El primer año de gobierno de Trump se ‘celebra’ con su Gobierno cerrado

La ironía del aniversario del primer año del presidente republicano Donald Trump en la Casa Blanca es que el Gobierno que gestiona no tiene presupuesto para seguir operando, pese a que su partido tiene mayoría en ambas cámaras. Ninguna imagen podía ser tan elocuente de lo que ha sido el primer año de la presidencia de Donald Trump: su Gobierno está cerrado. Después de negociaciones de última hora en el Senado para lograr un acuerdo que permitiera una extensión temporal de la financiación del Gobierno mientras se terminan de perfilar los presupuestos, los republicanos no consiguieron los 60 votos necesarios para evitarlo. Los demócratas aguaron la fiesta a Trump con su negativa a aprobar los presupuestos y condicionándolos a la regularización de unos 800,000 jóvenes indocumentados. El Presidente se los reprochó así en un mensaje de Twitter: «Este es el primer aniversario de mi presidencia y los demócratas querían darme un bonito regalo», ironizó. El mandatario tuvo que cancelar su participación en un gran evento que había organizado en su lujosa mansión en Mar-a-lago en Florida para conmemorar su primer año en la Casa Blanca, para el que los invitados habían pagado 50,000 dólares.

Del brillo de Mar-a-lago al apagón

Esta imagen podría servir para definir lo que ha sido su primer año de Gobierno en el que, ha pasado bruscamente de una postura a otra, y pese a que tiene mayoría en ambas cámaras sus logros legislativos han sido escasos. Y es que detrás de la grandilocuencia de sus palabras (a veces fuera de lo políticamente correcto) y sus promesas electorales, en realidad, sólo pudo aprobar una reforma fiscal, que ha sido criticada porque a la larga se prevé que beneficie más a los empresarios que a la clase media estadounidense. A veces da la impresión de que, acostumbrado a hacer las cosas a su manera, siendo un jefe implacable como mostraba en su reality show ‘The Apprentice’, en el que despedía en directo a quien no trabajaba a su gusto, no termina de encajar en las normas que rigen la política. Precisamente, su verbo combativo y su a veces irreflexivo uso de Twitter le ha llevado a poner palos en la rueda de su propio partido, como sucedió esta semana con un mensaje sobre la financiación de un programa sanitario infantil durante las negociaciones para evitar el cierre. Este gesto fue interpretado como su retirada al apoyo del paquete de medidas elaborado por los republicanos. En un editorial el diario The Washington Post culpa directamente a esos cambios en el rumbo de su discurso (desconcertantes para los legisladores) como el motivo por el que en su primer aniversario no tiene un gobierno que gestionar. «Los mensajes mixtos del presidente, más que nada, son los que llevaron al gobierno al borde de un cierre», que recuerda que justo una semana antes, Trump sumió al Capitolio en un caos similar cuando tuiteó críticas sobre un proyecto de ley de vigilancia que apoyaba su administración. Más tarde ese mismo día, rechazó, un compromiso de inmigración bipartidista que había dicho solo dos días antes que aceptaría. Y aunque algunos miembros de su administración tratan de limar las asperezas de los comentarios de Trump en su nombre, como hizo esta semana el jefe de su gabinete John Kelly, al asegurar que algunas promesas de Trump como el muro con México se basaron en mala información, el propio presidente volvió a la carga reafirmando su deseo de construirlo en apenas unas horas después. En cualquier caso, el polémico muro estaría en la lista de ‘asuntos pendientes’ del mandatario en su primer año.

«América primero»

Entre sus ‘logros’, teniendo en cuenta su promesa de mano dura con la inmigración, terminó con el programa de acción diferida para los indocumentados entrados en la infancia (DACA) y terminó con el Estatus de Protección Temporal (TPS) para los salvadoreños, los nicaragüenses y los haitianos. Y si entró pisando fuerte en Washington con su promesa de «América primero» también lo hizo en la escena internacional protagonizando muchas polémicas. En política exterior, las tensiones con Corea del Norte se intensificaron con una escalada dialéctica que llegaron a menciones personales fuera de la diplomacia, como cuando se refirió al líder norcoreano como «bajito» y «gordo» o «hombre cohete». Otro de sus objetivos era intervenir en Oriente Medio para impulsar el proceso de paz entre israelíes y palestinos, sin embargo, reavivó el enfrentamiento al declarar oficialmente Jerusalén la capital de Israel, ciudad sagrada para ambos, por lo que las embajadas suelen ubicarse en Tel-Aviv. Todavía está pendiente de ejecución el traslado de la legación diplomática estadounidense, tras las protestas generadas.

Trump el pionero

Desde su campaña arrastra otros asuntos pendientes de resolver como la relación de algunos miembros de su campaña con Rusia. ¿Hubo colusión? El presidente dice que no, pero hay una investigación abierta para la que se ha nombrado un fiscal especial y otra en una comisión en el Congreso. Si bien, este es el principio y todavía le quedan otros tres años para anotarse logros y/o fracasos, será la primera vez en la historia que un cierre de Gobierno sucede con un mismo partido, en este caso el republicano, controlando la Casa Blanca y las dos cámaras legislativas.

10 puntos en los que Donald Trump ha pasado el año contradiciéndose y confundiendo a los demás

Washington y el mundo se han acostumbrado a la incertidumbre ante la posición del presidente en numerosos temas, incluso los que dominan su agenda política. El primer año del gobierno de Donald Trump ha sido uno de los más intensos arranques de una presidencia estadounidense que muchos políticos y periodistas en Washington recuerden, como corrobora la abundante información que se ha producido en estos doce meses de gobierno republicano. No se debe solo a la intensidad de los cambios que la Casa Blanca ha querido imprimir a su primera etapa (algo común en todo nuevo gobierno) sino también a la personalidad combativa del presidente Trump y su locuacidad, expresada a diario a través de su cuenta en Twitter. Hay temas que el presidente no abandona, como el permanente recordatorio de que él, no Hillary Clinton, ganó las elecciones, o las referencias constantes a Corea del Norte y su líder Kim Jong un («hombrecito cohete», como lo llama) hasta la insistencia de que no hubo colusión en el caso de Rusia y su campaña presidencial y su empeño en responsabilizar de ello a los demócratas. Hay otros puntos en los que el presidente ha cambiado de posición notablemente y esas diferencias de opinión han dejado a muchos dentro y fuera de EEUU sorprendidos y confundidos, no solo a los medios, sino a importantes aliados internacionales de Washington. El ejemplo más reciente ocurró este jueves, cuando con un tuit mañanero, dio a entender que no estaba de acuerdo con la estrategia que había puesto en marcha el partido Republicano para garantizar la aprobación de fondos que permitiera al gobierno federal seguir en funcionamiento.

Muro con México

Trump llegó a la Casa Blanca prometiendo usar la seguridad fronteriza con cualquier reforma migratoria o medida de alivio a comunidades de inmigrantes indocumentados actualmente en el país. La construcción de una “hermosa barrera” en la frontera sur es símbolo de la política de seguridad del gobierno republicano. Al principio Trump hablaba de una construcción de una barrera a lo largo de 2000 millas, desde el Golfo de México hasta el Océano Pacífico que pagaría el gobierno mexicano.

Después de que como candidato estimó un costo de 4,000 millones, en abril del 2017 dijo que el trabajo costaría unos 8,000 millones de dólares. En julio el Congreso aprobó 1,600 millones para el muro, pero a principios de año el ejecutivo solicitó 18,000 millones para la barda. Ante las quejas (y demandas) de ecologistas o grupos indígenas, ahora la Casa Blanca dice que no hay que ser tan literal y que habrá zonas del muro que serán “virtuales”, donde se usará tecnología de vigilancia o drones.

 

DACA

Al llegar a la Casa Blanca, Trump pareció suavizar sus críticas a la “amnistía ilegal” que consideraba durante la campaña que era la protección temporal que el presidente Barack Obama otorgó a indocumentados que llegaron como menores de edad traídos por sus padres. En febrero dijo que trataría a los beneficiarios del programa DACA “con corazón”.

Pero en septiembre el gobierno anunció el fin del programa, que dejará de regir en marzo, y puso la pelota en el Congreso, al que exige dar una solución definitiva al problema, siempre y cuando tome en cuenta sus exigencias en materia migratoria y de seguridad fronteriza. En vista de las dificultades que ha habido en esa negociación, Trump ha sugerido que DACA “está probablemente muerto” y le echa la culpa a los demócratas a los que acusa de ser negligentes con los jóvenes protegidos y la seguridad nacional.

 

Obamacare

El sistema de salud reformado que dejó Barack Obama fue el gran objetivo y la gran frustración del primer año de gobierno. Después de dos intentos infructuosos por derogar la ley de Servicios de Salud Asequible, la obsesión republicana de los últimos siete años, el presidente optó por una estrategia de desmantelar progresivamente la ley que el gobierno debería garantizar. En diferentes ocasiones el presidente dijo que el sistema estaba “muerto” o “en problemas”.

Independientemente de cuán acertadas hayan sido esas evaluaciones, puede decirse que Trump ha hecho lo posible para que ese escenario agorero se cumpla. Primero eliminó algunos subsidios, luego recortó el periodo de inscripción y los esfuerzos de mercadeo, y finalmente, a través de la nueva Ley de Impuestos, eliminó el llamado mandato individual que ayudaba a crear mercados de pólizas más económicas al obligar las personas adquirir seguros de salud. Aunque Obamacare sigue estando en la mira de los republicanos, Trump pareció darse por servido en diciembre al felicitarse porque “la parte más odiada” del sistema hubiera sido desmantelada.

 

Corea del Norte

Desde que llegó al poder, el presidente ha estado enfrascado con un pulso retórico (a veces de tono casi juvenil) con su colega norcoreano Kim Jong-un. En marzo de 2016 acusó a Corea del Norte de “portarse mal” y responsabilizó a China de no ayudar a poner orden en el vecindario. Después Trump empezó a cortejar al gobierno chino para que ejerciera su influencia sobre Pyongyang, particularmente luego de la visita del presidente Xi Jinping a EEUU en abril.

Ya para junio pareció haber reconocido cómo funcionan los mecanismos de la geopolítica al reconocer que “los esfuerzos del presidente Xi y China (…) no dieron resultados. Al menos sé que China lo intentó”. En septiembre empezó a referirse al líder norcoreano como “Little Rocket Man” (pequeño hombre cohete) por su programa de misiles, lo que generó un breve intercambio de insultos cuando el aludido se refirió a Trump como “viejo gordo”. Luego nada más comenzar 2018, el presidente retomó Twitter para aclarar que su botón nuclear era “más grande” que el de Kim.

 

Rusiagate

El presidente ha vivido su primer año en el gobierno bajo la sombra de la investigación sobre la supuesta coordinación entre la campaña republicana y operarios de inteligencia de Rusia para perjudicar a su contrincante Hillary Clinton, el llamado ‘Rusiagate’. Para Trump el caso que investigan cuatro comisiones del Congreso más el fiscal especial Robert Mueller es una “farsa”, un “truco”, una “burla”, una “maniobra”, una “cacería de brujas” (la mayor de la historia, por cierto), orquestada por los demócratas para explicar su derrota electoral y minar su gestión.

A lo largo del año, el mandatario repitió, sin que sea cierto, que las investigaciones han demostrado que “no hubo colusión”, cuando lo cierto es que las pesquisas siguen su marcha y nadie ha presentado conclusiones. En agosto parece que reconoció que había un problema cuando tuiteó, tras un programa de Fox News, que “Obama supo de la interferencia rusa tres años atrás pero no quiso molestar a los rusos”.

 

Fake News

Para Trump el ‘Rusiagate’ es una demostración de lo que llama “fake news”, las noticias falsas de las que acusa a los medios de inventar para atacar a su gobierno. Esas noticias falsas siempre son aquellas que apuntan fallas o inconsistencias en su gestión e invariablemente provienen de medios como CNN, The New York Times o The Washington Post. En cambio, lo que ve en Fox News cuenta con toda su credibilidad a juzgar por la frecuencia con la que divulga desde su cuenta Twitter informaciones o comentarios que se presentan en esa cadena de corte conservador.

Trump se queja de que los “medios de Noticias Falsas” ignoran los éxitos de su gobierno, sobre todo el crecimiento exponencial de los mercados bursátiles, el empleo, el regreso de empresas al mercado estadounidense, el aumento del índice de confianza del consumidor y hasta el buen año que tuvo la aviación civil en cuanto a accidentes mortales. Se ha quejado de que “el 90% de las noticias sobre él son falsas” y en enero anunció que daría un premio a los “medios de noticias falsas” (Fake News Award).

 

Hillary Clinton

Tanto el supuesto acoso de los “fake News”, como el ‘Rusiagate, son para Trump parte de una componenda liberal para desprestigiar su esfuerzo por “drenar el pantano” que considera que es la manera de hacer política en Washington. Según él, los medios liberales, con CNN a la cabeza, habrían sido parte de la red de apoyo de la demócrata, quien ha estado presente en la mente y los mensajes del presidente como nunca lo estuvo un candidato perdedor en la historia reciente del país. Trump ha criticado lo “pésima candidata” y lo “mala perdedora” que es Clinton.

Pero ha ido más allá al sugerir al Departamento de Justicia que debería investigar los acuerdos que la Fundación Clinton (que manejó con su esposo Bill), sobre todo la ya desmontada versión de que, como secretaria de Estado, permitió a los rusos acceso a una buena porción del uranio de EEUU a cambio de fondos para su organización de apoyo al desarrollo. “La única colusión es entre Hillary Clinton y el FBI/Rusia, los medios de noticias falsas y este nuevo libro falso”, dijo en enero tras la publicación de ‘Fuego y furia’, el libro de Michael Wolff en el que se cuentan supuestas intimidades de la Casa Blanca de Trump.

 

FBI/ James Comey

En mayo, Trump generó la tercera gran crisis de su gobierno al tomar la inusual medida de despedir al jefe del FBI, James Comey. Entre las declaraciones confusas del presidente y su equipo de gobierno, quedó la duda de si Comey fue despedido por la continuación de las investigaciones del ‘Rusiagate’ y no por cómo manejó la investigación de los mails de Clinton, como establecen los menos internos con los que la Casa Blanca justificó la medida.

A días de su despido, Trump advirtió a Comey que “mejor que no haya grabaciones”, en referencia a supuestas conversaciones que habrían tenido ambos hombres en las que el mandatario le habría pedido (indebidamente) a Comey su fidelidad y ser comprensivo con su ex asesor de seguridad nacional Michael Flynn, quien terminó declarándose culpable de haber mentido al FBI sobre la naturaleza de sus contactos con diplomáticos rusos. Trump ha asegurado que Comey “exoneró” a Clinton aun antes de tener las conclusiones de la investigación sobre sus mails. Trump ha llegado a poner en duda la capacidad profesional del FBI, algo que ningún presidente había hecho.

 

China

El gigante asiático fue el objetivo de la furia del candidato Trump, quien criticaba el desbalance que hay en el comercio entre ambos países y la aspiradora de trabajos estadounidenses que era China. Además, amenazó con declararlo como país “manipulador de monedas” el primer día que llegara al Despacho Oval. Apenas elegido presidente, Trump generó una crisis diplomática al recibir la llamada de la presidenta de Taiwán, presagiando un choque de titanes que podría desestabilizar el orden económico mundial. Nade de eso pasó y el tono de Trump fue moderándose en la medida que empezaba a cortejar a Pekín para lidiar con Corea del Norte. En julio volvió a arremeter contra las prácticas monetarias chinas al decir que estaba “profundamente desilusionado» con China.

«Nuestros tontos líderes del pasado le dejaron hacer miles de millones de dólares en comercio y ellos no hacen nada por nosotros en Corea del Norte”. Pero después puso el impuesto corporativo chino del 15% como ejemplo a seguir por EEUU y hacia noviembre, en vísperas de su visita a Pekín, expresó su agrado por reencontrarse con el presidente Xi Jinping. De hecho, el 9 de noviembre aseguró que “no culpo a China, sino a los gobiernos pasados por permitir a China aprovecharse de EEUU en comercio”. Ese mismo día dijo que construiría “una relación más fuerte” con Pekín.Desde entonces ha olvidado sus rencores con los chinos.

 

Rusia y Putin

Los vínculos de Trump, existentes o no, con Rusia más allá del ‘Rusiagate’ han recibido gran escrutinio por parte de los medios. Tras haber dado a entender en el pasado que conocía al presidente Vladimir Putin, el 7 de febrero aseguraba que “no conozco a Putin, no tengo negocios en Rusia”. A fines de diciembre de 2016 había alabado la “inteligencia” del ruso al no reaccionar a las sanciones impuestas por Obama. Justo lo que había pedido (indebidamente) el asesor Flynn al embajador ruso en Washington y sobre lo que mintió al FBI. En julio, en una reunión del G20 en Alemania, Trump informó que había acordado con Putin crear una fuerza de ciberseguridad binacional (algo que escandalizó a muchos, que recuerdan que las agencias de inteligencia han indicado que Moscú está detrás del intento de manipular la campaña electoral). Menos de 12 horas después aclaró que “no significa que vaya a suceder”. Finalmente, Putin y Trump lograron establecer coordinar una acción en Siria que ha permitido el desalojo de ISIS de los territorios que controlaba, pero que ha oxigenado al presidente Bashar al Asad, un gobierno que tradicionalmente no es del gusto de Washington. En cambio, esta semana aseguró en una entrevista con Reuters que Rusia “no está ayudando” con Corea del Norte y que está desmontando todo lo que China ha logrado.

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