajar duro y de mantener a sus familias que ahora se sienten olvidados. Padres que se preguntan si sus hijos tendrán las mismas oportunidades que ellos”. Pasando a la parte del optimismo, Obama dijo: “Todo esto es real… Pero en mis viajes por el país, por todos los 50 estados, mientras me alegraba y sufría con vosotros, lo que he visto, más que cualquier otra cosa, es lo que está bien de América. Veo a gente trabajando duro y empezando negocios, enseñando a sus hijos y sirviendo a nuestro país. Veo a una generación más joven llena de energía y de nuevas ideas, sin ataduras sobre lo que es y preparada para conseguir lo que debe ser”. El presidente nunca ha llegado a ser amigo personal de Clinton pero la conoce bien como aliada y como rival política y la ha visto trabajar de cerca en la gestión de crisis. La preparación y la responsabilidad de la ex secretaria de Estado fueron los puntos que Obama más resaltó en el discurso. Su perspectiva es única, con la experiencia de ser presidente y de haber compartido destino y gestión con Clinton. “Nada te prepara para las demandas del despacho oval. Hasta que no te sientas en la mesa, no sabes lo que es gestionar una crisis global o mandar a gente joven a la guerra. Pero Hillary ha estado en la habitación. Ha sido parte de esas decisiones”, dijo el presidente. “Incluso en mitad de una crisis, escucha a la gente, mantiene la cabeza fría y trata a todo el mundo con respeto. Y sin importar cómo de difícil sea, cuánta gente intente derrotarla, nunca jamás se rinde”. Obama le dio el apoyo más fervoroso como política y pidió a sus seguidores que volvieran a hacer el mismo esfuerzo que hicieron para él en 2008 y 2012. Una noche como ésta de hace 12 años un tal Barack Obama dio el discurso estrella en la convención demócrata de Boston que eligió como candidato a John Kerry.  Tras su victoria inesperada en las primarias para optar al Senado de EEUU, Obama ya había recibido elogios, la prensa decía que era el futuro del partido y su autobiografía Sueños de mi padre había sido reeditada. Pero la mayoría de los delegados que estaban aquella noche en Boston ni siquiera sabían pronunciar bien su nombre. Sin aquel discurso probablemente hoy Obama no sería presidente. Aquellas 2,297 palabras pronunciadas en 17 minutos cambiaron el rumbo de la historia del país.  Pero su mensaje principal, el de la unidad más allá de las divisiones partidistas, está hoy en crisis.  “No hay un Estados Unidos de izquierda y un Estados Unidos conservador. Hay un EEUU de América. No hay un EEUU negro y un EEUU blanco y un EEUU latino y un EEUU asiático. Hay un EEUU de América”, decía en 2004 Obama ante un auditorio donde la mayoría no le conocía pero le interrumpió 33 veces con aplausos entusiastas.  Muchos en la convención de Filadelfia recuerdan ahora el discurso con nostalgia. “Cuando se anunció que él iba a ser el orador, no sabíamos ni pronunciar su nombre, pero después de que terminara el discurso todos nos lo aprendimos rápido. Supimos que estaba destinado a hacer grandes cosas”, dice Ken Allen, delegado de Nebraska. Obama ha recibido en estos años críticas de los que están más a la izquierda dentro de su partido. Él siempre se presentó como un puente entre los más conservadores y los más progresistas. Recuperó popularidad con su apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo o sus medidas a favor de los inmigrantes indocumentados. Ahora los seguidores de Sanders suelen salvar al presidente y a la primera dama de las críticas al partido.  “Obviamente hay ciertas fricciones entre ambas campañas todavía. Sin embargo, el presidente Obama es uno de esos puntos en común que satisface un poco a ambas partes. Lo mismo que pasó con Michelle la primera noche”, explica José Luis Colón, estudiante de 22 años y delegado de Puerto Rico.  El joven puertorriqueño se metió este año en política nacional, como muchos jóvenes, para respaldar a Sanders. Para él, Obama “es mucho más entusiasta, mucho más dinámico y mucho mejor orador” que Hillary Clinton.  “Se espera que trate de poner la casa en orden y unificar lo más que pueda el partido de cara a la elección general”, dijo Colón. En la convención, hasta los más fervientes defensores de Clinton se emocionan al contar cuánto echarán de menos a Obama y varios comentan apenados que no pueda tener un tercer mandato. “No creo que la nación se dé cuenta de cuánto le vamos a echar de menos hasta que se vaya”, dice Ken Allen, el delegado de Nebraska. “Es como un amigo que ha estado en tu salón en los últimos ocho años. Ha sido uno de nosotros. Ha caminado con nosotros a través de varias de nuestras tragedias nacionales”.  Evelyn Foxx, delegada por Florida, está haciendo campaña en Gainesville por Clinton especialmente entre los afroamericanos para que se vuelvan a motivar y cree que la candidata “está llegando” a ser tan inspiradora como Obama. Pero tiene claro que preferiría al presidente actual: “Oh, Dios mío. Cuánto le vamos a echar de menos. Va a ser terrible. Me gustaría que le pudiéramos dar otros cuatro años”.  Así ha transformado Obama el Partido Demócrata  El presidente saliente dio energía en 2008 a su grupo al desafiar a una Hillary Clinton que parecía inexpugnable. Su presencia ahora en Filadelfia es un recordatorio de una actitud inclusiva, optimista que tenía Reagan y que en cambio no tiene Trump. Nada define mejor el camino que han recorrido los demócratas en la última década que la evolución entre el Barack Obama que pronunció un discurso en Boston hace 12 años y el que se dirigió este miércoles a la convención. Entonces Obama era un joven aspirante a senador al que casi nadie saludaba por los pasillos. Esta vez era un presidente a punto de abandonar la Casa Blanca después de un mandato marcado por el bloqueo legislativo y la amenaza terrorista pero jalonado de éxitos como la reforma sanitaria, la reducción del déficit o la salida de la recesión. En primer lugar, el partido ha recobrado la iniciativa política y ha arrinconado a los republicanos, cuyos líderes se sienten amenazados por unas bases que les ayudan a ganar en carreras locales y estatales pero que no les bastan para ganar la carrera presidencial. Ese cambio es el fruto de un giro demográfico pero también de una transformación social. En el censo hay menos blancos, más hispanos y más afroamericanos que en 2004 y el país ha dejado atrás las batallas en torno a asuntos morales que definieron toda una generación. El Obama que llegó al poder estaba en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo y apenas mencionaba el control de las armas de fuego por miedo a perder. Hoy ambos asuntos tienen el respaldo de la mayoría de los ciudadanos y han dejado de ser un tabú para un aspirante a la Casa Blanca. Pero el segundo no está resuelto y es una de las espinas que se le quedará clavada. Quizá la que más le duele después de abrazar a los padres de los niños asesinados en Sandy Hook. Los demócratas son ahora también un movimiento lleno de energía. La mecha que prendió Bernie Sanders fue un problema transitorio para Hillary pero es también una buena noticia para un partido al que muchos analistas daban por muerto después de las derrotas de John Kerry y Al Gore. Esa energía se la deben los demócratas a Obama, que en 2008 se atrevió a desafiar a una Hillary Clinton que parecía inexpugnable y a la que derrotó en unas primarias cuyas heridas sólo se cerraron del todo aquí. Obama ya no volverá a dirigirse como presidente a una convención demócrata. Quizá por eso puso un empeño especial en recobrar el tono conciliador de su primer discurso y se dirigió a los republicanos espantados por las malas formas de Donald Trump. Autores como Larry Sabato han comparado a Obama con Reagan por sus dotes retóricas y por el modo en que ha transformado el paisaje político del país. Es una comparación imperfecta por muchos motivos pero en algunos detalles tiene sentido. Ambos fueron grandes comunicadores, transformaron su país y su partido y se despidieron dejando un sucesor preparado para gobernar. Está por ver si Obama empuja también esta vez a Hillary. Su figura llevará a las urnas a los republicanos más radicales. Pero su mera presencia en Filadelfia es un recordatorio de una actitud inclusiva, optimista que tenía Reagan y que en cambio no tiene Trump.

 

 

 

 

 

 

 

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