El “Cinturón del Oxido” paso de demócrata a republicano
Cambio. Cualquier cosa menos el status quo representado por Clinton fue lo que eligieron los votantes del deprimido cinturón industrial del país como pudo detectar Noticias en un viaje por la región para averiguar las causas de la victoria del hoy presidente electo. Brian Reynolds, votante de Trump en Erie, Pennsylvania: «Nos hemos quedado en los huesos y nuestros huesos se están descomponiendo» Ana María Rodríguez Es viernes por la noche en Erie y el casino Presque Isle Downs bulle con las visitas de residentes y turistas. Con sus 48,074 pies cuadrados de espacio de juego, no le puede hacer sombra a los enormes casinos de Las Vegas, pero desde que abrió sus puertas en 2007 Presque Isle Downs aportó un soplo de oxígeno a la deprimida economía de Erie. Este antiguo centro manufacturero del Cinturón del Óxido ( Rust Belt) busca en el turismo y el juego una segunda oportunidad. Esa necesidad de cambio también se ha trasladado a la política. En la elección presidencial entre Donald Trump y Hillary Clinton, Erie abandonó su tradición demócrata y votó por el candidato republicano, hoy presidente electo. La angustia por la pérdida de relevancia y la nostalgia por un pasado mejor fueron clave para la victoria de Trump en Erie y otros lugares en declive de esta región que se extiende por los Grandes Lagos, a lo largo de la frontera con Canadá. «Nos hemos quedado en los huesos y nuestros huesos se están descomponiendo», lamenta Brian Reynolds, un veterano de guerra de 58 años que votó en Erie por Trump. Llevaba más de dos décadas sin votar pero Reynolds puso sus esperanzas en el candidato republicano por sus promesas de crear empleos para los trabajadores manuales de esta región. Un puente en Erie, Pennsylvania, aún conserva un viejo mural con el lema: «Una gran ciudad estadounidense» Ana María Rodríguez Reynolds subsiste con una pensión por incapacidad de $700 al mes y sus ahorros, pero se emociona pensando en las oportunidades que pueden surgir para los jóvenes desempleados. «Vamos a reconstruir América. ¿Qué tal suena eso? Todo el mundo va a participar», dice con entusiasmo durante una charla en su casa, donde vive solo con Eddy, su perro terrier En la puerta de su domicilio, Reynolds exhibe una bandera nacional y un cartel de campaña en el que se lee «Trump. Vamos a hacer América Grande de Nuevo» que sigue ahí casi dos semanas después de la victoria. No muy lejos de su casa en el sur de la ciudad, se extienden millas y millas de fábricas abandonadas, la típica imagen decadente compartida por ciudades antaño potentes como Detroit o Cleveland y por otras menores en el Cinturón del Óxido. En conversaciones con una veintena de votantes en estos estados norteños, se detecta un anhelo de cambio a veces desesperado y una alta expectación por la futura presidencia de Trump que recuerda a las esperanzas depositadas en Obama hace ocho años, cuando esta región se precipitaba al abismo en medio de la Gran Recesión. En lugares del país sólidamente republicanos un voto por Trump fue una revancha tras ocho años de oposición; aquí fue una apuesta novedosa. «Fue una gran elección. Me gustó ver participar a tanta gente que antes no se interesaba por la política», dice John, mientras llena el tanque de su Harley Davidson en una gasolinera de Kenosha, Wisconsin. John dice que ha perdido varios empleos en fábricas que se fueron a China o México. «La gente de aquí está perdiendo sus trabajos uno tras otro». John, votante de Trump en Kenosha, Wisconsin: «Me gustó ver participar a tanta gente que antes no se interesaba por la política» Ana María Rodríguez El Cinturón del Óxido tiene una de las concentraciones más altas de condados que votaron por Obama una vez o, como Erie y Kenosha, dos veces y que ahora lo han hecho por Trump. Así, estados con millones de obreros que llevaban décadas votando por los demócratas apostaron en esta ocasión por Trump: Wisconsin (demócrata desde 1988) o Michigan y Pennsylvania (desde 1992). A esos tres, Trump sumó otros estados vecinos: la pendular Ohio (que había votado por Obama en 2008 y 2012) y la leal Indiana (que optó por los republicanos en 12 de las últimas 13 elecciones). De los estados de esta región, solo Illinois siguió confiando en los demócratas. Allí Clinton ganó con un margen de en torno al 16%, semejante al de Obama hace cuatro años El mensaje populista y ultranacionalista de Trump caló en votantes que atribuyen el lento e incesante retroceso de la industria local a los tratados que abrieron el comercio con otras naciones. NAFTA, el acuerdo de 1994 con México y Canadá, es una palabra maldita para muchos aquí. Sin embargo, a diferencia de la convicción con la que depositaron su voto por Obama, algunos votantes de Trump en esta zona del país parecen haber dado un salto al vacío. «El mal menor» es una frase recurrente. «No tomé mi decisión (de votar por Trump) hasta que tuve la papeleta en mi mano», confiesa Frank Carmichael, editor de un semanario en Kenosha, Wisconsin. «Me puse a pensar en Hillary en el Despacho Oval y ya sabía lo que me podía esperar. Ella hubiera sido el status quo durante cuatro años más». Como pasa en la frontera sur con la promesa de un muro, muchos en esta frontera norte dudan de la capacidad de Trump para devolver su grandeza a esta región. «Puede que el futuro no esté en las manufacturas», dice resignado Mitchell Craven, votante de Trump de 42 años en Elkhart, Indiana. Recientemente fue con su esposa de vacaciones a San Francisco y quedó impresionado con el progreso de la ciudad, donde dice que casi todos tienen empleos en el sector de las nuevas tecnologías. Craven comenzó a trabajar en las fábricas de autocaravanas de Elkhart cuando tenía 14 años y pronto ganaba $30 por hora. Buscó empleo en otro sector cuando los salarios comenzaron a caer (hoy la media es de $17 por hora para un principiante). Ahora trabaja para el gobierno federal. «No creo que los salarios vayan a subir. A fin de cuentas, son los directores ejecutivos los que deciden cuánto pagan», agrega Craven. «Mucha gente va a acabar decepcionada», pronostica Carmichael, quien ya parece arrepentido. «Cuanto más hablo sobre esto, más me pregunto por qué voté por él». No sería la primera vez que aquí experimentan esa breve euforia, seguida de desilusión. Ken, empleado en una armería de Macomb, Michigan, votó por Obama en 2008: «Había una gran expectación por el cambio pero a los dos años ya me había desilusionado». En 2012 Ken votó por el candidato de un tercer partido. Aunque es cierto que la fuga de fábricas no ha cesado con Obama, la economía de la región ha experimentado un gran progreso durante el período del presidente saliente. Pero pocos han premiado a Obama por la notable recuperación tras la Gran Recesión. Ni siquiera en condados como Elkhart donde el sector del automóvil sigue pujante. A pesar de la caída de los salarios, el desempleo en Elkhart es de solo un 3.6%, por debajo del 4.9% nacional. Trump arrasó en este condado de Indiana consiguiendo casi 42,000 votos, un 64.1% del total. Obama tampoco había podido ganar allí, ni en 2008 ni en 2012. Un elemento clave para la victoria de Trump en esta región fue la apatía que Clinton generaba entre los votantes demócratas y otros que optaron por terceros partidos. Clinton, que nació en Chicago, era vista como elitista y distante. Algunos no le perdonan sus pocas visitas a la región durante la campaña general. La demócrata nunca fue a Wisconsin, mientras que Trump hizo allí seis eventos, según un conteo de NBC News. A Michigan solo fue en seis ocasiones, frente a 13 visitas de Trump. En esta zona del Medio Oeste muchos se sienten resentidos con la élite financiera y política de la Costa Este. Aunque Trump procede de Nueva York, los votantes de esta zona del país confiaron en su mensaje contra los intereses establecidos. «Todo lo que hizo (Clinton) fue ir a las grandes ciudades. Por eso le fue mejor en la Costa Este, con los ricos», se queja Valery Novotny, una enfermera jubilada de 67 años en Amherst, Ohio. «Se olvidó de nosotros. Pasó más tiempo con los famosos en conciertos», dice Novotny. A Ohio, Clinton hizo 17 visitas y Trump 26. Novotny votó en dos ocasiones por Obama pero quedó muy desilusionada con el presidente saliente. Se describe aún como demócrata pero en esta elección votó por Trump. Valery Novotny, votante de Trump en Amherst, Ohio: «(Clinton) se olvidó de nosotros. Pasó más tiempo con los famosos en conciertos» Ana María Rodríguez En una tarde soleada de mediados de noviembre con temperatura récord de 70F, Novotny pinta un cuadro sombrío de su ciudad: fábricas que se marchan, epidemia de drogas y suicidios, poco dinero… Novotny compró su casa por $125,000 en 2009; su valor ha caído a $84,000. «No tomé mi decisión en el último momento. Ponderé los asuntos importantes, las cosas que han ido mal en los últimos ocho años. Ella no era la decisión correcta», dice Novotny, quien parece cruzar los dedos para que el experimento Trump funcione: «Quizás tener a un empresario (como presidente) nos ayudará. Quizás este país necesita ser gestionado como un negocio y no como una máquina política».