Trump revisa su veto migratorio a países musulmanes

Con el nuevo documento, que mantiene el bloqueo a seis países de mayoría musulmana, la Casa Blanca aspira a superar las objeciones que hicieron que el sistema de justicia suspendiera la primera y polémica orden. El presidente Donald Trump firmó este lunes una nueva orden ejecutiva que impide la entrada por 90 días a Estados Unidos de inmigrantes de seis países de mayoría musulmana, pero excluye a Irak que sí estaba incluido en su veto anterior de enero. La orden ejecutiva está dirigida a personas provenientes de Irán, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen, países que la Casa Blanca considera que tienen problemas con el terrorismo. El nuevo documento busca sustituir su polémico primer decreto que generó un caos en aeropuertos, incertidumbre entre inmigrantes, protestas generalizadas y que, finalmente, fue bloqueado en cortes. En esta nueva versión no incluye a los ciudadanos de Irak ni a los de los países incluidos en el documento que hayan obtenido un visado desde antes del 27 de enero o dispongan de residencia permanente en Estados Unidos. De la misma manera, el programa de refugiados quedará suspendido por 120 días y no se aceptarán más de 50,000 en un año, un número muy inferior a los 110,000 previstos por el gobierno de Barack Obama. La entrada de refugiados sirios queda limitada a este mismo periodo de tiempo, poniendo así fin a su bloqueo permanente. Este nuevo decreto, que Trump firmó sin cámaras de televisión como hizo en la ocasión anterior, entrará en vigor el 16 de marzo para evitar las complicaciones de una implementación inmediata como ocurrió en enero. Con esta nueva orden ejecutiva, la anterior queda anulada y pierde su vigencia. El documento justifica estas medidas porque «la historia reciente muestra que algunos de los que entraron en Estados Unidos siguiendo nuestro sistema de inmigración se han revelado como una amenaza para nuestra seguridad nacional». Asimismo, recoge que «desde 2001, cientos de personas nacidas en el extranjero han sido condenadas por crímenes relacionados con terrorismo». En el documento, Trump sostiene que «el fiscal general me ha informado que más de 300 personas que entraron en Estados Unidos como refugiados en la actualidad están siendo objeto de investigación por contraterrorismo por el FBI». Funcionarios públicos, citados por The Washington Post, se negaron a identificar la nacionalidad de los investigados ni su actual estatus migratorio. El documento de la nueva orden, mucho más extructurado y extenso que la primera, sostiene que la orden ejecutiva de enero «no proporcionaba ningúna base para la discriminación por o contra miembros de ninguna religión en particular». Sin embargo, la orden fue bloqueada precisamente por ser considerada un veto musulmán. En una conferencia de presna con periodistas, funcionarios del gobierno defendieron la nueva versión afirmando que la intención era hacer frente a los cuestionamientos legales para así hacer frente a la seguridad nacional. La firma de esta nueva orden ejecutiva, que estaba prevista para la pasada semana, llega en medio de la polémica creada el fin de semana por Trump al acusar sin prubeas al expresidente Barack Obama de haberlo expiado.

Un país aliado para derrocar a ISIS

En una conferencia de prensa, el secretario de Estado, Rex Tillerson, dijo que esta nueva orden busca «eliminar los puntos más vulnerables (de Estados Unidos) que el terrorismo islámico radical pueda aprovechar». Además, subrayó que “esta orden revisada fortalecerá la seguridad de Estados Unidos y de sus aliados”. El secretario de Estado justificó la eliminación de Irak de esta nueva orden porque “es un aliado importante en la batalla por derrotar al Estado Islámico” y agregó que el Departamento de Estado ha trabajado con el gobierno del país por un mes para establecer medidas de seguridad para iraquíes que busquen entrar a Estados Unidos. «La relación de cooperación entre Estados Unidos y el gobierno electo de Irak, la amplia presencia de diplomáticos estadounidenses en Irak, la presencia amplia de fuerzas armadas de Estados Unidos en Irak y el compromiso de Irak por vencer al Estado Islámico justifican un trato diferente para Irak», describe la nueva orden ejecutiva. Por su parte, el fiscal general Jeff Sessions añadió que «esta orden busca proteger a los estadounidenses y a los inmigrantes legales en Estados Unidos». Sessions afirmó que no «podemos poner en riesgo» la seguridad del país dejando entrar a personas de las que sus países de origen no han dado la información necesaria para poder investigarlos. Por su parte, el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, enfatizó que la nueva orden ejecutiva no afectará a personas con residencia legal en Estados Unidos.

El origen

Trump emitió el 27 de enero, apenas una semana después de haber asumido el cargo, una orden ejecutiva que suspendió temporalmente el programa de refugiados y prohibió la entrada por 90 días de los ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, lo que generó confusión entre los inmigrantes y los funcionarios encargados de hacer cumplir el decreto. La orden sembró el caos luego de que se le prohibió la entrada al país a personas que contaban con permisos de residencia y de refugiados que estaban volando en el instante de su puesta en vigor, justo en momentos en que Naciones Unidas afirma que hay más desplazados en el mundo que tras la Segunda Guerra Mundial. En medio de la controversia, jueces suspendieron la vigencia de la medida, en una decisión que ha sido apoyada por veintinún estados. En esta nota explicamos qué ha sucedido en las cortes en torno a esta acción ejecutiva.

 

Posibles nuevas demandas

Al parecer, el nuevo gobierno aprendió de los reveses que ha enfrentado hasta ahora en varias cortes federales y presentó un nuevo documento siguiendo algunas de las indicaciones que hizo la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito al rechazar la apelación que hizo la Casa Blanca tras la decisión de un juez del estado de Washington de suspender la aplicación del veto de viajes hasta que analice el caso. La nueva orden será analizada en gran detalle por los mismos grupos que demandaron la inconstitucionalidad de la primera en varias cortes del país, particularmente la Unión de Libertades Civiles Estadounidenses (ACLU). En principio, consideran que la reformulación del decreto migratorio es un reconocimiento de la Casa Blanca de la violación a la Constitución en la que incurría la primera orden. David Cole, director de temas legales de ACLU, consideró que el nuevo decreto presidencial sigue siendo «inconstitucional». En un artículo publicado en internet, Cole anunció que llevarán nuevamente esta orden ante la justicia porque «lo que antes fue un veto musulmán, sigue siendo un veto musulmán» pese a que se retire Irak y se hagan otras modificaciones. «La nueva orden va a crear menos caos durante su implementación que la primera, tanto porque no se aplicará a las personas que tienen visas y porque no entrará en vigor hasta el 16 de marzo. Pero sigue siendo una discriminación basada en la religión», escribe Cole.

¿Por qué Irak queda fuera del veto migratorio?

Desde la lucha contra Al Qaeda, el gobierno iraquí ha sido esencial para fungir como tapón contra los terroristas en Oriente Medio. Hoy, junto con los kurdos en el norte del país, es uno de los principales rivales del Estado Islámico y un centro militar importante para Estados Unidos. Donald Trump no se da por vencido en su objetivo de bloquear la entrada a ciertas nacionalidades para, según él, prevenir la llegada de terroristas a su país. Ayer firmó un nuevo veto migratorio que prohíbe el ingreso, en principio por 90 días, de nacionales de Irán, Somalia, Yemen, Libia, Siria y Sudán. El decreto es una renovación del que emitió hace un mes y que, además de un caos general en los aeropuertos y de la expulsión injusta de numerosos ciudadanos, fue detenido por un juez federal a causa de la violación de ciertos derechos constitucionales. En la práctica, el decreto quedó casi igual al anterior, con una diferencia: los ciudadanos de Irak, que estaban incluidos en el listado anterior, podrán entrar al país. ¿Por qué? Desde la invasión de Irak en 2003, Estados Unidos se ha ocupado en parte de la transición de ese país hacia una democracia estable, con yerros y éxitos. Después de que las tropas estadounidenses salieron de allí, tras un proceso de cuatro años entre 2007 y 2011, sus lazos militares pervivieron de cara a una nueva amenaza: el Estado Islámico. Los años de la invasión dejaron un ejército iraquí débil que fue incapaz de resistir la captura de parte de su territorio por parte de ese grupo extremista. Estados Unidos, entonces, como corolario de su estrategia para detener a aquellos terroristas (compuestos por personal de Al Qaeda y también de los talibanes), proveyó ayuda militar, entrenamiento y armas. Cuando el Estado Islámico entraba en las ciudades iraquíes, como Mosul o Ramadi, el ejército iraquí no tenía cómo defenderse porque le faltaba estrategia y personal. A mediados de 2014, en el período más fuerte de invasión del Estado Islámico, que llegó a tener el 30 % de Irak (en zonas muy cercanas a Bagdad, la capital) y el 70 % de Siria, los kurdos iraquíes comenzaron a tener un protagonismo esencial. Estados Unidos, con el permiso del gobierno iraquí, les proveyó armas, puesto que se habían convertido en la resistencia más efectiva contra el grupo yihadista en el norte del país. Estas consideraciones estuvieron en la agenda de Trump a la hora de tomar la decisión de sacar a los iraquíes de la lista. El gobierno iraquí, tras conversaciones con el gobierno de Trump y sus representantes del Departamento de Defensa, se comprometió a colaborar con la investigación de sus nacionales. Es decir, a servir de filtro para saber quiénes van a Estados Unidos y quiénes, por razones de seguridad, no pueden cruzar las fronteras. Por otro lado, para Estados Unidos resulta importante tener a Irak de su parte, dado que una de las promesas de campaña de Trump fue derrotar al Estado Islámico. Aunque nunca especificó su plan de batalla, se presume que la rebatiña tiene como centro la retirada del Estado Islámico de dos de sus centros urbanos más grandes: Raqqa, en Siria, y Mosul, en el norte de Irak. En esta última ciudad se libra, desde octubre del año pasado, una guerra cruenta para expulsar al grupo yihadista. Más de mil civiles han muerto en el fuego cruzado. La estrategia no sólo le permite a Estados Unidos tener de lado a su socio principal, el gobierno iraquí, sino también a los kurdos, que tienen en sus manos un plan de ataque en el norte de Siria, donde defienden su territorio ancestral. Sin tener un acceso adecuado a Irak, el gobierno estadounidense no podrá combatir la célula principal del Estado Islámico: el territorio ocupado en Irak. Las desavenencias que han ocurrido en las últimas semanas en Ginebra (Suiza), durante los diálogos entre la oposición siria y el gobierno de Bashar al Asad, permiten observar que Estados Unidos ha perdido un territorio precioso que, en cambio, Rusia ha capturado. Un territorio político y diplomático importante. Y está claro, con el proyecto de Trump de aumentar el gasto en defensa (que ahora debe pasar por las manos de los senadores), que Estados Unidos quiere volver a tener la primera palabra en la lucha contra el terrorismo por fuera de sus fronteras. Una de las consecuencias de la exclusión de Irak es, quizá, evidente: los países vecinos, como Irán y Siria, podrían cerrarse al florecimiento de los lazos diplomáticos y militares. Libia, que es un país partido en dos, es también la cuna de numerosos terroristas y punto de tránsito esencial para la migración por motivos de conflicto. Por cuidar el jardín, Trump podría descuidar la casa entera.

 

 

 

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