Emergencia en la frontera: aumento cruces de indocumentados
Las familias detenidas en la frontera se duplican. El gobierno anuncia la construcción de dos centros temporales en Texas para responder al «incremento significativo de cruces ilegales”. Viajamos al Valle de Rio Grande, el punto con más cruces, para tomar el pulso a la situación. McAllen, Texas.- Todo pasa en poco más de una hora a unos metros del Río Grande, que separa México de Estados Unidos. La agente Marlene Castro se cruza por un camino a dos mujeres sin papeles con sus dos hijos. Mientras los atiende, aparecen tres indocumentados más. De vuelta a patrullar, detecta a otras quince personas y por radio le dicen que encuentran a un grupo de 21 migrantes en la misma zona. Primera hora de la tarde, 92 grados Fahrenheit, sol tenaz. En total, 43 indocumentados detenidos en el punto con más cruces ilegales en las casi 2,000 millas de frontera. Así son todos los días, dice la agente de la Patrulla Fronteriza, y las cifras oficiales lo corroboran. Las detenciones de familias y niños solos han marcado un nuevo pico este otoño: la Patrulla Fronteriza aprehendió en octubre a 46,195 personas que habían entrado de manera ilegal al país, un 16% más que en septiembre. Los migrantes que llegaron con otros miembros de su familia se duplicaron comparado con octubre de 2015. Son cifras cercanas a la crisis humnitaria de 2014. El Gobierno lo admite: “Hemos visto un incremento en los números de detenidos en la frontera sur”, dijo el secretario de Seguridad Nacional, Jeh Johnson, el 23 de noviembre en un comunicado. La Patrulla Fronteriza, aunque insiste en que todo está bajo control, también muestra síntomas de que la llegada de migrantes es extraordinaria. McAllen es el epicentro: de cada 100 inmigrantes detenidos en octubre en toda la frontera, 65 fueron encontrados esta zona, en el valle del Río Grande, en el extremo sur de Texas. Principalmente son centroamericanos –de El Salvador, Guatemala y Honduras–, aunque también se están diversificando los orígenes. Cada vez que la agente Castro pregunta a los migrantes por qué cruzaron, se repite la misma explicación. «Me vine con mi mamá y mi hermana por la violencia que hay en nuestro país, por las maras», dice Yerlin Hernández, una salvadoreña de 14 años.
Tiendas de campaña de urgencia
Las autoridades federales anunciaron el miércoles 30 de noviembre que construirán un nuevo centro temporal para procesar hasta 500 mujeres y niños indocumentados en Donna, Texas, a unas millas de McAllen y del Río Grande. Pasarán allí sus primeras horas tras ser detenidos. La nueva instalación dará oxígeno a los varios centros que la Patrulla Fronteriza ya tiene en el área. Once días antes, el gobierno informó también de la apertura de otro centro temporal, a unas 40 millas de El Paso, Texas, para absorber “el incremento significativo de cruces ilegales”. Son tiendas de campaña de plástico y se mantendrán abiertas, por lo menos, 30 días. Y no solo está reaccionando la Patrulla Fronteriza: el Departamento de Salud y Servicios Humanos, que se ocupa de procesar a los menores que llegan solos, acaba de comunicar al Congreso que destinará 167 millones de dólares al alojamiento y cuidado de los migrantes que están llegando. Ese dinero fue originalmente presupuestado a servicios de salud nacional. Pese a los niveles de migrantes, la Patrulla Fronteriza niega estar en una crisis humanitaria, como la que el presidente Barack Obama declaró en 2014. La diferencia –dicen– es que esta vez hay recursos: “Ahora tenemos los medios para procesar la gente más rápido”, dice a Univision Noticias José Villareal, jefe de programas de la Patrulla Fronteriza en el sector del Valle del Río Grande. Los centros de la Patrulla Fronteriza son la primera puerta por la que las autoridades absorben la llegada de inmigrantes. En el terreno, llegan varias furgonetas y la agente Marlene Castro entrega a sus compañeros los migrantes que acaba de encontrar esta tarde. Cerca del río, los furgones esperan en fila –como si de una estación de taxis se tratara– para responder al goteo constante de migrantes que se entregan o son encontrados. Con la poca agua que les queda, las madres se suben a los vehículos y sientan a sus hijos en las rodillas. Se los llevan a ese primer paso del sistema migratorio y allí, tras entrevistarlos y detenerlos un máximo de 72 horas, cada caso evoluciona de manera muy diferente.
Filas de detenidos y montañas de casos judiciales
El Gobierno dice que actualmente retiene a unas 41,000 personas en sus instalaciones de detención migratoria, cerca de un 25% más que las cifras habituales. “He autorizado al Servicio de Inmigración a que adquiera espacio adicional de detención para que los que fueron detenidos en la frontera y no son elegibles para un alivio humanitario puedan ser procesados y enviados de vuelta tan pronto como sea posible”, dijo el secretario de Seguridad Nacional. Los que sí son elegibles para el alivio humanitario suelen ser liberados a la espera de que su caso sea visto por un juez: en juego está el asilo o una orden de deportación. Actualmente hay 521,676 casos de deportación pendientes, una cifra récord, según un recuento que lleva la Universidad de Syracuse . La estación de autobuses McAllen recibe a diario a centenares de migrantes en esa situación. Las autoridades federales los liberan de los centros de detención temporal y los llevan allí en autobús. Compran billetes de Greyhound que los llevarán por un día o dos a través de Estados Unidos hasta llegar a la ciudad donde un familiar o conocido dice que los va a acoger.
Más ayuda humanitaria
En las horas que esperan el autobús, una iglesia de McAllen les acoge en un centro de ayuda puesto en marcha en 2014. Se bañan, comen, duermen y reciben orientación legal. La hermana Norma Pimentel, que lo coordina, también ha notado el aumento: en las últimas semanas reciben entre 250 y 350 migrantes de media al día. ¿Por qué ahora este repunte? Por un lado, la llegada de migrantes nunca ha cesado. Por otro, las condiciones que los fuerzan a marcharse de sus países siguen golpeando: pobreza, hambre, violencia, corrupción y cambio climático. “Su decisión es de un día para otro (…) Estos migrantes saben que pueden morirse mañana en su propia casa. Pese a los riesgos de cruzar México, tomar el riesgo vale la pena para ellos”, dice a Univision Noticias Maureen Meyer, que investiga esta crisis migratoria desde el centro de análisis Washington Office for Latin America (WOLA). Y, aunque no todos los investigadores están de acuerdo, hay otro posible factor: la elección presidencial reciente y la promesa de Donald Trump de una reforma radical de la política migratoria. Algunos inmigrantes centroamericanos comentan en McAllen que los coyotes les dijeron que era mejor pasar antes de que el nuevo presidente electo tomara posesión del cargo. Si el país se blinda todavía más, mejor que les pille dentro, relatan ya cruzada la frontera. «Así nos están diciendo», dice Alexis Cruz, un padre de 32 años que cruzó hace unos días con su hija de 10. «Bastante gente está aprovechando para venirse en estos meses porque, en enero, según he escuchando, (Donald Trump) va a quitar esta ley que nos está ayudando a traer a nuestros hijos». A bordo de la Patrulla Fronteriza se escuchan más bien otras razones, sobre todo l a violencia y la asfixia por parte del crimen organizado. Una mujer salvadoreña se pone a llorar cuando aparece la Patrulla Fronteriza. Tiene una crisis nerviosa. Dice que perdió las pastillas de la ansiedad, que la violencia está muy mal en su país, que el miedo la carcomió en el viaje. Pica el sol con fuerza y llora. Hasta que cuenta que en México la agredieron físicamente y que “por poco” la violaron. Y la mujer llora con más fuerza.