El plan de Donald Trump para ganar la batalla contra la adicción a los opiáceos
El presidente estadounidense pausó sus vacaciones en Nueva Jersey para atender un tema por el que incluso una comisión le recomendó declarar una emergencia nacional. Según los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), 91 estadounidenses mueren cada día por sobredosis de esas sustancias. El presidente de EE.UU., Donald Trump, prometió este martes «ganar» la batalla contra los opiáceos, que matan a 91 estadounidenses al día, mediante el refuerzo de la seguridad en la frontera con México, el endurecimiento de penas a los narcotraficantes y las campañas de prevención de la adicción. Trump hizo una pausa en sus vacaciones en Bedminster (Nueva Jersey) para conversar con su equipo sobre la crisis generada por la adicción a analgésicos opiáceos con receta como OxyContin o Vicodin, que lleva a muchos estadounidenses a engancharse después a la heroína, más barata en el mercado negro. «Nadie está a salvo de esta epidemia, que amenaza a todos, los jóvenes y los viejos, los ricos y los pobres, las comunidades urbanas y las rurales. Todo el mundo está amenazado. Las sobredosis por drogas son la causa principal de muerte accidental en Estados Unidos», aseguró Trump durante la reunión. El mandatario describió como un «problema enorme» la adicción a los opiáceos, que incluye tanto los analgésicos recetados como la heroína y el fentanilo, una potente sustancia que se mezcla con otras drogas para aumentar su potencia y cuyo consumo dispara el riesgo de sobredosis. «El problema es muy complicado, y ahora mismo estamos en el bando perdedor de esta guerra», reconoció la consejera presidencial Kellyanne Conway en una conferencia de prensa tras la reunión. Trump prometió, sin embargo, que su Gobierno ganará esa batalla, y lo hará «por los jóvenes» del país y «por muchas otras personas, no necesariamente jóvenes, que están completamente adictos y tienen problemas graves». La promesa del presidente tiene una vertiente electoral: según un estudio publicado en diciembre por la Universidad Estatal de Pensilvania, el mandatario sacó sus mejores resultados en los comicios de noviembre pasado en aquellos condados con las mayores tasas de mortalidad por drogas, alcohol y suicidios. Pero Trump ha recibido críticas en la última semana por haber dicho, en una llamada telefónica en enero con el presidente mexicano Enrique Peña Nieto, que muchos en Nuevo Hampshire habían votado por él porque ese estado era «un antro infestado de drogas». El mandatario recordó que durante la campaña prometió «luchar la batalla» contra los opiáceos, que en 2016 mataron a casi 60.000 estadounidenses, según los datos preliminares del Gobierno de EE.UU. «Estamos siendo muy, muy duros en nuestra frontera sur, y yo diría que de una forma que ciertamente nunca se había visto en este país, ese tipo de fuerza», subrayó Trump. Según el Departamento de Estado, entre el 90 % y el 94 % de la heroína que se consume en Estados Unidos proviene de México y Trump ha argumentado que el muro que quiere construir en la frontera sur disminuiría el flujo de drogas. El mandatario aseguró, además, que los juicios en tribunales federales por narcotráfico «aumentarán rápidamente» bajo su Gobierno, y se impondrán penas más largas a los responsables. El tercer ingrediente, según Trump, es «evitar que la gente use drogas», porque «si no empiezan, no tendrán un problema, y si empiezan, es terriblemente difícil dejarlo». «Quizá podemos hablar con los jóvenes y decirles: no es bueno, es realmente malo para ti en todos los sentidos», agregó. En marzo pasado, Trump creó una comisión presidencial para combatir la crisis de opiáceos, que está liderada por el gobernador de Nueva Jersey, el republicano Chris Christie. La semana pasada, esa comisión emitió un informe que recomendaba a Trump declarar inmediatamente una emergencia nacional por el problema de los opiáceos, un mecanismo que eliminaría algunas barreras burocráticas y presionaría al Congreso para otorgar al Gobierno más fondos para combatir el problema. Pero el secretario de Salud de EE.UU., Tom Price, sugirió que Trump no seguirá esa recomendación, al asegurar que todos esos objetivos pueden cumplirse sin declarar una emergencia nacional. «El presidente tiene todas las opciones sobre la mesa, pero lo que estamos tratando de hacer es presentarle una estrategia» que implique a todas las agencias del Gobierno para luchar contra el problema, y que Trump recibirá «pronto», explicó Price.
Muertes se duplicaron entre 2002 y 2015
Las muertes por sobredosis de opiáceos continúan en aumento, pese a los esfuerzos oficiales para detener el avance de lo que se ha convertido en uno de los mayores problemas de salud pública de Estados Unidos en los últimos años. De acuerdo con cifras de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), las muertes por sobredosis con opiáceos, que incluyen los analgésicos, las drogas sintéticas y la heroína, se duplicaron entre 2002 y 2015 en Estados Unidos. Cada día, 91 estadounidenses mueren por sobredosis de opiáceos, según los CDC, un problema que se ha disparado desde comienzos de siglo y que está relacionado con el aumento en la venta con receta de analgésicos, que se ha cuadruplicado desde 1999. Según estimados del Centro Nacional de Estadísticas de Salud, en 2016 se registraron más muertes a causa de sobredosis con opiáceos de prescripción y drogas como la heroína que el año anterior. El reporte señala que pese a que el número de prescripciones de medicamentos opiáceos disminuyó en 2016, los casos de sobredosis aumentaron de 16,7 por cada 100.000 personas a 19,9, en comparación con el año pasado. Según cifras de los CDC, en 2015 las muertes por sobredosis de drogas sumaron más de 52.000, de las cuales el 63 % involucró el consumo de un opioide. Los CDC han instado a los proveedores de salud a ser más cautelosos en la prescripción de este tipo de medicamentos y advertir a los pacientes sobre los riesgos que conllevan. Según investigaciones previas de los CDC, las cifras más altas de opioides recetados se registran en ciudades pequeñas con un mayor porcentaje de residentes blancos no hispanos, en los que existe una mayor prevalencia de personas con condiciones crónicas como diabetes y artritis y con una tasa de desempleo alta.