El legado que Obama le deja a Donald Trump

Desde China y Siria hasta el control de armas, estos son los retos del nuevo presidente de EE. UU.La primera línea de los libros de historia sobre Barack Obama dirá que el presidente número 44 de Estados Unidos fue el primer afroamericano en ejercer el cargo político más importante del mundo. Probablemente continuará señalando que ejerció el gobierno durante dos periodos tras ser reelegido en 2012 y que, durante esos años, construyó una imagen sostenida en su carisma y el de su familia. El legado que deja Obama a Donald Trump como su sucesor en el Salón Oval es tan grande como complejo. El empalme comenzó este jueves tras la reunión entre ambos en la Casa Blanca. Mientras algunas voces sugieren que Obama dejará la Casa Blanca “sin ningún éxito rotundo” –la afirmación es del periodista de ‘El País’ de España, Marc Bassets–, esta conclusión es matizada por otros analistas como la decana de Ciencias Sociales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Sandra Borda:  “Estaría de acuerdo, en la medida en que ningún presidente de Estados Unidos sale con ningún éxito rotundo” debido a la irrestricta división de poderes en el sistema político de este país. “A pesar de todas estas restricciones –continúa Borda– sí hay logros importantísimos” para la administración de Barack Obama.   “Mucho expansionismo y uso de la fuerza militar” era el estilo conocido de Estados Unidos, tanto con los republicanos como con los demócratas más moderados, dice la profesora Borda. Pero, según ella, Obama representó un cambio sustancial en la forma de ejercer el liderazgo a nivel internacional, pues actuó en el marco de las organizaciones internacionales y no a pesar de ellas, y avanzó en la construcción de coaliciones internacionales fuertes. Este “es un liderazgo menos costoso. El costo es que hay que ceder espacios y actuar en coalición con otros tipos de liderazgos”, explica Borda. Sin embargo, hubo ‘puntos negros’ como el uso sistemático de drones de los cuales fueron víctimas civiles en medio de la ‘guerra contra el terrorismo’ en Medio Oriente. No obstante, Obama “llegó en un contexto difícil” a la Casa Blanca, asegura Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Para él, hay que juzgar el legado de Obama en el marco del convulso mundo en el que asumió el mandato, con tropas desplegadas en Irak y Afganistán, terrorismo desbordado no solo en Asia sino también en el África subsahariana y, además, alejado de la región.  En general, dice la profesora de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario Arlene Tickner, Estados Unidos tuvo una actitud menos intervencionista “que sirvió para corregir el antiamericanismo generalizado que había generado la guerra mundial contra el terrorismo”. La isla del Caribe, que por décadas representó el mayor enemigo regional de Estados Unidos, es hoy, según diversos analistas, el mayor logro en política exterior de Barack Obama. El descongelamiento de relaciones diplomáticas con Cuba representó el cambio de cara de Estados Unidos frente a América Latina. “Por primera vez superó completamente la Guerra Fría y dejó atrás los antagonismos ideológicos y políticos” en la región, explica Borda. Jaramillo coincide en que este es el punto más alto de la política exterior estadounidense de los últimos años: “No sé si es un triunfo de EE. UU. o de Cuba, pero es un triunfo de la diplomacia, de la razón”. Este logro tuvo un gesto histórico reciente: la abstención de Estados Unidos en la Asamblea de Naciones Unidas a votar una enmienda que condena el embargo contra Cuba, la misma que, históricamente, había votado en contra. La continuación del acercamiento con Cuba quedará en manos de Donald Trump, al igual que un problema de mayor calado para la imagen de Estados Unidos frente a los derechos humanos: Guantánamo. El cierre de la cárcel en Guantánamo fue una de las promesas de Obama en campaña, pero también es su gran fracaso. “Una cosa es plantearlo como candidato y otra hacerlo como presidente de Estados Unidos”, dice Jaramillo Jassir. Ahora bien, es difícil que el sucesor de Obama sí logre cerrar Guantánamo. Para empezar, no es un tema que haya estado en discusión en esta campaña. También se complica “dado el clima xenófobo y paranoico en Estados Unidos”, como explica Arlene Tickner. En todo caso, coinciden en explicar que este fracaso no recae exclusivamente sobre los hombros del Presidente. El Congreso de Estados Unidos, en momentos de mayoría demócrata, tuvo una gran responsabilidad en evitar el cierre del enclave estadounidense en Cuba desde donde se han repatriado este año varias decenas de presos a más de 30 países dispuestos a recibirlos. En febrero de este año, Obama presentó su último intento para clausurar Guantánamo. “No quiero trasladar el problema (de Guantánamo) al siguiente presidente, sea quien sea”, dijo entonces. Lo cierto es que sí lo hará, aunque con menos presos que antes. Retirar las tropas estadounidenses de Afganistán e Irak, matar a Osama Bin Laden y, de paso, debilitar a Al Qaeda son los puntos más altos que deja la administración Obama en el siempre conflictivo Medio Oriente. Sin embargo, la lista de retos es más grande. Para empezar, la lucha contra Estado Islámico no se consolidó estratégicamente. Ese es el gran reto geoestratégico del presidente electo de Estados Unidos, según Sandra Borda. “Los resultados van a depender mucho del liderazgo internacional que asuma el próximo presidente”, dice Borda, pues será clave la capacidad de armar coalición con los países europeos. Trump prometió derrotar al Estado Islámico. Frente al conflicto entre Palestina e Israel, Jaramillo Jassir señala que, tras el “brillante” esfuerzo de Bill Clinton en los noventa, Estados Unidos no ha podido recuperar el protagonismo en la región. No lo hizo Bush y tampoco lo hizo Obama. Tanto palestinos como israelíes consideraban al presidente de Estados Unidos demasiado cercano al bando contrario, asegura Jaramillo. Lo más preocupante, para la profesora Tickner, es la relación con Israel. El reto futuro, señala, es superar las presiones del “lobby pro-Israel” en Estados Unidos para encontrar una vía que satisfaga a ambos estados. Ahora, las relaciones con Europa son ambiguas. El apoyo de Estados Unidos a Ucrania tras la anexión de Crimea a Rusia ha generado tensión en la región, con la Otán de por medio. De hecho, para el profesor Jaramillo este fue un error de Obama, pues animó el nacionalismo en Rusia y le dio fuerza a este país, “un actor necesario para combatir al Estado Islámico en Siria”. Tickner, por su parte, dice que el punto bajo de las relaciones con esta región “no necesariamente es por culpa de Obama, sino de Putin, que es un personaje con quien es muy difícil interactuar y negociar”.  Respecto a la Europa occidental, la tarea es convencerla, seducirla. El analista Moisés Naím escribía en una columna: “La incapacidad de Europa para jugar un rol internacional proporcional a su peso en el mundo es una de las desilusiones más claras que se lleva Obama de su paso por la Casa Blanca. Esto seguramente él ya lo sabía, pero lo confirmó viendo en persona el fracaso de Europa para actuar como el poder global que es en negociaciones que son críticas para su propio futuro.” Activar ese poder es tarea del próximo presidente, aunque no es claro si Trump tomará este camino. Durante el gobierno de Barack Obama, China se consolidó como un actor clave en el sistema internacional. Esto, para muchos sectores, significa una amenaza de corte económico con la que Estados Unidos no pudo competir eficazmente. Este año, el partido comunista chino celebró su sexto pleno. Allí, Xi Jinping, presidente de la República Popular China, fue declarado “núcleo” del régimen chino, lo que “lo pone a la altura simbólica de Mao Tse Tung y Deng Xiapoing”, según Mauricio Jaramillo, dos líderes históricos de la China comunista. Esto, explica Jaramillo, significa que China está más unida que nunca mientras, en contraste, Estados Unidos pasa por momentos de división y polarización. “¿Cómo lidiar con una China tan cohesionada?”, se pregunta el profesor Jaramillo. El gigante asiático es un actor clave en los intereses de Estados Unidos frente a países como Corea del Norte. En lo que Estados Unidos sí logró persuadir a China durante los últimos años fue en materia medioambiental, y Obama tuvo mucho que ver. A diferencia de George Bush, en cuyo gobierno no se ratificó –ni se presionó para que se ratificara– el Protocolo de Kioto, Obama se mostró dispuesto a someterse a acuerdos multilaterales en manejo ambiental, además, en su discurso estuvo presente la insistencia de que el calentamiento global es real y provocado por la actividad humana. El Acuerdo de París, alcanzado durante la conferencia COP21, entró en vigor el pasado 4 de noviembre, con el hito histórico de la previa ratificación de China y Estados Unidos. Es decir, si el próximo presidente, Donald Trump tiene una posición distinta frente a los compromisos asumidos en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (ha insinuado que es responsabilidad de China), a lo sumo podría reducir el impacto o dejar de ejercer presión para que otros países, como China, suscriban acuerdos en la materia, explica Arlene Tickner. Cuando no había cumplido ni su primer año en el Gobierno, Obama enfrentó la tasa de desempleo más alta en 26 años, del 10 por ciento. Asumió la presidencia justo después de que estallara la crisis financiera de 2008. Pero, a junio de 2016, el desempleo estadounidense era de 4,9 por ciento. Similares tendencias positivas siguió la recuperación de empleos perdidos por la crisis y el crecimiento del PIB, que pasó de -2,8 por ciento cuando Obama asumió, a 2,4 por ciento en 2015. “Probablemente manejamos esta crisis mejor que cualquier gran economía en la historia moderna del planeta”, dijo Obama a ‘The New York Times’. Aunque será la historia la que juzgue esta afirmación, es claro que la economía fue un punto alto en la gestión de Obama. Trump tiene la tarea inicial de continuar el rumbo de recuperación y profundizarlo. Para esto, dice Arlene Tickner, es necesario llevar a cabo una reforma tributaria que permita reducir el déficit y recolectar más impuestos, especialmente de los ciudadanos de mayores ingresos. Sandra Borda agrega que el reto es, además de mantener los números positivos, reducir los niveles de inequidad para incluir a quienes, por cuenta de la globalización y el desplazamiento de la industria a otros países, se han quedado por fuera del sistema económico formal. En marzo de 2010 entró en vigor la Ley de la Protección de Pacientes y Asistencia Asequible, más conocida en los medios como el ‘Obamacare’. Esta fue su apuesta más ambiciosa en materia de seguridad social, pues buscaba crear un sistema de salud de cobertura universal en Estados Unidos.  Los analistas consultados coinciden en resaltar la relevancia del ‘Obamacare’. Pese a que la universalización no se ha logrado, ha logrado cobijar a cerca de 20 millones de personas. Este es un éxito parcial porque eran 50 millones las personas sin cobertura médica. Como afirma Mauricio Jaramillo, este es un problema que preocupa a los estadounidenses de a pie más que los problemas geopolíticos con Siria o Rusia. Los puntos débiles tienen que ver con las dificultades logísticas para aplicarlo por tratarse de un sistema “aparatoso”, explica Jaramillo. No obstante, durante la campaña Donald Trump dijo que si era elegido presidente derogaría la reforma en una sesión especial del Congreso. En materia de derechos civiles, Obama logró dar relevancia a discusiones que, si bien no son nuevas, nunca habían estado con tanta fuerza en la agenda presidencial. Con un hecho particular que resalta Sandra Borda: la autoridad que le da pertenecer él mismo a una minoría. Los avances de este periodo no solamente son responsabilidad de Obama. De hecho, uno de los más significativos, la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, se debió a una decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos, gracias a la cual se convirtió en un derecho reconocido a nivel nacional. No obstante, la igualdad fue un tema de primer orden tanto de él como de su esposa Michelle Obama. Un par de paradojas se pueden señalar en este aspecto. La primera es que, mientras hubo avances a nivel nacional, hubo retrocesos en los estados en cuanto a derechos sexuales y reproductivos. La razón es que, bajo el sistema federal, los estados mantienen autonomía para legislar sobre ciertos temas. Lo mismo ha sucedido respecto a los migrantes, una materia en la que algunos estados han endurecido sus políticas, explica Tickner. Por ejemplo, este 8 de noviembre, California aprobó una proposición para hacer más estricto el control de armas. La segunda paradoja es el escalamiento de conflictos raciales, justamente durante la administración del primer presidente afroamericano. Este es el panorama, según Tickner: “Estamos en un momento de enorme tensión racial reflejada no solo en la violencia policial contra los afroamericanos, sino también en las tasas de encarcelación, en las que tienen unos niveles alarmantes frentes a otros grupos raciales”. Y si bien la violencia racial tiene su propia complejidad, ha aportado a la discusión más amplia sobre el control de armas, otra política en la que los avances de Obama son parciales. A comienzos de 2016 Obama anunció un paquete de medidas ejecutivas, pues siendo el Congreso un terreno espinoso para sacar adelante una ley, era esa su única opción para ponerle restricciones a la venta de armas. Aun así, tiroteos posteriores en Orlando, Michigan, Carolina del Sur, Houston, Seattle y Charlotte, dejan en evidencia que el control de armas sigue siendo una materia pendiente para Estados Unidos, un problema que, según Mauricio Jaramillo, es cada vez más el resorte de los estados y menos del presidente.1

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