¿Qué hay detrás de los ‘ataques invisibles’ contra los espías de EEUU en todo el mundo?

El conocido como ‘Síndrome de La Habana’ lleva años afectando a funcionarios de embajadas estadounidenses sin que se conozca su origen, ni quién es el responsable Esta semana, la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, tuvo que alterar ligeramente su gira diplomática por el Sudeste Asiático por «un posible incidente de salud anómalo» en Hanói que obligó a retrasar el vuelo que la trasladaba de Singapur a la capital vietnamita. Aunque en un primer momento se especuló con que la afectada fuese la propia Harris, pronto quedó claro que el motivo era otro: dos posibles casos del llamado ‘Síndrome de La Habana’, una misteriosa dolencia que está afectando a funcionarios estadounidenses del ámbito de la seguridad —sobre todo, pero no exclusivamente, agentes de la CIA—. El caso se sumaría a incidentes similares en Viena y Berlín durante las últimas semanas, un acelerón en esta larga cadena de «ataques» cuyo origen y autor siguen siendo desconocidos. Los incidentes empezaron a conocerse a principios de 2017, cuando se hizo público que el personal de la Embajada estadounidense en La Habana se había visto afectado por una serie de síntomas sin explicación aparente. Este fenómeno fue primero descrito como posibles «ataques sónicos», y posteriormente, ante la implausibilidad física de que los efectos sobre las víctimas hubiesen sido causados mediante sonido, con la etiqueta más genérica de ‘Síndrome de La Habana’, a falta de una designación mejor. «Durante casi cinco años hemos sido conscientes de informes sobre misteriosos ataques contra personal del Gobierno de Estados Unidos en La Habana y alrededor del mundo. Este patrón de ataques contra nuestros ciudadanos que sirven al gobierno parece estar creciendo», afirmaban el pasado 30 de abril los senadores estadounidenses Mark R. Warner (demócrata) y Marco Rubio (republicano) en una declaración conjunta, que sentenciaba: «El Comité de Inteligencia del Senado tiene la intención de llegar al fondo de todo esto».

El caso original en la capital cubana llevó a una congelación casi total de las relaciones Cuba-EEUU, la clausura de la legación diplomática y a la imposición de nuevas sanciones por parte de la Administración Trump. Pero la cosa se complicó cuando empezaron a denunciarse sucesos similares en otros lugares, como el consulado estadounidense en la ciudad china de Cantón, ante los que sin embargo la reacción diplomática de la Casa Blanca fue mucho más tibia, por no decir inexistente. Pero lo que entonces era apenas un goteo de casos anecdóticos se ha convertido en un verdadero torrente. Las autoridades norteamericanas reconocen ahora al menos 200 episodios en tres continentes, en lugares tan dispares como Australia, Colombia o el Reino Unido, o incluso en el propio Estados Unidos.

Un misterio sin resolver

Nadie sabe lo que está sucediendo. Altos cargos del Gobierno de EEUU han reconocido que sus funcionarios están siendo objetivo de algún tipo de hostigamiento o ataque, pero no logran determinar con qué técnica o aparatos. La primera teoría apuntaba a «ataques sónicos«, ya que los primeros afectados recordaron un ruido extraño antes del ataque. Sin embargo, un grupo de científicos de la Universidad de California demostró de manera convincente que el extraño ruido que varios de ellos afirmaban haber escuchado —y que llegaron a grabar— se trataba en realidad del estridente canto de cigarras tropicales. Además, los síntomas —como dolores de cabeza, náuseas y daños cerebrales, con secuelas de diversa gravedad— eran inconsistentes con los que provocaría un arma basada. Así que esta explicación quedó descartad Un análisis posterior realizado por un comité de expertos de la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina hecho público a principios de 2020 concluyó que el «mecanismo más plausible» para causar estos síntomas sería un artefacto de radiofrecuencias, un tipo de radiación que incluye microondas. Algunas evidencias parecen confirmarlo. Por ejemplo, la madre de una de las afectadas en Cantón, una funcionaria del Departamento de Comercio llamada Catherine Werner, consiguió registrar altos niveles de radiación de microondas durante una visita a su apartamento, según explicaba el ‘New York Times’ a finales del año pasado. Ambas, madre e hija, cayeron enfermas Pero incluso de estar en lo cierto, un montón de preguntas permanecen en el aire: ¿quién está detrás, y por qué? Una de las hipótesis sobre la mesa es que la responsable sea Rusia, lo cual explicaría, por ejemplo, que en 2016 y 2017 se produjesen también casos en La Habana entre el personal diplomático de Canadá, un país con el que Cuba mantiene excelentes relaciones pero que sin embargo es objeto de la hostilidad rusa debido a su postura sobre el conflicto de Ucrania y a que tiende a aplicar sanciones contra Moscú de forma coordinada con EEUU y la UE. Según la cadena CBS, la inteligencia estadounidense habría interceptado comunicaciones que apuntarían en esta dirección. Lo que parece descartado definitivamente es la posibilidad, apuntada al principio de la crisis, de que detrás de estos ataques estuviese un sector de los servicios de inteligencia cubanos contrarios al acercamiento entre La Habana y Washington que tuvo lugar durante la presidencia de Barack Obama  Otros países poseen este tipo de tecnología, como Irán, China y Arabia Saudí (que la habría obtenido de científicos ucranianos). EEUU también cuenta con un prototipo, según la revista Foreign Policy, aunque es del tamaño de un camión y tarda horas en cargarse, por lo que en la práctica no puede ser desplegado de forma operativa. Del mismo modo, estos aparatos no explicarían todos los síntomas registrados entre el personal estadounidense, por los que se ha mencionado la posibilidad de que se estén combinando varias tecnologías diferentes. En 2017, la prensa norteamericana indicó que la Fuerza Aérea trabaja en un proyecto de ingeniería inversa en la base de Kirtland en Nuevo México, tratando de reproducir un aparato con estas características.»Es una de las mayores historias detectivescas que cabe recordar en política exterior», afirma Peter Kornbluh, analista del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad de Georgetown, una institución que trabaja para la desclasificación de documentos internos de la administración estadounidense en aras de la mayor transparencia posible. «Todo el asunto del llamado ‘Síndrome de La Habana’ está rodeado de secretismo, y el misterio alrededor de él está creado esencialmente por el Gobierno estadounidense, porque implica a agentes de la CIA y aparatos que son claramente alto secreto», dice a El Confidencial. El fenómeno, indica Kornbluh, es de alcance global, y empezó mucho antes de lo sucedido en Cuba. «De hecho, el personal de la CIA y el ejército han estado reportando este tipo de incidentes de salud durante años, remontándonos incluso a los años 90», señala. «Dada la naturaleza de alto secreto de todo esto, los científicos no tienen acceso a todo lo que tienen el Pentágono y la CIA. Ya había especulaciones al respecto en 2012, y hay algunas indicaciones de que la CIA y la NSA eran conscientes de este tipo de aparatos, y básicamente han señalado a los rusos como culpables. Pero no está claro cómo agentes rusos podrían actuar en China contra personal estadounidense sin ser detectados, porque parece improbable que los chinos aceptasen la presencia de dichos agentes en su territorio. Y eso es parte del misterio«, asegura este experto, cuyo departamento ha logrado la desclasificación de varios documentos oficiales sobre este asunto, y que ha escrito un largo capítulo sobre el tema en el libro ‘Relaciones internacionales de Cuba a los 60‘. Otra de las ideas que maneja la CIA es que los afectados no sean necesariamente víctimas de ataques deliberados, sino daños colaterales por el uso de algún aparato para extraer información de teléfonos o computadores. Esto explicaría que el fenómeno no solo haya afectado a operativos de inteligencia sino también a funcionarios de los Departamentos de Estado y de Comercio, miembros del Consejo de Seguridad Nacional y militares (según datos de la revista ‘The New Yorker‘, unos 50 casos han tenido lugar entre personal de la CIA, mientras que el resto son empleados de las demás instituciones o sus familiares). Además, en varios de los incidentes se reportó la presencia de individuos sospechosos de pertenecer al GRU o el FSB (respectivamente, los servicios de inteligencia exterior e interior de Rusia). Los últimos incidentes, de hecho, reforzarían esta tesis, puesto que las tres capitales son escenario de actividades diplomáticas de máximo interés para Rusia: la negociación de un nuevo acuerdo nuclear con Irán en Viena, la culminación de todo lo relacionado con el gasoducto ruso Nord Stream 2 en Berlín, y el intento de establecer una coalición asiática proestadounidense como contrapeso a China en Hanói. En el mencionado artículo en ‘The New Yorker’ se reporta un incidente acerca de un funcionario militar estadounidense desplegado en un país no identificado «con una importante presencia rusa«. Según describe la publicación, al conducir su vehículo en una intersección con mucho tráfico sintió que su cabeza iba a explotar, al tiempo que su hijo de dos años, que viajaba en el asiento de atrás, empezó a gritar. Al salir de la intersección la presión desapareció y el niño se calló. Otro operativo de la CIA experimentó lo mismo en otro momento en esa misma ciudad. Los servicios de inteligencia estadounidense pudieron geolocalizar varios vehículos del GRU en las cercanías. Y no es el único caso No obstante, las autoridades estadounidenses se muestran cautas, y varios analistas apuntan a que la proximidad de operativos rusos no es prueba de nada, puesto que es frecuente que en países con una amplia presencia de la inteligencia rusa, esta vigile los movimientos del personal estadounidense cuando abandonan la embajada o sus domicilios. Por ahora, Washington se ha abstenido de acusar públicamente a Moscú.Pero sea como fuere, los daños son muy reales. Las víctimas han sido analizadas por el Centro de Daño y Reparación Cerebral de la Universidad de Pensilvania, que no ha encontrado signos de impactos físicos en los cráneos de los afectados, quienes sin embargo sí presentan daños cerebrales, incluyendo una reducción de «materia blanca». Los científicos lo definen como «un traumatismo craneoencefálico sin traumatismo«.

¿Quién está detrás?

Kornbluh insiste en que el término ‘Síndrome de La Habana’ es erróneo, puesto que se ha convertido en un fenómeno global, y que el hecho de que se hiciese público en Cuba obedeció a meras razones políticas en el seno de la Administración Trump. «El único sitio donde el Gobierno estadounidense ha retirado al personal de su embajada ha sido en Cuba, no lo ha hecho en China ni en Moscú ni en Europa. Así que Cuba está recibiendo un tratamiento especial, creo que precisamente por consideraciones políticas internas acerca de las relaciones Cuba-EEUU«, indica. Kornbluh explica que aunque el ejecutivo de Trump supo de primera mano acerca de este fenómeno a principios de 2017, en un principio lo mantuvo en secreto. «En realidad no culparon a los cubanos por ello, les hicieron responsables de no haberlo impedido pero no les acusaron de hacerlo, en parte porque creo que ya tenían información secreta de que esto había ocurrido en otros lugares», comenta. Fue la oficina del senador por Florida Marco Rubio, de origen cubano-americano y muy crítico con el régimen castrista, quien filtró lo sucedido a la prensa. «Y una vez que se hizo público, por supuesto, la Administración Trump lo manejó de una forma típicamente política, muy anti-Cuba y a favor de la línea dura de Florida», señala. Este analista es muy crítico con el manejo que hizo el anterior gobierno estadounidense de la situación, tal y como muestra una auditoría interna del propio Departamento de Estado que su institución pudo desclasificar en febrero de este año. «La Administración Trump arruinó completamente y en cierto modo saboteó la respuesta a estos incidentes por razones políticas. El Secretario de Estado Rex Tillerson no siguió el procedimiento para evaluar los riesgos y beneficios para el personal estadounidense antes de cerrar la embajada. La propia CIA tampoco compartió lo que estaba pasando con el Departamento de Estado durante seis semanas después de que su primer agente fuese afectado por estos síntomas. Y hubo mucho secretismo y mucha incompetencia, aunque la Administración Trump fue bastante incompetente en todos los ámbitos, en general en cada asunto que manejó, no solo en este», indica.