Hillary Clinton sale reforzada del primer debate

En su primer enfrentamiento frente a las cámaras, la candidata demócrata cuestionó la visión pesimista que su rival tiene del país y la capacidad de este para ser presidente. Si había aún alguna duda sobre si Donald Trump aguantaría una hora y media de debate presidencial sin perder la compostura, se desvaneció por completo después de solo siete minutos. Bastó con que Hillary Clinton lo provocara este lunes en su segunda intervención de la noche, mencionando de pasada que el republicano es un privilegiado incapaz de comprender los sacrificios de la clase media, para sacarlo de quicio.  Trump contraatacó subiendo los decibelios y convirtiendo un evento que se estima fue seguido por 100 millones, la mayor audiencia de la historia en 56 años de debates presidenciales, en un largo intercambio de ataques que duró 90 minutos sin pausas. El Trump del debate fue por momentos el mismo candidato vociferante de los 11 debates republicanos de primarias. Poco pareció importarle proyectar una imagen elevada, que contribuya a disipar las dudas de quienes no quieren a Clinton pero creen que por su temperamento Trump no es apto para el rol presidencial. El republicano siguió moldeando la realidad a su conveniencia. «Tengo la sensación de que al final de la noche voy a ser culpada de todo lo que ha pasado», le dijo Clinton. Clinton mantuvo la calma e incluso en algunos momentos la sonrisa al tiempo que su rival la interrumpía continuamente y arremetía contra su temperamento, su energía y sus propuestas. La demócrata lanzó algunos de los mayores insultos en la historia de los debates televisados, como que el republicano tiene «un largo historial de comportamiento racista». Las visiones del país de ambos no podían ser más opuestas. Clinton pidió a los votantes una oportunidad para construir una economía que funcione para todos, defendiento los mandatos de su marido, el expresidente Bill Clinton, y del presidente Barack Obama: «Así que estamos al borde de tener una economía potencialmente mucho mejor, pero lo último que necesitamos hacer es volver a las políticas que fracasaron en primer lugar». Trump volvió a pintar un cuadro de un Estados Unidos oscuro e insistió en que su carrera empresarial y su inexperiencia política le convierten en la mejor opción para el país: «Mi activo más fuerte es mi temperamento, yo sé cómo ganar», se vanaglorió el republicano. Los candidatos discutieron sobre la economía, los problemas de seguridad domésticos e internacionales y en términos generales sobre la dirección en la que pretenden conducir el país. Pero más que debate sobre propuestas, el choque de esta noche era sobre estilos, personalidades y experiencias. En ninguno de los 26 debates presidenciales celebrados hasta ahora los televidentes habían tenido enfrente a dos candidatos tan diferentes. Del lado izquierdo, con 6’3» de altura un empresario multimillonario que pretende llegar a la Casa Blanca a sus 70 años con un résumé político en blanco. A la derecha con 5’6», una ex secretaria de Estado, exsenadora y ex primera dama que podría convertirse en la primera mujer presidenta. A pesar de la animosidad de la campaña, el encuentro comenzó de modo cordial. Clinton, vestida de rojo, y Trump, con una corbata azul, se estrecharon la mano sonrientes con un apretón de manos cortés. A ella se le escuchó decir «¿Cómo estás Donald?». Era la primera vez que ambos se veían cara a cara como candidatos y su encuentro no cambió la tónica de una campaña marcada por un sombrío tono negativo y los ataques personales. El republicano puso a Clinton a la defensiva al principio del debate cuando la discusión giraba en torno a NAFTA (el tratado de libre comercio con México y Canadá), y otros convenios comerciales vilipendiados por los votantes, pero en adelante la que llevó las riendas fue Clinton, criticando a su oponente por negarse a publicar su declaración de impuestos, su cuestionamiento de la legitimidad de Obama para ser presidente y su carrera empresarial. Clinton, que venía armada con un conocimiento enciclopédico de las vulnerabilidades de su rival y sus propuestas, puso en duda las credenciales de Trump aprovechando el desprecio de éste por los ensayos predebate. «Me preparé para este debate, me preparé para ser presidenta», dijo Clinton en una de las frases más memorables de la noche. Casi al final, Clinton asestó un golpe a Trump que podría tener efecto con los grupos de votantes mujeres y latinos. «Este es un hombre que ha llamado a las mujeres puercas, cerdas y perras, y alguien que ha dicho que el embarazo es un inconveniente para los empleadores, y que las mujeres no merecen paga igualitaria a menos que hagan un trabajo tan bueno como los hombres», dijo Clinton. «Llamó a esta mujer Miss Piggy. Luego la llamó Miss Servicio de Limpieza, porque era latina. Donald, tiene un nombre». «¿Dónde encontraste eso?, ¿dónde encontraste eso?», respondió Trump incrédulo o quizás incapaz de recordar a la venezolana Miss Universo de 1996 a quien entonces humilló por haber engordado. “Su nombre es Alicia Machado y se ha convertido en una ciudadana estadounidense. Y puedes apostar a que va a votar en noviembre», agregó Clinton. Por si había aún dudas, Trump dejó claro que lo suyo son las conversaciones complejas. Una de las grandes incógnitas de la noche era si podría exhibir un conocimiento detallado de los problemas del país, más allá de las generalidades que usualmente emplea. No es lo mismo un mano a mano que un debate a 10 como los de las primarias republicanas en los que el empresario podía refugiarse en el silencio cuando la conversación se adentraba en asuntos complicados. Clinton por su parte se enfrentaba al reto de ganar la confianza de los votantes que dudan de su honestidad. La demócrata, que ha pasado 38 años bajo el ojo público, en es vista por muchos como una mujer movida por la ambición de poder en lugar de por el interés público. Para Clinton y Trump, el primero de tres debates era una oportunidad crucial para mejorar su pésima imagen y convencer al tercio de votantes que asegura que el choque influiría en su decisión. El republicano llegaba al encuentro con una ligera desventaja en las encuestas , aunque con una trayectoria ascendente después de que en las últimas dos semanas la conversación de campaña fuera dominada por temas que le favorecieron como la salud de Clinton, el terrorismo y el crimen. El segundo debate presidencial se celebrará en St. Louis, Missouri, el domingo 9 de octubre, y tendrá la forma de asamblea ciudadana ( town hall meeting), con Clinton y Trump sobre el escenario al mismo tiempo para hacer frente a las preguntas de votantes y del moderador Anderson Cooper de CNN. El tercero será en Las Vegas, Nevada, el 19 de octubre y tendrá el mismo formato tradicional que el de este lunes. Queda por ver si el efecto de este debate, con seguimiento récord, se refleja en las preferencias de los votantes. Un 8% de los votantes registrados asegura permanecer indeciso, dejando la batalla por la Casa Blanca abierta a 42 días de la elección. Con un país polarizado y una pugna reñida, el drama continuará hasta el final.

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