Oscar López Rivera tras 35 años en prisión por conspiración

Tras el indulto de Barack Obama, el independentista puertorriqueño llegó a la isla hace tres meses a terminar de cumplir su condena en prisión domiciliaria, pero todos los detalles de su liberación permanecieron en suspenso hasta este miércoles que el activista quedó finalmente en libertad. Operación libertad. Hora cero. Suena una alarma, acompañada con una imagen de fuegos pirotécnicos, en el celular de al menos siete personas, anunciando que el conteo regresivo ha terminado. Oscar López Rivera se levantó hoy a las 4:15 de la mañana, hizo sus ejercicios y se preparó un café, como todos los días. Pero hoy no es cualquier día: después de 35 años, 11 meses y 19 días, Oscar es libre. Lleva tres meses siguiendo sus rutinas de prisión desde la casa, sin barrotes que lo separen de su hija Clarisa y con vista -al menos desde la ventana- al océano que anheló ver por más de tres décadas, mientras cumplía su sentencia en una cárcel en Estados Unidos. Hoy su prisión domiciliaria terminó oficialmente. Hoy Oscar puede, por fin, caminar como hombre libre por las calles de San Juan. Los puertorriqueños llevan esperando con ansias para festejar una alegría que tienen contenida desde el 9 de febrero, cuando López Rivera aterrizó casi por sorpresa en un avión donde venía sin cadenas y acompañado de quienes -en medio de total secretismo- lo trajeron de regreso a su isla natal. Esas eran las condiciones para que el independentista pudiera volver a Puerto Rico a cumplir en prisión domiciliaria los días de condena que le restaban, tras el indulto que le concedió en enero el expresidente Barack Obama, en respuesta al clamor del pueblo boricua. Por eso hasta hoy se revelan los detalles de la liberación de uno de los presos políticos más conocidos y antiguos del continente, que se dio en dos momentos: ‘Operación coquí canta’ y ‘Operación libertad’, la primera relacionada con su salida de la cárcel y traslado a la isla, la segunda, con el conteo regresivo del fin de su arresto domiciliario.

Operación ‘coquí canta’

4:52 am. Terre Haute, Indiana. «Aquí estamos de regreso en la prisión una vez más, pero ahora lo vamos a recoger», asegura el congresista de Illinois Luis Gutiérrez mientras graba con su iPhone la entrada a una prisión federal, la misma que ha visitado por años para ver a Oscar. «Esto va a pasar muy rápido», advierte Alejandro Molina, el activista de derechos humanos que ha peleado la causa de su arresto como un familiar más.»Es verdad, está sucediendo», dice su hija Clarisa al momento en que se acercan a recoger a su padre. Un hombre sonriente, de ojos pequeños, que sostiene un pequeño maletín con una bandera puertorriqueña sale por la puerta. Clarisa baja del vehículo y lo abraza. Cuando suben juntos a la van, adentro se escuchan los gritos contenidos de la abogada Jan Susler: «Lo tenemos, lo tenemos». Solo ellos cuatro podían estar en el auto cuando liberaran a López Rivera, pero una vez lo recogieron, se encontraron en el hotel con el resto del grupo que lo acompañó en su regreso a Puerto Rico: su hermano José López; la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz; y la presidenta del Concejo Municipal de Nueva York, Melissa Mark Viverito. Hasta ese momento nadie sabía que esto estaba sucediendo, pues era una de las condiciones para la liberación. A las 8:30 de la mañana salían desde el Aeropuerto de Indianápolis hacia Charlotte, Carolina del Norte, donde tomaron un vuelo hasta San Juan. Desde la ventana de ese avión y a sus 74 años, el líder nacionalista vio de nuevo el mar, el mismo que recordaba siempre en las cartas que le escribía a su nieta Karina desde la prisión. «Cuando estamos aterrizando y él ve a Puerto Rico por primera vez desde esa casilla del avión, viene una de las azafatas y le entrega unas alitas y le dice ‘Bienvenido a casa señor, es un honor traerlo de regreso a su país'», cuenta sobre ese momento una emotiva Carmen Yulín. Y es que muchos soñaron e imaginaron por más de 30 años el regreso de Oscar López a Puerto Rico. Al filtrarse la información de que estaba llegando a tierra boricua, todos querían saber cómo había sido. Pero la mayoría tuvo que esperar hasta hoy.  «Hay que entender la emoción que tenemos los puertorriqueños por recibir a Oscar López. Nosotros sentimos que hay algo que se resolvió que no estaba resuelto en años: teníamos uno de nuestros hijos lejos y preso por defender esos ideales puertorriqueñistas», asegura Pedro Adorno, artista y director de teatro que formó parte de la campaña artística por la liberación de Oscar.

El camino hasta la Casa Blanca

En una isla donde sobran las diferencias ideológicas y políticas, la liberación de López Rivera sobresale como una de esas pocas causas en las que todos parecían estar de acuerdo. Aunque Oscar representa claramente la lucha independentista, líderes de todos los sectores y partidos se unieron en contra de su encarcelamiento, lo que consideraron una injusticia. El activista, quien nació en Puerto Rico y vivía en Chicago desde los 14 años, fue condenado a 55 años de prisión en 1981 por el delito de conspiración sediciosa contra el gobierno de Estados Unidos y otros cargos relacionados con su activismo como miembro del grupo Fuerzas Armadas de Liberación Nacional Puertorriqueña (FALN). Sin embargo, y aunque fue tildado de terrorista, nunca se le probó que hubiera cometido algún delito de sangre. A su sentencia luego se añadieron otros 15 años en 1991 por un intento de fuga. «Esta era la petición que venía del pueblo puertorriqueño, no importa la posición ideológica en cuanto al futuro de Puerto Rico. La petición viene de todos los niveles sociales, económicos y políticos. Además, todas las distintas esferas de influencia de la sociedad puertorriqueña en Nueva York, Chicago, Florida -toda la gran diáspora- entendieron que este era el momento», señala el congresista Luis Gutiérrez, sobre el impulso que tomó el movimiento internacional por su liberación en los últimos cuatro años. La campaña por la liberación de Oscar, que ya rozaba los 70 años para ese entonces, recobró fuerzas justo en ese momento porque él pidió salir bajo probatoria, luego de que todos los demás presos políticos boricuas ya habían sido liberados. Pero su petición fue denegada y ahí se complicó la situación, porque en 1999 se negó a aceptar el perdón que le concedió el entonces presidente Bill Clinton porque todos sus compañeros aún no estaban fuera.Convencer al presidente Obama de darle un segundo indulto no era entonces tarea fácil, por lo que decidieron apostarle a todo tipo de presión para llegar hasta la Casa Blanca. Era una batalla contrarreloj, pues el pensamiento generalizado era que si no era indultado, moriría en la cárcel. Era el momento de actuar: con más manifestaciones, más llamadas, más cartas, más firmas recogidas, más imágenes de Oscar López en la calle. Así nació 32 x Oscar en 2013, un exitoso movimiento que fue liderado por el doctor Fernando Cabanillas, con el apoyo de su esposa, Myrta Narváez, y el artista Nick Quijano y su esposa, Sonia Cabanillas. Este grupo lanzó una campaña para dar a conocer el caso del prisionero político más allá de los independentistas. «Pensamos que 32 años, que era lo que llevaba en la cárcel en ese momento, era demasiado. Que aunque hubiera cometido un crimen, que creo que no lo cometió, era demasiado injusto un encarcelamiento tan largo como ese, que no tenía fin porque él iba morir en la cárcel si no se hacía nada», afirma Fernando Cabanillas. En eso lo respalda Nick Quijano, el artista encargado de diseñar las celdas para un encarcelamiento simbólico que hicieron en la Plaza de Armas ese año para sensibilizar a las personas sobre las condiciones carcelarias de López Rivera: «Él es un militante pacífico, nunca lo hallaron culpable por nada, él no tiene sangre en sus manos».

Una lucha internacional

Fue también cuando la batalla por esta causa empezó a expandirse a través de varios canales. La alcaldesa de San Juan así lo recuerda: «Empezamos a pensar en cosas que podíamos ir haciendo no solamente en Puerto Rico, sino en Estados Unidos. Nos dimos cuenta que la lucha había que hacerla en los dos frentes. Una vez que el pueblo puertorriqueño se unió en una sola voz, nos dimos cuenta que había que buscar el reconocimiento internacional de esta injusticia. Se fueron uniendo voces y más voces ‘cantando en un solo tono’, como dice René Pérez (Residente)». De esta manera, al llamado por la liberación de Oscar pronto se sumaron los artistas más destacados de la isla, como René Pérez ‘Residente’ (de Calle 13), Ricky Martin y Lin Manuel Miranda; líderes internacionales como el presidente venezolano Nicolás Maduro y el expresidente uruguayo Pepe Mujica; y líderes estadounidenses como el senador Bernie Sanders, y el expresidente Jimmy Carter. Hasta desde el Vaticano se enviaron cartas y se hicieron llamadas. «Después de tanta presión, porque esto se convirtió en una bola de nieve, se nos fue de las manos, realmente no teníamos que hacer nada más porque la gente ya se encargó de empezar a organizar cosas por su cuenta. Hubo mucha gente importante involucrada, que llamaron al presidente», asegura Cabanillas. Todo ese esfuerzo tuvo un efecto. Según cuenta el médico activista, lo que pasaba antes era que las llamadas al presidente eran transferidas al Departamento de Justicia, hasta que un día nombraron a un consejero de Obama para atender las llamadas sobre Oscar. «Cuando yo vi que ya habían puesto a alguien a contestar las llamadas en la Casa Blanca dije ‘esto va bien’ y a las dos semanas ya lo habían soltado», recuerda. La ‘operación coquí canta’ y la ‘operación libertad’ cumplieron su misión: Oscar López es al fin libre. Y hoy por primera vez en 36 años cambió su rutina: salió a la calle y saludó a los vecinos, dio su primer recorrido tras recuperar su libertad, pero además va vestido de negro. El independentista vuelve a la vida pública en un momento crucial para Puerto Rico y muchos están esperando escuchar de su boca si su liberación se convertirá en una metáfora de cambio para la isla. ¿Empezará hoy una nueva cuenta regresiva?

 

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