Empresario petrolero nuevo Secretario de Estado

1El presidente electo confirmó este martes que el CEO de la petrolera estadounidense Exxon Mobil es su elegido para dirigir la diplomacia estadounidense. Su cargo tiene que ser confirmado en el Senado, donde se espera que enfrente una dura oposición por sus fuertes lazos con Moscú. Uno de los puestos más sensibles que quedaban por cubrir en el gabinete de Donald Trump era el de secretario de Estado, el cargo de mayor importancia diplomática de Estados Unidos, y después de numerosas especulaciones sobre el candidato este martes el presidente electo confirmó que su elección ha sido Rex Tillerson, CEO de la petrolera estadounidense Exxon Mobil. «Su tenacidad, amplia experiencia y profunda comprensión de la geopolítica lo convierten en una excelente elección como secretario de Estado», señaló Trump en un comunicado. «(Tillerson) promoverá la estabilidad regional y se concentrará en los intereses de seguridad nacional centrales de Estados Unidos», agregó. El presidente electo destacó de Tillerson su «amplia experiencia tratando con éxito con todo tipo de gobiernos extranjeros», señaló en un mensaje de Twitter. Trump ya había elogiado al empresario anteriormente, que al igual que él no tiene experiencia política internacional pero ha estado en contacto con líderes internacionales como cabeza de una de las principales compañías energéticas del mundo. «Es mucho más que un ejecutivo, él es un jugador de clase mundial», dijo Trump el domingo sobre él pues ya se había filtrado que el ejecutivo era quien había ganado la ‘competencia’, dejando de lado a otros políticos que habían sonado fuertemente para el cargo como el exgobernador Mitt Romney o el exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, que la semana pasada decidió no formar parte del gabinete de Trump. Habitual de Twitter, Trump había adelantado que haría el anuncio oficial este martes aunque miembros del equipo de transición ya habían adelantado en condición de anonimato que Tillerson sería el elegido, un empresario con el que parece que comparte su visión del mundo. Según supo CNN, los exsecretarios de Estado Condoleezza Rice y James Baker, así como el exsecretario de Defensa Robert Gates, recomendaron a Trump que eligiera a Tillerson, cuyo cargo tendrá que ser confirmado por el Senado. Esta designación no ha estado extenta de polémica, sobre todo porque se trata de un hombre con estrechos vínculos con el gobierno de Vladimir Putin. Además, Tillerson no tiene ninguna experiencia en cargos públicos, algo fuera de lo común en la historia moderna de EEUU para ocupar un cargo de la talla que ocupará. Este no es un dato menor, dado que el de secretario de Estado es un puesto delicado: es el principal asesor en asuntos exteriores y quien está a cargo de las negociaciones de EEUU puertas afuera, es quien asesora en los nombramientos diplomáticos al presidente y es quien maneja la política exterior en general a través del Departamento de Estado y del Servicio Exterior. Pero a falta de experiencia en el sector público, este ejecutivo de 64 años nacido en Wichita Falls, Texas, tiene un vasto recorrido de cuatro décadas en el gigante petrolero que preside a la que ingresó en 1975 como ingeniero de producción, luego de graduarse en Ingeniería de la Universidad de Texas. Tras una carrera ascendente, en 2001 fue nombrado vicepresidente senior de Exxon Mobil Corporation y fue elegido presidente y miembro de la junta directiva en 2004. Asumió la más alta posición de la petrolera en 2006. Como máximo funcionario de Exxon Mobil, tiene amplia experiencia trabajando con líderes extranjeros. Según un perfil del periódico The New York Times, Tillerson tiene una estrecha relación comercial con Rusia y con el presidente de ese país, Vladimir Putin, vínculos que podrían ser objeto de escrutinio al momento de la confirmación del cargo por parte del Senado. La relación de Tillerson con Moscú se remonta a los años 90, cuando asumió responsabilidad de operaciones de su compañía en aquel país. Tillerson fortaleció las relaciones comerciales con Rusia cuando a partir de 2011 propició que Exxon Mobil tenga empresas conjuntas con el gigante del petróleo Rosneft, que es mayoritariamente propiedad del estado ruso. En 2013, el gobierno de Putin otorgó al empresario estadounidense la medalla de la Orden de la Amistad, galardón que se entrega a extranjeros que trabajan en la mejora de los lazos con la Federación de Rusia. Desde el Kremlin, el portavoz Dmitry Peskov elogió a Tillerson este lunes en comunicación con medios, aunque fue cauteloso dado que el puesto aún no había sido confirmado. «Como parte de sus funciones como jefe de una de las mayores compañías petroleras, tuvo contactos con nuestros representantes…lleva a cabo sus deberes de una manera altamente profesional», dijo Peskov en conferencia. Sobre la cercanía de Tillerson con Putin, Peskov dijo cauteloso: «Tuvieron reuniones de trabajo, de hecho, el presidente recibió al señor Tillerson varias veces». El senador por Arizona, John McCain, se convirtió el sábado en el primer republicano en plantear dudas sobre el posible nombramiento de Tillerson debido a sus lazos con Putin. «No sé cuál es la relación del señor Tillerson con Vladimir Putin, pero le diré que es un asunto que me preocupa», dijo McCain en una entrevista con Fox News. El proceso de nombramiento del empresario en el cargo podría quedar trunco si tres senadores del Partido Republicano se oponen junto al bloque demócrata en el Capitolio. El presente de Tillerson en Exxon Mobil tiene otro conflicto de intereses con este cargo público por un tema accionario, señaló el Wall Street Journal. Esto se debe a que Exxon Mobil ganó un contrato para exploraciones petroleras en una porción controlada por Rusia del Océano Ártico. Pero tras el conflicto en Ucrania en 2014, cuando Rusia anexó el territorio de Crimea, Estados Unidos puso sanciones a ese país que frenaron el acuerdo de Exxon Mobil en el Ártico. En caso de que estas sanciones fueran levantadas por la administración Trump, el acuerdo petrolero probablemente seguiría adelante, provocando una suba en las acciones de Tillerson en Exxon Mobil. Al ocupar el cargo de secretario de Estado, destaca el informe, probablemente tendría que desprenderse de esas acciones. La decisión de su designación llega después de semanas de búsqueda de un candidato para la posición de mayor importancia diplomática de EEUU. Tillerson se puso al frente sobre los otros candidatos a ocupar el cargo en los últimos días, sobrepasando otros nombres que sonaban como el del senador por Tennessee Bob Corker y el excandidato presidencial republicano en 2012, Mitt Romney. El hombre designado por Trump como secretario de Estado conoce muy bien al presidente ruso pero no siempre ha mantenido la mejor relación con él. Rex Tillerson apenas tenía 46 años el día que conoció a Vladimir Putin. Entonces ejercía como responsable de las operaciones de Exxon Mobil en Rusia y su objetivo era sacar adelante el proyecto Sajalin-1, en el que se había embarcado la empresa durante los últimos años en el poder de Boris Yeltsin y que había encallado por la oposición de algunos políticos en Moscú. Era un proyecto con una enorme complejidad técnica. Sajalin es una isla situada en el extremo oriente, al norte de Japón. Durante décadas fue una colonia penal de los zares descrita por Anton Chejov en este reportaje descarnado. Pero las placas de hielo que cubren la isla durante el invierno escondían millones de toneladas de petróleo al alcance de Exxon Mobil. Tillerson era el responsable último del proyecto, pero ni siquiera vivía en Rusia. Dirigía las operaciones de la empresa desde su sede central en Texas y volaba al país en un avión privado cuando era necesario. La distancia no le impidió cultivar la amistad del gobernador de la isla y cortejar a los responsable de la empresa Rosneft, una firma petrolera relativamente pequeña y controlada por el Estado que entonces era la propietaria del 10% de las reservas del país. Ni su amistad con el gobernador ni la elección de Rosneft como socio minoritario evitaron que el proyecto encallara durante meses por varios motivos. La burocracia pública y los políticos rusos propiciaron retrasos, disputas ambientales y problemas con las rutas de los oleoductos. Muchos creyeron que Sajalin-1 no saldría adelante jamás. Tillerson hizo lo que Exxon Mobil había hecho en otras ocasiones: recurrir a la autoridad máxima y ver qué podía hacer. El periodista Steve Coll describe esa conversación en su libro Private Empire. Su fuente es uno de los altos ejecutivos de la empresa en Rusia y no hay motivos para dudar de su versión: “Hablamos directamente con el presidente [Putin] y le dijimos: ‘Mira. Tenemos el contrato firmado. Vamos a hacer todo lo que se supone que tenemos que hacer. Aquí están las reglas y esos tipos no quieren seguir las reglas. ¿Qué vas a hacer?’”. Putin se ofreció a firmar un decreto por el cual Sajalin-1 pueda seguir adelante pero Tillerson se negó a aceptar esa solución. El presidente acababa de llegar al cargo y no tenía autoridad suficiente para satisfacer a la multinacional. Tillerson le explicó al presidente que no quería “operar por decreto sino de acuerdo con unas leyes duraderas”. Si no estaban seguros de que cumplían todos los requisitos de la legislación rusa, abandonarían el proyecto. Al final Putin cedió y facilitó los permisos sin atajos y de acuerdo con la ley. El episodio es un reflejo de la personalidad de Tillerson y de su dureza como negociador. Aunque es importante recordar que Putin acababa de llegar al poder y era un gobernante inseguro muy lejos del personaje casi invulnerable que conocemos hoy. Muchos presentan ahora al consejero delegado de ExxonMobil como un amigo de Putin por su relación con el presidente ruso, que le concedió hace unos años una condecoración. Pero la relación entre Tillerson y Putin se ha ceñido a los intereses mutuos y no siempre ha ido igual de bien. Unos años después del episodio de Sajalin-1, Putin viajó con su esposa al rancho texano de Crawford como invitado de honor de George W. Bush. Estados Unidos aún sufría el impacto de los atentados contra las Torres Gemelas y Bush percibía a Putin como un aliado importante en su guerra contra el terrorismo internacional. “Estados Unidos tiene suerte de tener en este momento crítico de su historia a un hombre con ese carácter al mando”, dijo Putin sobre Bush durante la reunión. El presidente de EEUU le devolvió el elogio y dijo que quería “transformar la relación entre los dos países”. La luna de miel no duró demasiado. Pero aquellas horas en Crawford fueron el preludio de la segunda incursión rusa de Exxon Mobil. Durante una conversación junto a la chimenea, Putin le dijo a Don Evans, amigo personal de Bush y secretario de Comercio, que el nuevo clima de cooperación era una oportunidad para las petroleras de EEUU, que tenían a su alcance 60,000 millones de barriles en reservas y miles de millones de metros cúbicos de gas natural. Así es como Exxon Mobil se lanzó a la conquista del mercado ruso. En abril de 2002 Tillerson voló de Dallas a Moscú con el objetivo de anunciar algún acuerdo antes de la visita de Bush a la capital rusa, prevista para unos días después. Según cuenta Steve Coll en su libro, había utilizado a un amigo para ensayar su negociación con Putin y no le costó demasiado avanzar. En la víspera de la llegada de Bush, Tillerson anunció un acuerdo con un astillero ruso por valor de 140 millones de dólares para mejorar una de las plataformas de Sajalin-1. El acuerdo era sólo el preludio de una negociación mayor: el magnate ruso Mijaíl Jodorkovski quería vender una parte de su petrolera Yukos y había empezado a negociar. A Exxon Mobil sólo le interesaba la operación si podía adquirir el control de Yukos. Pero ese extremo dependía del Kremlin, que debía autorizar la venta de una participación así a una empresa extranjera. El problema eran las ambiciones políticas de Jodorkovski, que había construido su fortuna como otros oligarcas durante los años de Yeltsin y que se presentaba ahora en el extranjero como una alternativa al poder de Moscú. Tillerson voló a Rusia en otoño de 2003 con su consejero delegado Lee Raymond con el objetivo de cerrar la operación y asegurarse el beneplácito de Putin, pero la reunión con el presidente ruso no terminó bien. “¿Quieres decir que si quiero que Yukos haga algo tengo que hablar contigo?”, preguntó Putin. “No estoy preparado para responder eso hoy”. Unas semanas después, Raymond y Tillerson recibieron la respuesta: Jodorkovski fue arrestado mientras su avión repostaba en un aeródromo de Siberia por agentes enmascarados del KGB. Un año después del fiasco de Yukos, Tillerson fue designado como consejero delegado por el consejo de administración de Exxon Mobil. Su nombramiento tenía el beneplácito de Raymond, que había dirigido la empresa con mano de hierro durante una década de expansión. Al final de su mandato, la compañía había presentado 36,000 millones de beneficio y su valor se había multiplicado por cuatro hasta los 360,000 millones de dólares. Muchos reprochaban a Raymond su carácter abrasivo, muy similar al del vicepresidente republicano Dick Cheney. Al elegir a Tillerson como consejero delegado, el consejo quería a alguien con la misma disciplina, pero capaz de proyectar una imagen más moderna e inclusiva que su predecesor. Tillerson se había criado en una ciudad pequeña de Texas y era el hijo de una trabajadora social y de un delegado de los Boy Scouts. Ninguna institución ha influido tanto en su carácter o en sus principios: el consejero delegado de Exxon Mobil cita a menudo el llamado “juramento Scout” en sus discursos y asigna a sus subordinados medallas al mérito similares a las que entrega la organización. El libro favorito de Tillerson es La rebelión de Atlas de la pensadora libertaria Ayn Rand, que leyó durante sus años como estudiante de ingeniería en la Universidad de Texas. Allí conoció a su primera esposa, con la que tuvo dos gemelos y de la que se divorció en 1983. Unos años después, se casó con su actual mujer Renda House, una incondicional de los rodeos con la que vive desde hace décadas en un rancho entre Dallas y Fort Worth. Quienes conocen a Tillerson aseguran que ha demostrado una habilidad especial para forjar alianzas internacionales en lugares difíciles como Rusia, Angola o Guinea Ecuatorial. Esos acuerdos han suscitado controversias por la oposición de Exxon Mobil a la lucha contra el cambio climático y por su disposición a hacer negocios con regímenes que vulneran los derechos humanos. Tillerson ha explicado a menudo que su misión era defender los derechos de sus accionistas y que en su opinión el aislamiento de un régimen no suele traer ningún beneficio a la población. Exxon Mobil ha sufrido las sanciones de Estados Unidos a regímenes autoritarios en varias ocasiones. La más notoria ocurrió después de la invasión rusa de Crimea y afectó a su proyecto más ambicioso en suelo ruso: su alianza para explotar el petróleo del Ártico con la empresa Rosneft. El acuerdo lo anunció Tillerson durante una visita a la residencia personal de Putin en Sochi e incluía una inversión inicial de unos 3,200 millones de dólares que iría creciendo hasta 500,000 millones para avanzar en la explotación. Los expertos estiman que el proyecto puede potenciar las reservas de la empresa en unos 90,000 millones de barriles de crudo. Pero la alianza entre Exxon Mobil y Rosneft se frenó en seco por las sanciones a Rusia. Donald Trump se ha pronunciado en contra de las sanciones y acaba de designar como secretario de estado al responsable máximo de la empresa más perjudicada por su aplicación. Es difícil saber qué tipo de secretario de Estado será Tillerson si supera el obstáculo del Senado, que debe confirmar su designación. Es la primera vez que un presidente designa como jefe de la diplomacia a una persona que no ha ejercido antes ningún cargo público. Y sin embargo ExxonMobil es una especie de imperio privado cuyos intereses están desperdigados por muchos países del mundo. Su consejero delegado está acostumbrado a negociar con líderes mundiales en los cinco continentes y a romper la baraja si así lo exige el guión. Tillerson tomó la decisión de sacar a Exxon Mobil de Venezuela al recibir las amenazas de Hugo Chávez y despreció en una ocasión el ofrecimiento de la Casa Blanca diciendo que para negociar con Putin no necesitaba la ayuda de Bush. Los responsables de Exxon Mobil reciben a menudo la ayuda de los diplomáticos de Estados Unidos, pero sus intereses no siempre son los mismos. Defender los intereses de una empresa no es lo mismo que defender los intereses de tu país. Tillerson debe convencer a senadores republicanos críticos como John McCain o Marco Rubio de que es capaz de adoptar una mentalidad distinta en su nueva responsabilidad.

 

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