Segundo juicio político, otra batalla que puede ganar Trump

Los demócratas aún no tienen los votos republicanos para evitar que el expresidente sea absuelto. Donald Trump ha logrado lo que ningún otro presidente en la historia de EE. UU.: la apertura de dos juicios con fines de destitución en su contra por sus acciones durante los cuatro años que estuvo en la Casa Blanca.  El primero, por haber solicitado ayuda al Gobierno de Ucrania para lesionar a su rival político Joe Biden, arrancó en enero del 2020 y terminó en su absolución, gracias al respaldo unánime del Partido Republicano. El segundo se inicia este martes y girará en torno a su rol en la violenta turba que se tomó el Capitolio el 6 de enero como parte de un esfuerzo por impedir que se certificara el triunfo del hoy presidente. Como el anterior, lo más probable es que este también culmine con otra palmada en la espalda. Aunque por razones muy diferentes.
Los demócratas, en especial los de la Cámara de Representantes, están empeñados en que Trump pague por haber incitado a una insurrección (cargo del que lo acusan) que les costó la vida a cinco personas y puso en jaque a la democracia de EE. UU. Y llevan semanas construyendo el caso que presentarán ante el Senado, que en estos procesos actúa como jurado y de cuyo voto depende la suerte del expresidente. Parte de la estrategia es mostrar cómo Trump, momentos antes de que la horda asaltara el Capitolio, dio un discurso en el que les pidió a sus simpatizantes ir al Congreso para tratar de impedir, por la fuerza, algo que legalmente ya era imposible. Para esa fecha ya todos los estados habían certificado el triunfo de Biden y el papel del Legislativo era más que todo protocolario. Pero eso será solo el punto de partida. El equipo que designó la Cámara, que operan como los fiscales del proceso, ha venido recopilando todas las mentiras que le vendió el presidente sobre un supuesto fraude que nunca existió, pero que terminó creando la explosiva atmósfera que hizo erupción ese fatídico día. Así mismo, presentarán evidencia de cómo Trump se rehusó por varias horas a autorizar el despliegue de la fuerza pública para que controlaran a los manifestantes e hizo caso omiso de las súplicas de los congresistas que le pedían enviar un mensaje a los violentos para que se retiraran del Capitolio. Dicen también poseer evidencia para demostrar que la trifulca fue planificada y que los extremistas respondían a las órdenes del presidente. En el fondo, en su aspecto más político, los demócratas ven la sanción al presidente como una acción preventiva para que no un evento como este jamás vuelva a suceder. Y ven la destitución de Trump y decretar su muerte política como el único camino para enviar ese mensaje. Si provocar una insurrección violenta contra una sesión legislativa luego de perder las elecciones no amerita una destitución, es difícil imaginar qué si podría ameritarla  “Las acciones del presidente pusieron en riesgo los fundamentos de nuestra democracia. Su esfuerzo por arraigarse al poder fomentando la violencia contra el Congreso fue una clara violación de sus deberes. Si provocar una insurrección violenta contra una sesión legislativa luego de perder las elecciones no amerita una destitución, es difícil imaginar qué si podría ameritarla”, dicen los “fiscales” en un documento de 80 páginas presentado esta semana y en el cual se esboza el caso contra el exmandatario. El expresidente, por su parte, ensambló un equipo de abogados que se encargará de su defensa ante el Senado. Pero no le ha sido fácil. Trump tuvo muchas dificultades en encontrar abogados que lo representaran. Y cuando lo hizo, cinco de ellos renunciaron abruptamente. Según varias fuentes, estos abogados querían centrar su defensa en dos ángulos. El primero, alegando que no es posible destituir a un presidente que ya no se encuentra en el poder, argumento que han citado los republicanos que lo defienden. En una votación simbólica la semana pasada en la Cámara Alta, 45 senadores de este partido citaron ese hecho como razón para oponerse al juicio. Se trata de un tema complejo, pues la Constitución no es clara sobre si es posible sancionar a un mandatario que ya dejó el poder. Expertos en derecho constitucional dicen que sí es posible, pues de lo contrario no se podría castigar a un líder si con posterioridad a su salida del poder surge evidencia comprometedora sobre sus acciones en la presidencia. Pero el tema es materia de intenso debate, y lo más probable es que tenga que ser resuelto por las cortes. El otro argumento de la defensa era que no se puede castigar a Trump por actos que cometieron otros y que es muy difícil precisar si sus palabras o acciones incitaron a la insurrección. Salvo que aparezca evidencia específica que vincule al mandatario en la planeación o ejecución de los eventos del 6 de enero. Trump no estuvo de acuerdo con la estrategia. Desde su perspectiva, la defensa debe estar centrada en que durante las elecciones de noviembre se cometió un fraude masivo en su contra y que sus simpatizantes, con razón, protestaban por esa injusticia. Eso a pesar de que todos los estados que perdió –incluidos algunos donde las autoridades eran republicanas– certificaron su derrota, y de que nunca se encontró evidencia del supuesto fraude. Es más, jueces en todo el país, entre ellos los de la Corte Suprema de Justicia, desecharon más de 60 demandas por falta de méritos y evidencia. De hecho, los republicanos del Senado no quieren que este sea el eje, pues los pone en la incómoda posición de justificar algo en lo que no creen. Incluso sus más fuertes aliados han dicho que los protestantes fueron azuzados por teorías de conspiración sin asidero en la realidad. Teorías que el mismo Trump promovió. Las acciones del presidente pusieron en riesgo los fundamentos de nuestra democracia El presidente, sin embargo, ya contrató a un nuevo equipo y lo más probable es que insistan en este punto.Sea cual sea la estrategia, el resultado probablemente será el mismo. Para condenar a Trump se requieren 67 votos. Los demócratas tienen 50, y solo cinco republicanos están considerando votar con ellos. Una clara prueba del enorme poder que Trump todavía ejerce sobre este partido. Y entre los demócratas ha comenzado a crecer la idea de que es necesario pasar la página de Trump lo antes posible para concentrarse en la agenda de Biden y las prioridades legislativas del partido. “Es lamentable que ni siquiera ante lo ocurrido, y pese a la fractura que provocó a nuestro sistema electoral y democrático, los republicanos hayan optado por meter todo bajo la mesa y pretender que nada ocurrió. Pero también lo es que cada hora que se dedica a revivir esta odisea es una vitrina que Trump no se merece. Cuanto más rápido salgamos de esto, mejor”, le dijo a este diario un alto asesor del Senado. Eso no significa que el juicio será un paseo para el expresidente. Los demócratas tienen pensado presentar algunos testigos, entre ellos policías que resultaron heridos en la toma y legisladores que temieron por sus vidas. De paso, no hay duda de que el proceso provocará nuevas divisiones en un partido en el que cierto sector –por ahora minoritario– quiere tomar distancia del populismo de Trump y regresar a los ideales conservadores que lo caracterizaban. Y ya se habla de al menos aprobar una moción de censura contra el expresidente, lo cual no tiene dientes, pero que rara vez se ha aplicado contra un mandatario y sin duda sumará a la mancha que tiene el republicano en su hoja de vida. Pero no será su final. Sin que se decrete su inhabilidad para aspirar a cargos públicos y ya absuelto por segunda vez, Trump seguirá pesando por muchos años más en la política estadounidense. Para bien o para mal.