Desnudos frente a los guardias, con hambre y sin bañarse: el infierno que pasan los niños migrantes

Una demanda que compiló una letanía de quejas contra centros de detención para menores separados de sus padres en la frontera fue presentada esta semana en una corte federal en California, pidiendo al gobierno Trump que cumpla con un acuerdo de 1997 que exige mejores condiciones para estos. Keylin, una hondureña de 16 años que escapó con su madre de su país por amenazas de muerte, relató que tras ser separada de su mamá al cruzar la frontera entre México y Texas fue víctima de vejaciones en un centro de detención que despectivamente llamaban la ‘perrera’ por tener módulos enrejados.

«Tenía miedo de las guardias y miedo de que me deportaran sin mi madre», contó Keylin. A punta de gritos, los vigilantes de esa instalación la forzaban a ella y otras niñas a desnudarse frente a estos antes de bañarse, según el testimonio de la adolescente, el cual se menciona en una demanda contra el gobierno Trump señalando abusos y deficiencias en los centros de la Oficina de Aduanas y Control Fronterizo (CBP) que albergan a menores separados de sus padres en la frontera. La querella presentada este lunes en una corte federal de Los Ángeles por la organización Center for Human Rights & Constitutional Law alega que estos niños estuvieron en sitios insalubres, helados, sobrepoblados, que tenían baños sucios y que les ofrecían comida en mal estado y agua que olía mal. También reclama que no les dejaban hablar con sus padres, que los maltrataban y se burlaban de su sufrimiento. Este documento, elaborado luego de entrevistar a unos 200 detenidos bajo la política de ‘tolerancia cero’, la mayoría originarios de Honduras, El Salvador y Guatemala, exige a la administración federal ofrecer mejores condiciones a los niños migrantes cumpliendo con un acuerdo establecido en 1997. Ni el Departamento de Justicia (DOJ) ni el CBP han comentado sobre esta demanda. Varios de los entrevistados se quejaron de la falta o la mala calidad del agua y de que los alimentaban con sándwiches congelados y que parecían podridos. Otros migrantes contaron que no pudieron bañarse durante varios días y que dormían en el piso o en bancas porque no cabían en los cuartos. Fátima, una madre de Honduras, narró que se presentó con su hija pequeña en la frontera el 15 de mayo. Ella mencionó que llegaron a un centro que no tenía duchas. «En el segundo o tercer día allí mi hija se ensució (…) Le pregunté (a un vigilante) si podía limpiarla porque su ropa interior estaba sucia. Los guardias dijeron: ‘No’. Ella se quedó con su ropa interior sucia hasta que llegamos a Dilley (un centro en Texas) varios días después», afirmó la centroamericana.

Comida no apta para el consumo

Al llegar a las instalaciones del CBP, los menores, a veces enlodados y húmedos por cruzar la frontera nadando el Río Bravo, tenían que acostarse en pisos fríos por la falta de colchones y dormían poco porque no apagaban la luz en las noches y por estar apretujados con varios niños de distintas edades. «Dieciocho mujeres están en un cuarto. Tres son adolescentes», dijo Anet, de 15 años, sobre una «muy fría» instalación del CBP en El Centro, California. «Tenemos 15 sábanas. Pedimos más colchones, pero los oficiales dijeron que no. Algunos de nosotros dormimos en las bancas», agregó la menor. «Vi a niñas preguntar en dónde estaban sus madres, pero los guardias no les decían», dijo, por su parte, la guatemalteca Griselda, de 16 años, quien ingresó con su madre por Texas. «No sabía dónde estaba mi mamá», expresó con pesar la joven. Mayra, la madre de niños de 2 y 9 años, contó que en una ocasión pidió agua para su hija, pero se la negaron. «Mi hija comenzó a llorar. Los oficiales me dijeron que me callara». Mientras que Iris reclamó que le dieron «comida congelada que olía mal y no era apta para el consumo». Alguien más afirmó que en una ocasión recibió lechuga «negra», es decir, podrida. Para Karen la detención fue un martirio desde su llegada. Y es que el frío del centro se multiplicó porque ella y sus dos hijos, de 4 y 5 años, recién habían pasado por el Río Bravo y estaban mojados. «No había ropa limpia ni toallas disponibles», aseguró. En esa situación no pudieron dormir la primera noche. «Mis niños lloran de miedo y de frío. Solo puedo abrazar a uno a la vez para mantenerlos calientes», relató.

«Mi hijo lloraba de hambre»

La guatemalteca Blanca, quien ingresó a EEUU con su hija de 4 años el 24 de mayo, alegó que no pudo bañarse durante varios días. «Los únicos baños eran baños pequeños de plástico», dijo refiriéndose a sanitarios portátiles. «Los oficiales nos dijeron que había demasiada gente y que solo podíamos ducharnos después de haber estado allí durante cinco días». Lidia, una salvadoreña de 22 años, aseguró que su hijo de 4 años estuvo sin comer porque les daban sándwiches congelados en un centro del CBP en Texas, al cual llegaron en junio. «Mi hijo lloraba de hambre», relató. «Lo peor fue el agua», dijo –por su parte– Delmis, una hondureña que cruzó la frontera con su hijo de 2 años. «Tuve que taparme la nariz para poder beberla», agregó. Peter Schey, presidente de la organización que interpuso la demanda, dijo a la agencia AP que los niños migrantes «se han expresado en voz alta y clara, y lo que han dicho es que experimentan hambre forzada, deshidratación forzada, privación del sueño forzada». A pesar de estos reclamos, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) no ha cambiado su argumento de que sus instalaciones brindan un buen trato a los migrantes. Henry Moak, coordinador juvenil del CBP, aseguró en un informe presentado en la corte en junio que la temperatura de los centros es agradable (debatiendo a varios migrantes que los llaman ‘hieleras’ por su clima helado) y que no ofrecen comida ni agua en mal estado. El reporte señala que el propio funcionario bebió agua en instalaciones de Texas y Arizona confirmando que estaba «limpia».

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