Él llamaba a la Patrulla Fronteriza para reportar a los inmigrantes; conoce a la chica que lo enfrentó
En Brownsville, Texas, una joven decidió entrevistar a su vecino, que contacta a las autoridades cada vez que ve gente cruzando de México a EEUU. Este fue el resultado del intercambio, relatado por su protagonista. Hace unos años estaba sentada frente a mi casa con mi familia, cuando de repente vimos pasar un grupo de Jeeps camuflajeados por nuestra calle. Todos somos latinos por acá, pero estos tipos no eran como nosotros. Tienen la piel mucho más clara y algunos eran rubios. Era como si el ejército nos estuviera invadiendo. Me dio miedo y corrí hacia la casa. Los vecinos luego nos dijeron que un hombre llamado Rusty fue el que causó todo esto. Nos comentaron que él creó una milicia para cazar a inmigrantes. Lo llaman ‘Campamento Rusty’. Tengo 15 años y vivo en Brownsville, Texas. Esta es una ciudad que comparte frontera con México, desde donde llegaron mis padres. Yo nací en Brownsville y mis papás son residentes legales de Estados Unidos, pero algunos de mis parientes que viven acá no lo son. Había escuchado de Rusty mucho antes de que ver a esos Jeeps. La primera vez que supe de él fue cuando tenía unos siete años, cuando mi familia y yo estábamos regresando de Matamoros, México, donde viven muchos de mis parientes. Mi mamá estaba platicando de lo malo que era Rusty y lo que hacía; cómo llamaba a la Patrulla Fronteriza cada vez que pensaba que un inmigrante pasaba cerca de su casa. Vi a Rusty en la gasolinera poco después de esa conversación. Era un hombre blanco bien macizo con clarísimos ojos azules. Todavía lo puedes ver en la gasolinera. Va todos los días y se queda ahí. Toma su café y espera que los inmigrantes le pidan ayuda o dinero para comprar comida. Ellos creen que él los va a ayudar, porque tiene una bandera mexicana a un lado de su bandera estadounidense en su camioneta Ford. Pero luego llama a la Patrulla Fronteriza desde su celular. «Últimamente he tenido ganas de hablar con Rusty y entender por qué hace estas cosas tan malas». Mucha gente tiene miedo de la Patrulla Fronteriza, especialmente ahora que la situación ha empeorado. Yo siento el miedo de todos. Ha habido varias deportaciones en mi barrio: conozco a alrededor de diez casos. Algunos residentes ya no conducen sus autos porque tienen miedo de que los vayan a detener y sean enviados a México. Mi vecino tiene susto porque su hijo es un beneficiario del programa DACA y hay rumores de que DACA ya no va a proteger a los inmigrantes. Mis tíos fueron deportados hace unos meses. Estaban regresando de la iglesia cuando un policía estatal los detuvo en la gasolinera. El agente llamó a la Patrulla Fronteriza. No tuvieron ninguna escapatoria frente a esto. Deportaron a mi tía a México inmediatamente y mi tío fue deportado después de pasar tres semanas en la cárcel. Tienen cuatro hijos que nacieron en Estados Unidos. El más joven tiene ocho años. Nadie que conozco ha platicado con Rusty. Nadie se acerca a su casa. Le tienen mucho miedo. Pero últimamente he tenido ganas de hablar con él y entender por qué hace estas cosas tan malas. Soy alguien a quien le encanta hablar con la gente, sin importar si los conozco. Pero con él tenía miedo. Tanto miedo que cuando lo fui a buscar empecé a comerme el esmalte de las uñas.
Pero luego lo superé.
Primero fui a la gasolinera para buscarlo, pero vi que su camioneta ya iba de salida y partí a su casa. Estaba en su auto. Me acerqué a él y le dije: “Buenas tardes. Soy periodista y me gustaría entrevistarte”. “¿Estás lista para aburrirte con este viejo?”, me contestó. Me paré al lado de su camioneta. Olía a sudor, cigarros y comida podrida. En su nariz tenía una herida, llena de pus. En su muñeca tenía otra, con marcas de sangre. Sus ojos eran amarillentos y tenía enormes bolsas bajo estos. No le quise preguntar por qué se veía tan enfermo, pero me lo dijo de todas formas. “Tengo dos tipos de cáncer, pero no los estoy tratando. La medicina me hace sentir peor”. Después de esta conversación, se me quitó el miedo. Luego miré su casa. La construcción tenía por lo menos 60 años. La pintura blanca estaba desgastada. Un cráneo de una vaca adornaba la entrada y había cámaras y un letrero que decía «Los intrusos serán perseguidos». Un poco más adentro en el terreno había otra casa, más grande, pero en peores condiciones que la primera. Daba la impresión de que Rusty no vivía en ninguna de las dos. Empecé a pensar que quizás él vive en esa camioneta y comencé a cuestionar si, tal vez, él no era tan malo como todos decían. Quizás era simplemente un viejo enfermo y deprimido. Antes yo había asumido que odiaba a los mexicanos y que no sabía nada de ellos. Pero unos minutos después de que empezamos a platicar, él comenzó a hablar en español. Y su español no era nada malo: lo hablaba como todos los que viven en esta región. Rusty –también conocido como Cuban Alfredo Monsees, Jr.– tiene 69 años. Cuando empezó a relatarme su historia familiar quedé fascinada. Todo estaba conectado a México. Lo más impresionante que me contó fue que, según él, su padre fue el sirviente personal de Pancho Villa durante la Revolución Mexicana. Aunque no me las mostró, me dijo que hasta tenía fotos de eso. Incluso me dijo que su hermanastro nació en México y todavía vive allá. «¿Cómo es que alguien con tantas conexiones con los mexicanos puede ser tan malo con ellos?», pensé. Me dijo que cuando era un niño en Brownsville, su familia vivía al lado del río Grande, que divide Texas y México. Todavía vive en el mismo terreno: la Calle Monsees, a unos pasos de la frontera. Me dijo que hace unos años no tenía problemas con los inmigrantes. Incluso sus padres les dejaban pasar la noche en su casa si les cortaban el pasto. Pero, según Rusty, las cosas cambiaron. Muchos narcotraficantes empezaron a cruzar el río. Algunos actuaron de manera violenta. “Hay 150 perros enterrados en mi terreno”, dijo Rusty. “Solo unos diez murieron por causas naturales”. Uno de los perros, cuenta Rusty, fue desollado y colgado de un árbol mientras seguía vivo. “Tuve que dispararle y enterrarlo”, subrayó. “Si alguien es suficientemente malo para matar a un perro pequeño, hará lo mismo con un ser humano”. De alguna manera entendí lo que estaba diciendo, pero conozco mucha gente que ha cruzado el río sin papeles y que son buenas personas. No entendí por qué Rusty acogería a un grupo armado en su propiedad (el que ya no funciona, en todo caso) o por qué llama a la Patrulla Fronteriza, algo que admite hacer. Me parece que hace enormes generalizaciones de los inmigrantes. Muchos hacen esto, pero Rusty además parecía tener otros problemas, quizás de salud mental. Por ejemplo, me dijo que el Estado Islámico había cruzado la frontera por el río aquí mismo en Brownsville y fueron detenidos por la policía. Sin embargo, en vez de llevarlos a la comisaría, Obama envió un bus a buscarlos y desaparecieron. Otra cosa rara que me dijo fue que él podía identificar a los musulmanes cuando cruzaban el río (los llamaba ‘mahometanos’ o ‘mohammedans’, en inglés), simplemente extendiendo su mano izquierda hacia ellos. De acuerdo a Rusty, los ‘mahometanos’ se echan hacia atrás, con miedo. Eso sonaba como una locura. Y Rusty parecía no darse cuenta de que sus frases racistas podían herir a otras personas, incluso a mí misma. Él simplemente quería hablar y hablar sin parar. Se veía muy solo. Me dijo que tenía tanto dolor por el cáncer que muchas veces no podía dormir. Empecé a preguntarme cuánto tiempo llevaba viviendo solo. «Yo tomé algunas malas decisiones y mi mujer y mis hijos me abandonaron», me contó. Ya no le temo a Rusty. De hecho, planeo ir a visitarlo pronto nuevamente, porque me dijo que iba a ir a ver las rutas de la Patrulla Fronteriza. Ahora, cuando pienso en él, pienso en alguien patético, por el que me da un poco de pena. De todas maneras, sigue siendo una persona peligrosa que vive en mi vecindario. Tiene su celular, un café y el número de teléfono de la Patrulla Fronteriza. Los borradores de la autora de este artículo fueron editados por Debbie Nathan, periodista para la Unión Americana de las Libertades Civiles (ACLU) de Texas y residente de ese estado. Este artículo es parte de la iniciativa de Splinter para reclutar a periodistas, ensayistas y fotógrafos locales por todo el país.