La Sociedad de la Tierra Plana y otras teorías conspirativas

¿Por qué no se unen aquellos que militan contra Galileo y los descubrimientos de la ciencia? No hay duda de que los terraplanistas están pasando por un momento de gloria, o por lo menos de inusitada atención mediática. Cuando Cleveland Cavaliers ganó su único campeonato de la NBA, en el 2016, todos los elogios fueron hacia su indiscutible estrella máxima, LeBron James. Pero quienes saben de verdad sobre básquet subrayaban enseguida el aporte esencial de su notable base Kyrie Irving, entonces de 24 años. “Tiene el mejor manejo de pelota en la historia de la liga”, dijo de él un compañero de profesión. El hecho de que maneje esa esfera como pocos no implica que crea que la Tierra tiene las mismas cualidades geométricas que la pelota, algo que sabe la ciencia desde hace más de 2.000 años (Eratóstenes la midió en el año 200 a. C. y obtuvo casi las dimensiones actuales). Para Irving, es plana y toda evidencia en contra es parte de una megaconspiración que abarca gobiernos y personas de todo tipo durante generaciones. “Es algo evidente, te digo, algo que está delante de tu propia nariz, la Tierra es plana, nos han mentido”, dice enfáticamente. “Cada uno debe hacer su propia investigación, y después van a apoyar mi creencia o la tirarán por el inodoro, pero sería interesante que cada quien lo averiguara por su lado”, señaló en declaraciones televisivas el año pasado. Cuando le preguntaron si había visto las fotos que muestran que el planeta es redondo, respondió: “Hay un montón de cosas que el sistema educativo dice que son reales y al final resultan del todo falsas”. Irving no es el único ‘terraplanista’. Otros hombres de la NBA y la liga de fútbol norteamericano lo apoyaron; en igual sentido se explayó el rapero B.o.B. (Bobby Ray Simmons), quien, tras una discusión pública con el astrónomo Neil deGrasse Tyson, armó una compañía financiada con fondos aportados voluntariamente (Show BoB The Curve) con la intención de lanzar satélites para chequear algo que se puede hacer con los centenares de aparatos ya existentes desde hace décadas. También generó ruido el terraplanista del cohete. Mike Hughes, alias el Loco, un chofer de limusinas que construyó un cohete de unos 20.000 dólares para comprobar desde el aire que la Tierra no es como dicen que es. Iba a volarlo a comienzos de noviembre, con riesgo para su vida, pero una serie de retrasos técnicos y legales lo mantienen atado a su California natal. Incluso existe una Sociedad de la Tierra Plana (STP), que reúne a quienes descreen de la historia científica oficial. Sea o no un signo de los tiempos, lo cierto es que en los últimos meses la STP asomó en el debate público en cierto pie de igualdad con la posición basada en los hechos, como si diera lo mismo.  De hecho, le pasó hace poco en Buenos Aires a Mariano Ribas, jefe del área de astronomía del Planetario Galileo Galilei y autor de libros divulgación, al que le pidieron que hablara sobre la teoría de la Tierra plana en un programa de radio. “Bueno, es que no es una teoría. La esfericidad está absolutamente comprobada, hay miles de pruebas”, aclaró como pudo hasta que lo sacaron del aire y la conductora dio paso a un defensor de la idea terraplanista, a quien le destinaron más o menos el mismo espacio. En otra radio se repitió el debate entre un científico y un defensor de estas ideas, y luego los oyentes votaron: el 30 por ciento creía que la Tierra no es redonda. No hay duda de que los terraplanistas están pasando por un momento de gloria, o por lo menos de inusitada atención mediática. Entre sus proyectos, planean construir un memorial en la ciudad británica de Dover para el fundador de la versión internacional de la sociedad, Samuel Shenton. “Una enorme estatua de bronce en Market Square, pero si no hay dinero suficiente posiblemente una placa azul en su antigua residencia del 24 de la calle Londres”, explican en su página web.
Shenton, fallecido en 1971, no solo creía en la planitud de la Tierra sino que también armó una cosmología más o menos coherente, para lo cual tomó elementos de la Biblia: la Tierra es un disco con el Polo Norte en el centro y un Polo Sur que tiene un muro impenetrable (sagazmente protegido por el Tratado Antártico) antes de llegar al límite de los límites. Porque más allá de las enseñanzas de Shenton (que fatigó charlas de todo tipo), el hecho de cambiar la geografía terrestre origina nuevas preguntas y nuevas respuestas. La Tierra es plana (y está quieta, lo que se mueve es el Sol, disculpe señor Galileo), la gravedad no existe, tampoco los eclipses; y los gobiernos, la Nasa y los científicos se dedican a las grandes mentiras.  ¿Y qué pasa con los otros planetas y galaxias? ¿Mito? Eso preguntó en Twitter Elon Musk (creador de las empresas Tesla y SpaceX, con serias intenciones de vuelos extraplanetarios): “¿Por qué no hay Sociedad del Marte Plano?”. La propia sociedad aludida respondió desde @FlatEarthOrg (con 33.000 seguidores): “Hola, Elon. Gracias por tu pregunta. Al contrario que la Tierra, Marte sí se observó que es redondo. Que tengas un hermoso día”. Ahí es donde los terraplanistas se dividen: ¿existen o no existen los otros planetas, el Sol es un foco que gira alrededor de la Tierra? Como sea, el número de creyentes en este tipo de cosas ha aumentado, en sintonía con la fuerza de los “hechos alternativos” aludidos por el presidente Donald Trump y el recelo antisistema, algo que forma un núcleo coherente (coherentemente incoherente) con otras conspiraciones. Y con la madre de todas las conspiraciones, la conspiración judía para dominar el mundo, que constituyó la base de un grupo político nacido en una cervecería de Múnich a comienzos del siglo XX. En Facebook, por ejemplo, el grupo en español Tierra Plana tiene más de 25.000 miembros. Para ellos, la agencia espacial estadounidense (Nasa) es el mayor de los enemigos, el núcleo de la mentira. Entre los últimos retuits de la Sociedad de la Tierra Plana hubo uno muy significativo: “Feliz de ver que cada vez más gente se levanta todos los días y se da cuenta de que la Tierra es plana. La Nasa es una farsa (‘bullshit’)”. Es la misma gente que cree que la llegada del ser humano a la Luna fue una puesta en escena, e irónicamente también creen en los platos voladores que vienen de otros planetas, se lamenta Ribas. ¿Es todo esto una curiosidad de la cultura, una excentricidad? ¿O, dado el poder de algunos miembros del más amplio movimiento irracional, vamos hacia una nueva Edad Media, pero plena de tecnología? “No lo sé”, se ataja John Allen Paulos, divulgador matemático norteamericano y autor del ‘best seller’ ‘El hombre anumérico’. “El futuro podría ir en cualquier dirección, pero si volvemos a una edad oscura probablemente no sea un fenómeno global, sino una serie de grandes grupos de violentos ignorantes. Las élites intelectuales y ricas, aunque muy diferentes, sobrevivirán. Aun así, no quiero minimizar el riesgo global de que esos violentos ignorantes, como gran parte de la base de Trump, lleguen al poder, algo que podría suceder si cae la economía mundial y aumentan los desastres ambientales”, dijo. Y completó: “Estamos a merced de los negadores de la ciencia en todas sus formas, que tienden a pensar que sentir algo muy fuertemente significa que es verdad”. Sin embargo, engañar no es tan sencillo. David Grimes, de la Universidad de Oxford, hizo el cálculo de cuánta gente debería estar involucrada y durante cuánto tiempo debería mantener silencio para que una supuesta conspiración quede aceptada y nadie la refute. Este matemático propuso una ecuación según la cual, de haber sido cierto que el hombre nunca llegó a la Luna, se habría sabido en el plazo de menos de cuatro años. Grimes se basó en complots comprobados, como el programa de vigilancia de la NSA, que involucró a 36.000 personas y duró seis años en las sombras, hasta que Edward Snowden abrió la boca.  No solo de tierras planas viven los conspiracionistas o, por llamarlos de otra manera, aquellos que se evitan la molestia de cotejar sus creencias con los hechos más o menos acreditados. He aquí una lista no exhaustiva:

La llegada a la Luna

Es un clásico de la conspiración. El hombre del pequeño paso para una persona y un gran salto para la humanidad, Neil Armstrong, y sus compañeros astronautas ‘Buzz’ Aldrin y Michael Collins fueron en realidad actores de una puesta organizada por el cineasta Stanley Kubrick, a su vez contratado por el gobierno estadounidense y la Nasa con propósitos propagandísticos. ¿Argumentos? Una banderita que parece moverse por un inexistente viento lunar. Respuesta: la bandera fue hecha así, para que luzca como ondeando. Es más, desde el año 2000, las naves que orbitan la Luna han fotografiado los lugares, huellas y los pertrechos que dejaron las seis misiones tripuladas al satélite natural entre 1969 y 1972. Variante suave: sucedió, pero fue falsa la transmisión en vivo ese 20 de julio de 1969.

La cura del sida o el cáncer

Otra conspiración típica. Los laboratorios conocen las curas para las grandes enfermedades, pero no las dan a conocer porque eso arruinaría su negocio paliativo o, en el mejor de los casos, alargaría las agonías. La hipótesis no resiste el mínimo escrutinio (cualquier empleado rebelde armaría su propio emprendimiento y se haría multimillonario de la noche a la mañana), pero auspicia la existencia de terapias alternativas sin base científica, que incluso pueden dañar más a los enfermos por no estar debidamente controladas. El propio creador de Apple, Steve Jobs, descreyó de las terapias oficiales para tratar su cáncer, se refugió en las alternativas y cuando decidió operarse ya era tarde porque el mal había hecho metástasis, según cuenta su biógrafo Walter Isaacson.

Vacunas peligrosas

En cierto sentido, esta conspiración empezó con un malentendido. Un trabajo científico publicado en 1998 por la prestigiosa revista ‘The Lancet’ sugería una relación entre las vacunas contra la rubeola, el sarampión y las paperas con el autismo y otros desórdenes neuronales. El paper fue desmentido años después, pero el daño estaba hecho y algunas élites han decidido prescindir para sus hijos de uno de los más grandes avances de la historia de la salud pública. Por cierto, ya se ven las consecuencias: la Organización Mundial de la Salud (OMS, dependiente de la ONU) registró el último año en Europa 35 muertes prevenibles por sarampión.

Cuál cambio climático

Esta es una de las más famosas y repetidas frases del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La información reunida por miles de científicos y verificada por los gobiernos en el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) se ve reducida a una conspiración de los chinos contra la industria norteamericana. Casi el 98 por ciento de los científicos que trabajan en el campo del clima afirman que el calentamiento global es originado por la actividad industrial. Aun así, Trump sacó a su país del Acuerdo de París firmado en diciembre del 2015.

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