El dilema de los líderes del mundo: negociar con Donald Trump o esperar a Joe Biden

Faltan cuatro meses para las elecciones en Estados Unidos. Y muchos países no quieren cometer el mismo error de apostar todo al candidato demócrata, como ocurrió en 2016 con Hillary Clinton. Tanto los aliados como los rivales de Estados Unidos enfrentan una difícil encrucijada ante las elecciones presidenciales de noviembre. Cada vez se les hace más difícil relacionarse con un iracundo Donald Trump. Esperan a su posible sucesor, el demócrata Joe Biden. Pero al mismo tiempo temen que si esto no se concreta tengan que terminar negociando con un envalentonado Trump en su segundo mandato. El propio Trump abordó ese dilema en uno de sus habituales tweets. Mientras celebraba la liberación de Michael White, que había estado prisionero en Irán, advirtió a a los líderes de ese régimen –y al resto del mundo- que “no esperen hasta después de las elecciones en Estados Unidos para hacer el gran negocio”, escribió Trump. “Voy a ganar. ¡Harán un mejor trato ahora!”. El mismo argumento utilizó cuando presionó a la Organización Mundial de la Salud para que realice una reestructuración financiera y que tome distancia de China. El mensaje que envió al director de la OMS fue “o se compromete a hacer las reformas destinadas a mejorar la transparencia y erradicar su `sesgo pro-chino´, o tendrá que hacer concesiones más dolorosas cuando sea reelegido. La canciller alemana Angela Merkel ya tuvo una dosis de esta misma medicina trumpiana. Apenas una semana después de que rechazara la invitación de Trump a una cumbre del Grupo de los Siete que quería celebrar en Camp David, la administración anunció planes para retirar una cuarta parte de las tropas estadounidenses estacionadas en Alemania. Trump explicó que tomaba esa decisión porque Alemania no estaba cumpliendo con su compromiso, como miembro de la OTAN, de destinar el 2% de su producto interno bruto en Defensa antes de 2024. Merkel dio a entender en el Bundestag, el parlamento alemán, que lo que Trump pretendía en el medio de la pandemia era una locura. “Es imposible que nos podamos reunir en persona en estas circunstancias”. La prensa de Berlín dijo que la canciller pensaba que lo que quería el estadounidense era “un golpe político publicitario mostrando a los máximos líderes del mundo todos juntos, sin barbijos, como si la pandemia no existiera” para sacar rédito ante su electorado. Por el momento, muchos gobiernos parecen estar retrasando los acuerdos con la administración Trump a la espera de que una administración Biden “suavice” la postura estadounidense en varios frentes. Corea del Sur, por ejemplo, está presionando para que Washington aumente considerablemente el presupuesto para albergar a los 28.000 soldados estadounidenses que están estacionados en la península. Por debajo de la mesa hizo saber a la Casa Blanca que si no “pagan lo justo” dejarán de apoyar cualquier tipo de negociación con Corea del Norte. Y varios países europeos anunciaron que seguirán adelante con sus planes de gravar a las empresas tecnológicas como Google y Facebook a pesar de la amenaza estadounidense de tomar represalias con aranceles. “Europa y Asia se esconderán detrás del Covid-19 y apretarán el botón de pausa. Le dirán a Trump que es muy difícil hacer negocios como de costumbre”, explicó en un webinar John Chipman, director del International Institute for Strategic Studies de Londres. La incertidumbre y la grave crisis económica creada por la pandemia, los errores cometidos por Trump en el combate al virus y las masivas protestas contra el racismo, hacen un combo que cualquier manual diplomático aconsejaría esperar antes de dar cualquier paso. Todo indica que el descontento aumenta en Estados Unidos y el rechazo a la Administración Trump se amplía, pero tampoco se puede apostar a que Biden ya tiene ganadas las elecciones. Nadie sabe cuál va a ser la situación del país el 3 de noviembre, el día de los comicios. El principal asesor de Salud, el doctor Anthony Fauci, dijo a un comité del Congreso que, si continúa este ritmo de contagio, pronto podría haber 100.000 infectados por día. California, Florida y Arizona tuvieron que dar marcha atrás con sus medidas de apertura social a raíz de un rebrote importante en esos estados. Y los primeros días de agosto serán una prueba de fuego. Está previsto que se reanuden las clases universitarias en todo el país y eso produce una migración interna masiva de cientos de miles de estudiantes. También está la creciente oposición que está teniendo Trump entre sus propios correligionarios. Los senadores republicanos se negaron a avalar la maniobra de Trump para hacer renunciar al fiscal federal que había investigado a dos de sus abogados personales. Un juez federal conservador rechazó la petición de Trump de bloquear la publicación del libro “The Room Where It Happened”, devastador para su política internacional. El autor del libro, John Bolton, el ex asesor de Seguridad Nacional de esta Administración, dijo en una entrevista con ABC News que el presidente representaba ”un peligro para el país”. Otro ex funcionario de la administración, Jim Mattis, el almirante retirado que sirvió como Secretario de Defensa, dijo que Trump estaba “tratando de dividir el país” y “se está burlando de nuestra Constitución”. El principal asesor militar de Trump, el general Mark Milley, se disculpó públicamente por participar en una sesión de fotos cruzando el parque Lafayette, frente a la Casa Blanca, inmediatamente después de una represión brutal de la policía contra manifestantes pacíficos. La Corte Suprema bloqueó el esfuerzo de Trump para poner fin a la política de inmigración adoptada por Obama y que protege a jóvenes nacidos en Estados Unidos de padres inmigrantes sin papeles. Varios editorialistas que en general favorecen la política oficialista en medios que van desde The Wall Street Journal hasta Breitbart, coincidieron en sus artículos de los últimos dás en que las respuestas de Trump a la crisis de la pandemia y la violencia policial contra los negros están dañando sus posibilidades de reelección. “Pareciera que se abrió la compuerta, ahora todos se atreven a desafiar al jefe. Le perdieron el miedo. Y eso es porque se están oliendo que va a ser un presidente de un solo término”, explica Matt Glassman, politólogo de la Universidad de Georgetown. Claro que Biden tampoco provoca gran entusiasmo. Es un hombre conocido por su trayectoria en el Congreso y como vicepresidente de Barack Obama. Un buen acompañante, como lo califican en Washington. Pero para ganarle a Trump hay que ser un excelente protagonista. Por el coronavirus, se pasó los últimos tres meses prácticamente encerrado y enviando videos grabados desde el sótano. de su casa en Delaware. Su ascenso en las encuestas se debió más a los errores de Trump que a sus aciertos. “La falta de exposición lo benefició. Es la mejor manera de no cometer errores en una campaña”, escribió una columnista del Washington Post. Ahora tiene la posibilidad de mover el tablero político cuando devele el nombre de quién será su compañera de fórmula. De acuerdo a Andrew Bates, jefe de comunicaciones de Biden, la lista se redujo a tres nombres: las senadoras. Elizabeth Warren de Massachusetts y Kamala Harris de California, y Susan Rice, ex asesora de Seguridad Nacional de Obama. Cualquiera de ellas reforzaría su imagen.   La incertidumbre sobre cómo se saldrá de la pandemia hacen, por ahora, muy difícil predecir resultados y esto es lo que tiene en vilo a los departamentos de Política Exterior de todo el mundo. Si nos atenemos a las estadísticas, sólo dos de los últimos seis presidentes anteriores a Trump perdieron su reelección. Pero a cuatro meses de las elecciones Jimmy Carter y George Bush padre sufrían, como Trump ahora, un notable descenso en su popularidad. Según el seguimiento continuo que hace Gallup del porcentaje de estadounidenses que aprueban el desempeño del trabajo de un presidente, los números de Carter y Bush se hundieron por debajo del 40% durante este período y prácticamente se mantuvieron así hasta el día de los comicios. Según la misma encuestadora, Trump está ahora en esa situación. Su índice de aprobación cayó al 39 por ciento a principios de junio desde el 49 del mes anterior. Y el promedio de una veintena de encuestas de los últimos días marcan que Biden supera al menos por dos puntos a Trump en los estados clave para su reelección. Claro que nunca hay que subestimar la capacidad de Trump para convencer a millones de estadounidenses del Medio Oeste de que votar por Biden es darle el poder nuevamente al centralismo de Washington y que con los demócratas va a continuar la sangría de puestos de trabajo hacia Asia. Y esto también lo entienden los diplomáticos de todo el mundo. Un representante latinoamericano de una embajada en Washington dijo que la mayoría de los gobiernos aprendieron una lección al apostar todo por Hillary Clinton en 2016, cuando el consenso predominante era que ella ganaría la presidencia. También saben, comentó, que los cambios radicales que realizó Trump en la política exterior están para quedarse lo que significa que tanto los aliados como los rivales tendrán que aprender a depender menos de lo que sucede en Washington, más allá de quién gane en noviembre.